El accidente sufrido por un 737 MAX de Ethiopian Airlines el pasado 10 de marzo, el segundo que sufre este modelo de aeronave en cinco meses, ha traído consigo una serie de daños colaterales para el sector aéreo. Entre diferentes cuestiones que se han puesto en duda, hay una que ha protagonizado muchas de las tertulias cotidianas de personas ajenas al sector: la formación de los pilotos.
Desde EL ESPAÑOL nos hemos acercado a dos escuelas para conocer más a fondo cuál es el estado actual de la formación de los pilotos en España: La Escuela de Pilotos Adventia, centro adscrito a la Universidad de Salamanca, centrado en la formación inicial de los pilotos y Wasim, una escuela de simulación de vuelo en la que, pilotos que ya tienen licencia, pueden mejorar su formación y prepararse para pruebas específicas de aerolíneas u homologaciones.
Lo primero que detectamos en nuestros encuentros es la pasión por volar. Todos los pilotos con los que hemos tenido la oportunidad de charlar sobre la situación actual de su profesión, nos trasladan un importante componente vocacional. La conexión con su oficio trasciende lo profesional. Además, el sector vive años de gran ebullición.
La necesidad de pilotos está disparada. El aumento de la demanda de China y otros países asiáticos ha convertido a los profesionales de este sector en perfiles muy deseados por aerolíneas de medio mundo. Pese a que quedan lejos los tiempos de salarios estratosféricos y condiciones profesionales privilegiadas, los vividos hasta la década de los 90, en 2019 un piloto tiene grandes oportunidades.
El abanico comprende desde formar parte de aerolíneas de primer nivel a trasladarse a otros países en los que, además de dinero, puedan tener acceso a experiencias vitales muy exóticas. Un componente aventurero que, dependiendo del momento vital, se impone en esta profesión.
Esta demanda desatada de pilotos tiene un impacto en la formación. En palabras de Consuelo Arto, piloto miembro de la oficina técnica Sepla y directora de formación en Adventia, “vivimos un momento muy bueno para ser piloto. Las aerolíneas necesitan profesionales y en España somos una referencia a nivel internacional. Ahora mismo, las aerolíneas de medio mundo se rifan a nuestros pilotos y eso es, en gran parte, gracias a la formación que tienen”.
Diferentes niveles de formación
En Adventia cuentan con dos programas de formación diferenciados para pilotos. El más básico sería el Programa Integrado de Piloto de Transporte de Líneas Aéreas, que cuenta con una duración de 24 meses y está centrado en otorgar los conocimientos teóricos y prácticos para obtener la Licencia de Piloto Comercial y una serie de habilitaciones básicas requeridas para operar en una línea aérea.
El segundo de los programas es más completo y trasciende a la profesión de piloto. El Grado en Piloto de Aviación Comercial y Operaciones Aéreas tiene una duración de cuatro años y, además de la licencia profesional de piloto expedida por la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA), prepara a los alumnos para el ejercicio de otras actividades profesionales relacionadas con el transporte aéreo.
Un componente que a lo largo de los años ha ganado mucho peso debido a que el sector, además de pilotos, necesita profesionales que conozcan el negocio por dentro pero tengan otras capacidad para desempeñar labores de gestión dentro de las propias líneas áreas. Trabajos que ahora mismo también tienen gran demanda y muy pocos profesionales cualificados.
Del mismo modo, esta formación actúa como red de seguridad para los pilotos como explica Arto: “Todos los años pasamos unos controles muy rigurosos de capacidades y de salud. Un piloto puede verse forzado a dejar de trabajar simplemente por tener unos análisis con niveles de azúcar que lo incapacitan. Algo que no le afectaría en otra profesión. Gracias a esta formación, en lugar de verse en la calle, sin oficio, podría aprovechar su conocimiento y capacidades en otros puestos de gestión dentro del sector”.
En lo que se circunscribe a la formación de los pilotos, el nivel de exigencia es grande. En lo académico, el grado cuenta con 2.400 horas teóricas mientras que en el programa integrado la teoría llega a las 1.225 horas. Una formación que tiene multitud de capas, desde las cuestiones puramente aeronáuticas hasta fundamentos científico-matemáticos, meteorológicos, de sistemas, instrumentación, motores, ciencias sociales o cuestiones jurídicas. En lo referente a la formación teórica del piloto, existen 14 asignaturas de las que los futuros profesionales deberán examinarse en AESA.
Un piloto lo que quiere es volar
Pero, como decíamos al principio, el componente adrenalínico trasciende a los libros de texto. Un piloto lo que quiere es volar y, en ese aspecto, la formación también es profunda. En ambos casos los futuros pilotos cuentan con 105 horas de simulador y 185 horas de vuelo. Una formación que está dirigida a que estos profesionales adapten una soltura y unas capacidades mayores incluso a la necesarias para volar en una aerolínea.
