Decía Julio Iglesias allá por 2007 en un concierto en Valladolid que su vida había estado marcada por el tinto Pesquera. “Con él he hecho muchos niños” bromeaba ante un auditorio repleto de público. Entre los asistentes estaba un buen amigo suyo: el empresario Alejandro Fernández, propietario de las bodegas que producen el caldo que regaba el paladar del cantante en sus noches de procreación.
Un vino que ha alcanzado fama mundial y que ha logrado convencer a los más selectos sumillers del mundo. Tanto es así que uno de los críticos más influyentes define el Pesquera como uno de los cinco mejores del mundo. Sin embargo, el éxito es efímero y tal como viene se va. Ahora, cuarenta y siete años después de crear una de las bodegas más importantes de la Ribera del Duero, se enfrenta a la mayoría de sus hijas y a su mujer por el control de la compañía.
Hablamos de un grupo creado allá por 1972 en el que Alejandro Fernández dio entrada al 50% a su mujer Emilia Rivera. Ella ha sido durante cuatro décadas su compañera, su amiga, su socia… Todo iba viento en popa, incluso sus cuatro hijas fueron ocupando un lugar distinto en la compañía, por lo que el bodeguero optó por dar un 0,14% de la empresa a cada una de ellas.
Hablamos de un grupo, Pesquera, que factura anualmente 18 millones de euros, cuenta con un beneficio de 4,5 millones y que cuenta con bodegas, viñedos e incluso un hotel. Un camino de rosas que hace dos años se convirtió en un campo de espinas. En concreto, en el momento en el que el matrimonio formado por Alejandro y Emilia decide separarse, creando un cisma familiar alrededor de él.
No sólo fue el posicionamiento de las hijas en dos bandos (con mamá o con papá); comenzaban también a quedar patentes dos visiones distintas de entender el negocio: la del bodeguero, partidario -junto a su hija Eva- de seguir con el modelo tradicional de hacer vino; y la de su mujer y sus otras tres hijas (Olga, Lucía y Mari Cruz), partidarias de acelerar el ritmo y modernizar la compañía para adaptarla a los nuevos tiempos.
Riñas, disputas, enfrentamientos que terminaron en el despido de Eva, la enóloga del grupo. Un despido que es improcedente, como reconocían la pasada semana su madre y sus hermanas. Acordaron pagarle una indemnización por todos los años trabajados en la empresa. El importe no ha salido a la luz, pero es sólo el primero de los muchos conflictos que hija y padre tienen abiertos con su familia.
Precisamente el despido de Eva fue lo que motivó la ruptura definitiva de Alejandro Fernández con su mujer y sus otras tres hijas. Eso fue hace un año. Desde entonces su vida ha sido un infierno: le han cesado de todos sus cargos, le han impedido visitar las bodegas, vendimiar… “que es lo que más le gusta”.
Eso fue allá por septiembre de 2018. Desde entonces las denuncias vuelan en una y otra dirección: el divorcio, administración desleal, laborales, penales, vulneración de la propiedad intelectual, intento de apropiación indebida de las marcas… “No hay una rama del derecho en la que no haya un pleito”, ironizan desde el entorno del bodeguero.
Fernández se marchó de su casa. Se fue a vivir junto a su hija Eva en Valladolid. “Ella me acompaña, está conmigo”, explica el bodeguero en conversación con EL ESPAÑOL, quien está convencido de que -al final- habrá un acuerdo. “Hay que alcanzarlo, lo voy a hacer con mi mujer y cada uno a lo suyo”, repite una y otra vez. Reconoce, además, que el enfrentamiento familiar le duele: “Son mis hijas, no quiero un escándalo, hay que hacerlo bien”.
Quienes le conocen reconocen que él quiere “su Pesquera, su vida”, pero que está dispuesto a repartir el resto de las bodegas, de las marcas, de las tierras, del capital, de absolutamente todo lo que conforma el imperio.
Su objetivo es seguir adelante haciendo vino. De hecho, esta misma semana presentaba en Madrid dos nuevos vinos hechos con uva Tempranillo y crianza en barrica de roble. Es decir, fiel al estilo que le caracteriza desde hace décadas. ¿Con qué marca? Es una incógnita todavía, dado que el enfrentamiento familiar afecta también a la propiedad de Pesquera y al resto de las que tiene el grupo: Condado de Haza, Dehesa de la Granja y El Vínculo.
De sus palabras se desprende que esto es sólo el principio, porque su objetivo es seguir haciendo vino junto a su hija Eva hasta que “Dios me lleve al otro lado”, sobre todo porque no saber hacer otra cosa. Para el bodeguero su hija Eva es su 'ojito' derecho. Siempre se dijo que estaba llamada a sucederle al frente del imperio familiar. Para hacernos una idea, con 26 años ya se hizo cargo de una cosecha ella sola por primera vez.
Durante una entrevista con EL ESPAÑOL en junio de 2017, Eva reconocía que les había costado "acoplarse, pero al final hemos hecho un buen equipo". Un dream team que está dispuesto a hacer brillar de nuevo el nombre de Alejandro Fernández y, si nada ni nadie lo impide, el de Pesquera.
A sus 86 años Fernández desprende ilusión, fuerza, pasión y ganas por seguir adelante con su Ribera del Duero: “Quiero que todo el mundo beba un buen vino porque es un alimento increíble”, termina diciendo antes de acabar la conversación.
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