Telefónica cierra otra semana complicada. Esta vez, en bolsa. La ‘teleco’ fue el segundo peor valor del Ibex (-7,14% desde el lunes) en la semana electoral de EEUU, sólo superada por Cellnex (-10%), filial de Abertis que también pertenece al mismo sector. La posición de deuda de la multinacional española (casi 50.000 millones de euros frente a un valor en bolsa de algo más de 40.000 millones) y la situación de inestabilidad financiera sobre Latinoamérica -que supone más de un tercio de su negocio- han vuelto a sembrar de dudas.
No sólo está siendo un año complicado, sino que Telefónica se enfrenta a un 2017 con ciertos nubarrones. La compañía presidida por José María Álvarez-Pallete deberá enfrentarse al vencimiento de emisiones de deuda por valor de casi 8.300 millones de euros. Para conocer la envergadura de esa cifra, es bueno comprarlo con el ahorro del tijeretazo a su dividendo: es el cuádruple de esos 2.000 millones.
La compañía tendrá que afrontar esta suma, casi la quinta parte de su deuda. Y lo hará el mismo año en el que sobrevuelan las dudas sobre el programa de compra de bonos corporativos del Banco Central Europeo (BCE), del que la operadora ha sido una de las grandes beneficiadas. Como mínimo, esta iniciativa estará operativa hasta finales del pasado mes de marzo, aunque la entidad ha planteado la posibilidad de extenderlo. Hasta ahora ha comprado 40.300 millones de euros en compañías de toda Europa.
Caída en su calificación
Uno de los golpes más fuertes que ha recibido la compañía durante la pasada semana tiene un nombre: Moody´s. La agencia de calificación de deuda rebajó su nota a la ‘teleco’ hasta dejarla sólo un escalón por encima de bono basura. Su cambio de estrategia con la deuda fue clave: “El descenso de calificaciones refleja la estrategia revisada para pagar la deuda a través de flujo de caja libre orgánico y sólo vender activos no estratégicos sobre una base oportunista”, explicaba el vicepresidente senior de la agencia, Carlos Winzer.
Pesó más en la decisión de Moody´s el cambio de estrategia en la reducción de deuda, eliminando el objetivo de colocarla por debajo de las 2,35 veces el resultado bruto (Oibda), que el gesto de reducir el dividendo a sus accionistas, con los que espera ahorrar 2.000 millones al año.
El dañino ‘efecto Trump’
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales ha supuesto el segundo golpe para la ‘teleco’ durante la pasada semana. Telefónica no tiene negocio en Estados Unidos pero el triunfo del republicano ha provocado que el peso mexicano entre en caída libre y que el temor a un renacido proteccionismo estadounidense genere un efecto dominó perverso en las economías latinoamericanas.
Para Telefónica, México ha sido un mercado destacado, aunque ahora acumula más problemas que alegrías y se ha convertido en una parte minoritaria de su negocio y es apenas el séptimo mercado del grupo. Su exposición: el país apenas representa el 3,6% del total, como informó este diario. En 2015 registró unas ventas de 1.700 millones de euros con una plantilla de casi 2.500 trabajadores.
El ‘annus horribilis’ de Alierta y Pallete
A no ser que dé un giro en los dos últimos meses del año, el 2016 no pasará a la historia como uno de los mejores años de Telefónica. Más bien al contrario. Y no porque su negocio no vaya bien. Sus ingresos avanzan a un ritmo superior al 6% durante los nueve primeros meses del año. Sólo hasta septiembre facturó más de 38.315 millones de euros. El beneficio, sin embargo, es otra historia. Se recortó un 22%. Ganó en estos nueve meses 2.225 millones. Detrás de esta caída está el impacto de extraordinarios, por ejemplo, porque el año anterior se apuntó una ventaja fiscal por la previsible venta de su negocio en el Reino Unido, O2.
Esa previsible desinversión nunca llegó a materializarse. La Comisión Europea la vetó en mayo porque podría perjudicar la competencia de los consumidores británicos. Ése fue el primer revés de Álvarez-Pallete en la presidencia de la ‘teleco’. César Alierta le cedió el testigo a finales de marzo de este año y sólo unas semanas después llegó el varapalo de la capital comunitaria.
Fue el primero. Puso en marcha el Plan B. Si no podía vender O2, al menos podría colocarla en bolsa. Y podría hacer lo mismo con el negocio de su red (torres de telecomunicaciones y red de cable), Telxius. Quería poner a cotizar ambas empresas antes del verano. Y no. Se topó de bruces con el inesperado sí de los británicos al ‘brexit’ y su efecto dominó en los mercados.
Segundo intento: colocar el 36% Telxius en otoño y dejar la puerta abierta para sacar O2. Tampoco. Después del verano, Telefónica llevó a cabo todos los trámites, contrató a los bancos colocadores y publicó un folleto para convencer a los inversores. Puso precio a la filial: entre 3.000 y 3.750 millones de euros. Pero los inversores dijeron ‘no’. No hubo suficiente interés y la dueña de Movistar tuvo que dar marcha atrás y quedarse con todo Telxius.
Tercer cambio de estrategia: adiós al dividendo. Después de meses de promesas y declaraciones públicas en las que César Alierta garantizó que Telefónica no tocaría la retribución a sus accionistas, la teleco asumió hace unos días que era inevitable recortarla. Sin la venta de O2, sin colocar Telxius y con una deuda de casi 50.000 millones (que, sin embargo, ha logrado recortar en los últimos meses gracias a su crecimiento orgánico) no le quedaba otro As en la manga que rebajar su dividendo tanto para 2016 (0,55 euros por acción), como para el ejercicio 2017 (0,40 euros por acción).
Este tijeretazo tiene un doble mensaje. Por un lado, reconoce a sus accionistas que la situación actual es la que es. Es mejor recortar el dividendo ahora y esperar a tiempos mejores. Por otro, no puede (y no quiere) vender activos porque sabe que si se sienta a la mesa para intentar vender, la otra parte es plenamente consciente de su necesidad de hacer caja y los precios de venta no serán los más óptimos para sus intereses. Es mejor sentarse y esperar que escape, si la deuda lo permite.