Este punto es clave para Arto: “Si no hay imprevistos, el trabajo de un piloto en un avión de una aerolínea es rutinario. Despegar, poner en crucero un avión y aterrizarlo son tareas que no entrañan dificultad y en las que los propios aviones nos asisten y nos facilitan la vida muchísimo. La calidad de la formación de un piloto se demuestra cuando se enfrenta a situaciones que se salen de lo normal. Por eso es tan importante que tengan horas de vuelo en solitario, con instrumentales que no les asistan, que se enfrenten en el simulador a las situaciones más complejas. Gracias a ello, cuando un piloto se enfrenta contra un incidente sabe cómo reaccionar. El entrenamiento le ha permitido vivir esa experiencia y tiene las capacidades para tomar las decisiones adecuadas”.
Aquí juegan un papel crucial los instructores. Unos profesionales que, si los pilotos están codiciados, en este momento son como diamantes. La desbocada demanda de pilotos hace aún más valiosa la figura de los dedicados a su formación. Unos profesionales clave a lo largo de toda la vida de un piloto. “La diferencia entre un buen y un mal profesional muchas veces radica en su instructor. En ese momento el piloto adquiere unos pilares básicos que le van a guiar toda su vida y que van a marcar cómo entiende su profesión, cómo se enfrenta a las adversidades, cómo reacciona ante la presión... En todo eso, la figura del instructor es clave”, advierte Arto.
Además de lo extrictamente referente al vuelo, los futuros pilotos tienen que prepararse para volar dentro de un avión comercial y conocer las normas y el oficio de ese oficio, que es muy distinto a volar en una avioneta. Una parte de la formación que en estos cursos se hace en el simulador y se denomina como MCC, Multi Crew Cooperation o Coordinación de Multitripulación.
En el simulador de una cabina de avión comercial los pilotos replican la actividad de una tripulación. Aquí, por primera vez aparece la figura del comandante y de su copiloto. En la formación anterior a este punto, el estudiante está solo. En sus horas de vuelo en la avioneta y es el responsable de las comunicaciones, de la navegación... En el trabajo a los mandos de un avión de una línea aérea, muchas de estas funciones se dividen entre el piloto y el copiloto.
En un avión comercial en España siempre hay un comandante y un copiloto. A lo largo del vuelo, uno de los dos se va a centrar en todo lo que tiene que ver con volar y el otro le va a asistir con el resto de tareas que irían desde la comunicación con la torre a la lectura de los instrumentales.
Estos roles no son fijos. Por poner un ejemplo práctico, en el caso de una ruta Madrid-Barcelona, uno de los dos puede pilotar el vuelo de ida mientras el otro le asiste y cambiar los roles en el viaje de vuelta.
En todo caso, el responsable último del avión es el comandante. Ahí no hay cambio posible. Un cargo que además, en momentos complejos como puede ser un aterrizaje en automático por falta de visibilidad, le obliga a ser quien pilota el avión.
Diferentes niveles y habilitaciones de cada avión
En lo que tiene que ver con la licencia de piloto, se puede decir que se compone de varias mini-licencias. En palabras de Alejandro Rosario, piloto e instructor en la escuela Wasim, "en las primeras horas de vuelo te sacarías el PPL (la licencia de piloto privado, para las que se necesitan unas 40 horas de vuelo). Luego conseguirías la parte de instrumental y la parte de piloto comercial. En este momento el piloto ya tendría unas 170 horas de vuelo. Las últimas horas se refieren a la parte de multimotor. Estás volando avionetas de dos motores y ya sales con la licencia que te permitiría entrar a trabajar en una línea aérea”.
Hasta aquí toda esta formación entraría tanto dentro del grado como del curso integrado. Llegado a este punto, y una vez superados todos los test y exámenes, los pilotos ya tienen el primer nivel que les permitiría entrar a formar parte de una aerolínea. Una formación que, además de su gran complejidad, habría que sumarle otra limitación: el precio. Aunque en España las cantidades pueden variar según el centro, para contar con un título en una escuela de reconocido prestigio un alumno necesita invertir 135.000 euros en el caso de grado o 114.000 euros en el caso curso integrado. Unas cifras que no están al alcance de todos los bolsillos.
Esto, sumado al componente vocacional, hace que entre los pilotos sea común, al igual que en profesiones como la medicina o la arquitectura, el componente familiar. La importante inversión necesaria hace que el apoyo en casa sea clave en el arranque. En el caso de no contar con ese respaldo, los pilotos hacen una inversión que a lo largo de su vida profesional van a poder recuperar. Para ello van a necesitar unos diez años y mucha experiencia en un tipo determinado de aerolíneas para empezar a ver el retorno de su inversión.
