El presidente de EEUU, Donald Trump, pronuncia un discurso en el Despacho Oval de la Casa Blanca.

El presidente de EEUU, Donald Trump, pronuncia un discurso en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Reuters

Macroeconomía

Lo que Trump ocultó a sus votantes sobre los aranceles: se hunde la confianza en la economía y la industria se frena

La Reserva Federal de Atlanta pronostica que Estados Unidos se contraerá un 2,8% en el primer trimestre del año.

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Los efectos de la política arancelaria llevada a cabo por Donald Trump ya se sienten en Estados Unidos: se ha hundido la confianza en la economía, la industria se ha frenado y la creación de empleo ha sido inferior a lo esperado. Las cifras conocidas, que hacen referencia al primer mes completo del republicano en la Casa Blanca, no han sido positivas. Y así lo ha leído Wall Street, donde crece la preocupación sobre una hipotética entrada en recesión de la primera potencia mundial.

El magnate ha jugado esta semana al ratón y al gato con los aranceles. Primero al gravar con tasas del 25% a los productos procedentes de México y Canadá y con otro 10% a los bienes exportados por China.

Pero Trump ha dado dos pasos atrás. El primero, retrasar hasta el 2 de abril la imposición de aranceles del 25% sobre los automóviles que entren en Estados Unidos procedentes de México y Canadá.

El segundo, más grande, la pausa, también hasta el 2 de abril, de los aranceles del 25% a Canadá y México para los productos cubiertos por el acuerdo de libre comercio T-MEC, que el propio republicano renegoció durante su primer mandato.

A pesar de que la Administración estadounidense ha suavizado las primeras medidas impuestas en esta guerra comercial, la incertidumbre que genera la política arancelaria de Trump, y las respuestas de sus socios comerciales, ya está teniendo su reflejo en los indicadores económicos de Estados Unidos.

“Si hasta ahora nadie ponía en duda la fortaleza de la economía estadounidense, la publicación reciente de una serie de indicadores adelantados de actividad y de confianza, tanto de las empresas como de los consumidores, han hecho que muchos analistas y gestores hayan empezado a modificar su opinión al respecto”, apuntaban esta semana los analistas de Link Securities.

Según los mismos expertos, “todo parece indicar que la errática política de comunicación de la nueva Administración estadounidense, especialmente en lo que hace referencia a la implementación de nuevos aranceles, ha comenzado a impactar negativamente en las decisiones de inversión de las empresas y de gasto en los consumidores estadounidenses”.

Uno de esos indicadores es el índice de confianza de los consumidores de Estados Unidos, elaborado por la consultora the Conference Board y correspondiente al mes de febrero.

Tomando esta medida como referencia, la confianza de los estadounidenses ha registrado su mayor caída en casi cuatro años, al pasar de los 104,1 puntos a los 98,3. Se encuentra, además, en su nivel más bajo en ocho meses. El subíndice de expectativas sitúa por debajo de los 80 puntos, nivel que la consultora considera que adelanta una recesión.

Como también reflejó el índice de sentimiento de los consumidores estadounidenses de la Universidad de Michigan, the Conference Board mostró que las expectativas de inflación se han disparado al alza. La razón: la política comercial –plagada de amenazas– del presidente Trump.

Pero los datos negativos no terminan aquí. La expansión del sector manufacturero se frenó en febrero, tal y como refleja el índice ISM que elabora cada mes el Institute for Supply Management. Aunque se mantuvo por encima de los 50 puntos  –la barrera que separa la contracción de la expansión– el indicador se redujo a 50,3 puntos desde los 50,9 del mes anterior.

Por el contrario, el índice PMI no manufacturero, que elabora S&P Global, subió en febrero hasta los 52,7 punto, desde los 51,2 de enero. Los expertos de Link Securities ponen el foco más allá de las cifras principales: “ambos casos mostraron una fuerte caída de los pedidos y un importante repunte de los precios”.

Es decir, “la actividad en el sector se va a frenar en el corto plazo, mientras que, antes incluso de la implementación de los nuevos aranceles, las cadenas de suministro han comenzado a tensionarse, elevándose los precios de muchos materiales”. 

Por ahora el sector servicios parece no verse afectado. El ISM no manufacturero avanzó hasta los 53,5 puntos en febrero.

Con la industria tocada, la fortaleza del mercado laboral peligra, más en un momento en el la creación de empleo en Estados Unidos se estabilizó en febrero. La primera potencial mundial creó 151.000 nuevos puestos de trabajo en febrero, más que los 125.000 –el dato ha sido revisado a la baja- de enero. Sin embargo, la cifra está por debajo de las previsiones de los economistas y de la media de los últimos doce meses y que es de 168.00 nuevos empleos al mes.

La tasa de paro subió una décima y se situó en el 4,1%, impulsada también por los recortes que Trump –junto a Elon Musk- están llevando a cabo en la administración pública. Otros datos, como que el número de estadounidenses con varios empleos se encuentra en niveles récord, tampoco son muy halagüeños.

Sobre todo si se combina con una caída del gasto. En enero, el consumo real de los estadounidenses –una vez descontada la inflación- retrocedió un 0,5%. La caída, que contrasta con el avance del 0,5% de diciembre, es la más abultada desde comienzos de 2021, es decir, desde hace cuatro años.

