Arturo Fernández

Arturo Fernández Javier Muñoz

Empresas

Arturo Fernández, el amigo gracioso de Juan Carlos I que quería “quedar bien con el 'establishment'”

El hombre que cazaba con el rey emérito y que acumulaba coches de lujo hasta terminar sesteando en el chalé del Pequeño Nicolás, es hoy el hilo conductor de una cadena de favores entre los presidentes madrileños.

17 mayo, 2017 03:27

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Quien conoce la historia de Arturo Fernández no puede dejar de pensar en alguno de los extraños personajes que atormentaban a Jaume Canivell, el fabricante de porteros automáticos al que interpretaba José Sazatornil en La Escopeta Nacional de Luis García Berlanga. Ayuda que el logo de sus empresas presentase la imagen de un cazador, arma en ristre.

La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha sembrado de dudas la gestión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y ha puesto en el centro de las sospechas al empresario de hostelería, que hoy se nos aparece como el hilo conductor de una cadena de favores entre los últimos tres presidentes madrileños. No está mal para un hombre que, durante años, jugó la baza del amigo gracioso del entorno de empresarios que rodeaban al rey emérito Juan Carlos I, del millonario con ínfulas de tabernero que tardó doce años en acabar Económicas y que fue compañero de colegio de Esperanza Aguirre.

Arturo Fernández es un personaje tardofranquista que se coló de rondón en el siglo XXI llevando a cuestas su museo de 15.000 botellas, más de un centenar de coches de alta gama -incluyendo un Maserati que le compró al rey emérito-, y una actitud de hombre llano venido a más y que, claramente, mordió más de lo que podía tragar.

Si quieren conocer al personaje, más allá del retrato de estas líneas, sírvanse de ver este servil reportaje para Telemadrid, dentro de la serie ‘Tal como somos’, en el que una de las periodistas más sumisas que hayan visto estos ojos se pasea por una jornada del empresario sin hacer otra cosa más que agasajarle, admirarse de su fortuna y sonreír. Sólo un momento crítico, muy fugaz en más de diez minutos de lametón televisivo, cuando entre reuniones y exhibiciones continuadas de riqueza, Fernández habla muy seriamente ante el público sobre la grave crisis que padece España.

Empresario en liquidación

El pasado 7 de marzo, con su patrimonio amenazado y muchos de sus amigos de los buenos tiempos entre la cárcel, el descrédito y las visitas frecuentes a los juzgados. Arturo Luis Fernández presumía aún de tener más de un centenar de empresas en sus declaraciones al grupo de delitos contra la administración de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Y no es cierto.

El mismo hombre que presumía de tener una escopeta valorada en cien mil euros con su nombre grabado y más de 700 cocineros, tiene en concurso de acreedores desde 2014 a buena parte de sus más de cincuenta sociedades. Sólo le han sobrevivido, hasta ahora, un puñado. El presidente de la Cámara de Comercio de Madrid y de la patronal madrileña CEIM, que llegó a ocupar la vicepresidencia de la CEOE, ha visto en los últimos años cómo sus empresas entraban en liquidación o se dirigían hacia su disolución a velocidad de crucero.

El registro mercantil le reconoce aún cargos en más de 60 empresas, un batiburrillo de sociedades de hoteles, restaurantes y concesiones como Cadena Hotelera H-21, Grupo Cantoblanc o Arturo Hoteles, que van de camino a la liquidación o han sido ya liquidadas después de perder buena parte de las decenas de concesiones que le habían sido adjudicadas desde que, en 1996, comenzó a hacerse cargo de la hostelería en el Congreso de los Diputados. Colegios, hospitales, la Asamblea de Madrid, la retirada de concesiones ha sido constante durante los últimos años.

Concesiones que a veces, según él, realizaba a pérdidas, como la de la Asamblea de Madrid que le adjudicó la mesa de contratación presidida por Cristina Cifuentes, el caso que le ha devuelto a la actualidad. Un negocio que obtuvo después de realizar donaciones a la fundación vinculada al PP del Madrid Fundescam y que, según él, era ruinoso. "En aquellos tiempos se podían aceptar esas pérdidas, y se quedaba bien con el 'establishment".

Acribillado en Mumbai

El origen de su fortuna se remonta al año 1920, cuando su abuelo monta el primer campo de tiro de Madrid y comienza a dar comidas. A principios del siglo XXI ya contaba con más de 180 establecimientos y presumía de fotos con Juan Carlos I, Rodrigo Rato y el otro Arturo Fernández, el de La Casa de los Líos.

La presencia de Fernández en los constantes viajes oficiales que se llevaban a cabo para, supuestamente, hablar de internacionalización de la empresa madrileña, le llevó a ser acribillado en Mumbai junto a su antigua condiscípula, Esperanza Aguirre. “Fue una experiencia de las más importantes de mi vida. Entraron, nos ametrallaron, nos echaron unas bombas, nos tiramos al suelo, salimos corriendo y nos pudimos salvar”, declaraba a Telemadrid. En la entrevista insistía en que si su abuelo levantase la cabeza “estaría encantado”. Mucho ha llovido desde los tiempos en los que enseñaba su Jaguar E-Type, su Morgan, un Mercedes 600, sus Rolls Royce o el búnker en el que almacenaba más de dos mil armas registradas.

La relación de Fernández con Ignacio González se cinceló el día cuando colocó a su mujer, Lourdes Cavero, como vicepresidenta de la CEIM, un puesto de nueva creación en el que cobraba cerca de 80.000 euros brutos al año.

A su caída contribuyeron una suma de factores. La crisis económica fue una de ellas, pero también el hecho de que su figura estaba irremediablemente asociada a los peores años de trapacerías del PP madrileño. El expresidente de la CEOE, expresidente del Grupo Marsans y delincuente convicto Gerardo Díaz Ferrán era su concuñado, y sus buenas relaciones con Aguirre, González, Jaume Matas y el mismo rey emérito pasaron rápidamente de ser un activo a convertirse en una carga. Atrás quedaban sus halagos públicos al monarca (“Tenemos al mejor embajador, el Rey. Siempre que nos acompaña hacemos negocio”) o la época en la que no tenía problemas en gastarse decenas de miles y euros para apoyar a Corinna zu Sayn-Wittgenstein en su fallido proyecto de bombones de lujo.

Pagos en negro y tarjetas black

Fernández quedó retratado en 2013 cuando la Fiscalía de Madrid comenzó a investigar los pagos en negro a sus empleados. No era la primera vez que regularizaba este tipo de sumas, ya lo había hecho en 2009. Pero en esta ocasión la deuda de sus negocios se acumulaba y no había soluciones fáciles.

Uno de los momentos en los que más intentó hacerse el tonto en una carrera plagada de este tipo de situaciones se produjo cuando declaró como imputado en el caso Bankia. Afirmaba entonces que los exconsejeros que aprobaban cuentas reformuladas con pérdidas millonarias lo hacían por quitárselas de encima “de la forma más rápida posible”. Fue condenado a seis meses de cárcel por apropiación indebida en el caso de las tarjetas black.

Su situación se deterioró hasta el punto de que Fernández llegó a verse involucrado en el rocambolesco caso del Pequeño Nicolás. Sus fotos sesteando en el chalé del virus del joven trepa se hicieron virales, y El Mundo llegó a publicar que el empresario presentó al joven cuentas falsas para convencerle de que inyectase capital en una de sus sociedades. ¿Hasta qué abismos de desesperación cayó el amigo gracioso del rey emérito para intentar timar al Pequeño Nicolás?