Una situación que hace 20 años era muy distinta ya que los salarios duplicaban o triplicaban los actuales. Donde hoy un piloto antes de cumplir 10 años como comandante puede cobrar unos 3.000 euros, antes esta cifra podía llegar a ser el doble.
Además, con este nivel de formación, un piloto aún no puede optar a ser comandante de un avión en una aerolínea. Para volar un tipo de aeronave concreta, un Airbus A320 o un Boeing 737, es necesario sacar el curso del avión que se va a pilotar. “Usando como ejemplo el carnet de conducir es como si en la autoescuela te sacaras el carnet de conducir de coche. Luego si vas a conducir un Seat León o un Ibiza te tendrías que sacar un carnet específico para ese vehículo”, explica Rosario.
Estos títulos se llaman habilitaciones de tipo. Cuentan con una parte teórica donde los pilotos aprenden todos los sistemas y procedimientos específicos de un tipo de avión. Luego, además, el piloto tiene que hacer una parte práctica compuesta de entre ocho y diez sesiones de simulador.
En esta parte Rosario explica que “Realizas unas maniobras obligatorias donde repasas operación normal, operación anormal y emergencia y luego ya te examinan. Una vez superado, ya puedes comenzar a volar ese avión”. Es muy habitual que un piloto cuente con licencias para varios tipos de avión, lo que le permite una mayor versatilidad a la hora de elegir aerolíneas o destinos en los que operar.
Una vez más, en este punto, nos encontramos con la barrera del dinero. Si en la primera parte el componente familiar es importante, en este momento entra en juego la aerolínea. El coste de una habilitación para un tipo específico de avión, como el A320 de Airbus, puede contra entre 25.000 y 30.000 euros. Una inversión que puede realizar el piloto por su cuenta o en la que, a veces, juega su carta la aerolínea pagando parte o, incluso, la licencia entera.
En los casos en los que es la aerolínea la que realiza este pago, se asegura que ese profesional formado se quede trabajando una serie de años en la empresa. En el caso de que se vaya antes, el profesional tendrá que pagar el curso e incluso, en algunos casos, una penalización.
Una vez habilitado y contratado por una compañía, no termina la formación del piloto. Según explica Rosario, “al principio estás volando unas horas con comandantes que son instructores. A las 100 o 120 horas de vuelo es cuando te dan el visto bueno para ser un copiloto, sin ningún tipo de restricción. Además, cada vez que entras en una aerolínea, tienes que pasar el curso propio de la cada compañía. Aunque operes el mismo tipo de avión, cada linea aérea tiene unos procedimientos específicos que los pilotos debemos conocer”.
En este punto el piloto ya podría actuar como copiloto. Con el paso del tiempo, las horas de vuelo y la experiencia le harán llegar al siguiente nivel: "Tras entrar en una línea aérea vas acumulando conocimiento. Llegar a las 1.500 horas de vuelo te permite desbloquear una parte de licencia que al principio está congelada. Pasado ese tiempo ya puedes ser comandante en una línea aérea”, concluye Rosario.
Formación continua
Como en muchas profesiones, y más en estos tiempos, la formación de un piloto es continua. No termina nunca. En este punto, Arto que explica que “dentro de la aerolínea tenemos entrenamientos periódicos tanto del operador como de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea para poder mantener nuestras aptitudes”.
Un proceso regular que los profesionales compaginan con su trabajo. “Hacemos simuladores cada seis meses obligatorios, con entrenamiento y un examen final que confirma que estamos aptos y podemos seguir volando. Paralelamente a la licencia de vuelo, tenemos que tener un chequeo médico en vigor y un certificado de competencia lingüística en inglés. El certificado médico es anual. El lingüístico depende del dominio del idioma por parte del piloto. Va desde un mínimo de cuatro años hasta no tener que renovarlo, en el caso de que sea bilingüe” concluye Arto.
La profesión de piloto vive un momento en total ebullición. Los crecimientos proyectados para el mercado de la aviación comercial indican que, a nivel mundial, en 2019 el sector crecerá por décimo año consecutivo. Un periodo en el que las aerolíneas de todo el mundo han acumulado crecimientos anuales de tráfico por encima del 5%, lo que ha supuesto que la demanda de pilotos esté disparada.
Este hambre voraz se traduce en una necesidad de más profesionales y que, además, estén más formados que nunca. Una oportunidad que, aunque a priori no parezca estar al alcance de todos los bolsillos, vuelve a colocar en un lugar privilegiado al oficio de piloto.