La guinda a los datos económicos menos positivos lo ha puesto la Fed de Atlanta, una de las doce entidades que conforman la Reserva Federal que preside Jerome Powell. Esta semana la institución ha modificado su previsión de crecimiento de Estados Unidos.

Espera ahora una que en el primer trimestre del año, el PIB real (tasa trimestral anualizada ajustada estacionalmente) registre una contracción del 2,8%. Hace unos días, la caída esperada era del 1,5%. A mediados de febrero pronosticaba una subida del 2,3%.

Los analistas de Morgan Stanley han revisado este mismo viernes, también a la baja, sus previsiones de crecimiento para Estados Unidos. Esperan que el PIB crezca un 1,5% este año y un 1,2% en 2026. Se trata de cuatro y una décima menos, respectivamente, que lo recogido en sus proyecciones anteriores.

El banco de inversión atribuye la revisión a la baja al impacto anticipado de políticas comerciales y de inmigración impuestas por la Administración estadounidense. Por el contrario, han elevado sus previsiones de inflación al 2,5% para el presente año y al 2,7% para el próximo. En ambos casos, el incremento es de dos décimas.

Equilibrar la balanza comercial

Trump emprende su guerra arancelaria como una misión radical para tratar de equilibrar una balanza comercial que es cada vez más negativa para EEUU. Aunque el país cuenta tradicionalmente con números rojos en el equilibrio entre exportaciones e importaciones, la situación ha empeorado significativamente en el último año. En dicho periodo, el que el déficit de su balanza comercial se ha disparado un 17%.

Durante 2024 ese desfase aumentó en 133.500 millones de dólares, según datos oficiales de EEUU recopilados en Census, al crecer un 6,6% las importaciones y un 3,9% las exportaciones. ¿Resultado? El saldo negativo para el país a cierre de ese año fue de 918.400 millones de dólares, una mareante cifra que equivale al 3% de su PIB.

El plan de Trump para dar la vuelta a favor de EEUU es imponer altos aranceles a los principales países a los que compra bienes y servicios. México es, de hecho, el líder de todos los países de importación; allí realizan el 15,6% de sus compras. China representa el 13,5% y Canadá, el 12,6%.

Los tres suponen un tercio de la cuenta de importación total de Estados Unidos, o dicho de otra forma, suman un billón de dólares, esencialmente por productos como coches, petróleo, equipos electrónicos, ordenadores o licores; casi toda la destilería que buscan fuera los estadounidenses se la compran a México.

Son sólo algunos de los productos que se van a hacer más caros para los compatriotas de Trump. Porque o bien los importadores siguen viendo rentable el comercio con Estados Unidos, pero aplicando ese cargo extra a los consumidores, o bien desisten y se reduce con ello la llegada de ciertos productos, provocando su escasez e, invitablemente, disparando precios.

De acuerdo con los datos recogidos por The Observatory of Economic Complexity, esa lista de riesgo, en la que están los productos más importados de los tres países, está compuesta por, entre otros muchos, teléfonos, baterías eléctricas, cerveza, videojuegos, frigoríficos y lavadoras, frutas tropicales como el aguacate, tomates, crustráceos, semiconductores, papel higiénico, mantas, o carne de cerdo.

Crisis del huevo

De todos los productos importados de estos países, y por tanto destinados a encarecerse, son los alimentos los que mejor van a medir la tolerancia de los estadounidenses con la guerra arancelaria emprendida por su presidente.

Porque ésta es la única partida que afecta sin excepción a todos los estadounidenses, frente a otros impactos, como el de la subida de motores, que se centrarán en la industria del automóvil y en quien compre un vehículo, por ejemplo. Pero también porque la situación con la cesta de la compra es ahora delicada en el país, que preveía subidas a resultas de la inflación que ahora pueden agravarse.

Sobre todo en azúcar, bebidas no alcohólicas, frutas frescas y lácteos, que este año van a experimentar subidas de un 6%, un 4,4% y un 2,4%, respectivamente, solo por la inflación, según proyecciones de Gobierno estadounidense. Aunque nada preocupa tanto como la crisis del huevo, que va a disparar su precio un 41% este año.

En este caso no se debe a la inflación, sino al tremendo impacto de la gripe aviar, que ha asolado la producción nacional y disparado precios. La docena ha pasado de costar unos 3,5 dólares en enero a tocar los 8 dólares a cierre de febrero, y tal es la alarma que el equipo de Trump ha lanzado un plan de 1.000 millones en respuesta que incluye la idea de aumentar importaciones. La idea es comprar fuera 100 millones de huevos.

Pero, ¿a quién? Los datos más recientes de The Observatory of Economic Complexity señalan precisamente a Canadá como el país al que más huevos suele comprar EEUU; en 2023, esta partida ascendió a 44 millones de dólares. Siguen Países Bajos, Reino Unido, China y Turquía.

Es decir, tres de los seis vendedores habituales contarán con aranceles, si se cumple la amenaza de imponer esta carga también a la UE a partir de abril, lo que dispara las dudas sobre el plan para buscar fuera los huevos.

La secretaria de Agricultura estadounidense, Brooke Rollins, ya ha sugerido que puede ser una buena idea tener gallinas en casa, y éste no será el único susto. Los ciudadanos tendrán que mirar con atención su cartera antes de ir al súper, porque sólo México y Canadá aglutinan el 43% de las compras agro del país. O sea, de todo aquello que EEUU no puede producir en cantidad suficiente para atender la demanda.