En los años de la crisis, los viernes por la noche en los que tocaba revisar el rating de España al cierre de Wall Street, el miedo se apoderaba de los despachos del Ministerio de Economía. Hasta tal punto, que el exministro del ramo, Luis de Guindos, decidió prescindir de los servicios de las grandes agencias de calificación crediticia.
Desde entonces, S&P, Moody's y Fitch trabajan gratis para evaluar el riesgo de España. Sin embargo, sus recomendaciones siguen siendo seguidas por el mercado y curiosamente, ahora que el Gobierno ya no es su cliente, los informes de rating están siendo más favorables para los intereses de España. En los últimos, han llegado a minimizar los efectos del fracaso político que obligará a los españoles a volver a las urnas el próximo 10 de noviembre.
S&P Global (antigua Standard & Poor's) revisó el pasado viernes la nota de España y sin esperar al resultado electoral decidió elevar el rating hasta una A (letra que en el argot de las agencias es un notable).
Con el Presupuesto prorrogado, los analistas de la agencia se mostraban confiados en que el déficit caerá este año hasta situarse en el entorno del 2% y estimaban un crecimiento para el PIB del 2,2% (dos décimas superior al actualizado en las proyecciones del Banco de España de este martes).
Ese optimismo también era compartido por la agencia DBRS, que mejoró su perspectiva para la nota de la deuda española (lo que avanza una posible subida de rating en la próxima revisión).
Ahorro para el Tesoro
El resultado de esos movimientos se está dejando notar en los rendimientos que paga el Tesoro por sus bonos. La prima de riesgo española ha caído esta semana en ocho puntos y la demanda de bonos del Reino de España se ha elevado de forma notable desde el lunes, según recogía este miércoles Refinitiv (antigua Thompson Reuters).
La deuda española sigue ofreciendo más rentabilidad que la de otros países europeos, como Francia, Bélgica o Alemania, y el temor a que un impeachment a Donald Trump en Estados Unidos o un Brexit caótico agiten las turbulencias de los mercados, ha animado a los inversores estos días a comprar bonos en Europa.
Los que emite el Tesoro son especialmente atractivos, con una nota de A y una rentabilidad mayor a la de sus vecinos y menor a la de Italia, el país que en este momento está más en el punto de mira por su inestabilidad política. Y el resultado está siendo una avalancha de compras.
Hasta tal punto que el rendimiento del bono español a 10 años es el inferior desde el pasado 12 de septiembre, fecha en la que Mario Draghi anunció una nueva oleada de estímulos que fue celebrada con compras en los mercados de deuda.
"La mejora de la calificación [de S&P] podría haber llevado a los inversores entrar y comprar España", señalaba el estratega del banco japonés Mizuho, Peter McCallum en declaraciones recogidas por Refinitiv.
Previsiones más duras
El optimismo de las agencias de rating no es compartido por todos los analistas y servicios de estudio independientes. Más allá del duro Informe Trimestral de la Economía Española, difundido esta semana por el Banco de España, son muchos los analistas que se muestran cautos y preocupados por la evolución económica de un país que sigue siendo vulnerable a futuras crisis por su elevada deuda.
En una reciente nota enviada a sus clientes, el director de Estrategia en España de UBS, Roberto Scholtes Ruiz avanzaba que "el crecimiento del PIB se va a instalar por debajo del 2% en el primer trimestre de 2020 y será aún más difícil cuadrar los Presupuestos sin haber afrontado las imprescindibles reformas estructurales".
Su visión era complementada por otra nota del banco de inversión suizo sobre España en la que se explica que el resultado electoral del próximo 10 de noviembre "es poco probable que lleve a un Gobierno fuerte y estable con capacidad o vocación de llevar a cabo grandes reformas estructurales". Sin embargo, la firma de inversión advertía que el mercado no se alarmaría por este hecho dado el alto dopaje de estímulos que está inyectando el BCE.