Los bancos españoles han vivido concentradas en la última década dos de sus peores crisis, que se han sucedido de forma paralela a una de las mayores transformaciones de su historia: la digitalización. A la crisis financiera de 2012 le ha seguido tan solo ocho años después la pandemia, que ha acelerado e intensificado la relación digital que los clientes mantienen con sus entidades financieras, de forma que cuando termine 2021 la banca habrá cerrado los diez años de mayor transformación de su historia.
Esta situación ha tenido múltiples daños colaterales, de entre los que destaca el más sensible, el empleo. Al cierre de este año, los bancos españoles contarán con una plantilla más de un 35% inferior a la que tenían diez años antes, lo que supone la destrucción de unos 90.000 puestos de trabajo.
De acuerdo con los últimos datos disponibles del Banco de España, las entidades españolas tenían en plantilla unos 176.838 empleados al cierre de 2019, lo que supone un 27% menos que en 2011, justo antes de que estallara la crisis financiera.
En aquel momento, la plantilla conjunta ascendía a 242.726 empleados, si bien el máximo histórico se había alcanzado poco antes, en 2008, en el momento del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que dio lugar a una de las peores crisis de la historia de España. Entonces los trabajadores del sector bancario alcanzaron la cifra de 270.855.
Las cosas son muy diferentes ahora. A lo largo del pasado año, los once mayores bancos del país recortaron más de 3.200 puestos de trabajo, según consta en la información que facilitan al mercado, a lo que se suma el fuerte recorte que llevarán a cabo a lo largo de 2021, que podría llegar a los 17.000 empleos, dependiendo de cómo terminen los procesos de negociación para despidos colectivos que están en curso.
Algunos procesos de ajuste se han negociado en los pasados meses, como el de Santander (3.572 salidas) o el de Ibercaja (750 afectados) y las prejubilaciones acordadas por Sabadell (1.800), mientras que otros se están empezando a debatir ahora entre las direcciones y los sindicatos, como los de CaixaBank y BBVA.
En el aire está, de momento, el que tendrá que llevar a cabo Unicaja tras la fusión con Liberbank, que no se empezará a negociar hasta que la integración legal se efectúe, lo que ocurrirá, previsiblemente, el próximo verano. Teniendo estas cifras en cuenta y a falta de los datos definitivos el sector podría cerrar 2021 en el entorno de los 156.000 empleados.
Doble reestructuración
Las fusiones son el principal origen de la destrucción de empleo en el sector bancario y en la última década se han sucedido dos rondas de consolidación. La primera, la más fuerte, se produjo tras la reestructuración del sistema de las cajas de ahorros, con nacionalizaciones e inyecciones de capital público de por medio, y dio lugar a numerosas fusiones, con la consecuente desaparición de decenas de entidades.
El sistema financiero pasó de estar dominado por cajas de ahorros en cada esquina del territorio español a contar con apenas una decena de bancos. De hecho, la figura de la caja de ahorros prácticamente ha desaparecido en la actualidad y en estos momentos solamente dos entidades llevan ese apellido: Colonya (la antigua Caixa Pollença) y Caixa Ontinyent.
La segunda ronda de consolidación se vive en estos momentos. La pandemia, a la que las entidades llegaron ya sumidas en una fuerte crisis de rentabilidad por los tipos bajos, ha obligado a las entidades a insistir aún más en la búsqueda de la eficiencia.
Las fusiones se han convertido en una solución para algunas de ellas. Es el caso de Bankia, que desapareció legalmente el mes pasado tras una década de existencia al integrarse en CaixaBank, y el de Liberbank, que hará lo propio en los próximos meses, una vez se incorpore a Unicaja.
Esta situación disgusta a los sindicatos, que lamentan la "constante" destrucción de empleo del sector. Desde UGT consideran "inadmisible" que en el contexto de la crisis sanitaria "se vuelva a situar a decenas de miles de personas y sus familias en una situación dramática y llena de incertidumbre".
El declive de la oficina
Sin embargo, las fusiones no son la única fuente de destrucción de empleo bancario. La mayor parte de la fuerza laboral de los bancos se ha encontrado siempre en las sucursales, que, debido a la digitalización del sector, miran al futuro próximo con una alta dosis de incertidumbre.
La red de oficinas de los bancos se ha reducido prácticamente a la mitad desde 2007, antes del estallido de la pasada crisis económica, hasta las 22.299 que tenía al cierre de 2020, y las sucursales que quedan están en plena transformación. Las Store de CaixaBank o las Smart y los Work Café de Santander son solo algunos ejemplos de cómo las entidades están dando una vuelta de tuerca a un concepto de atención al cliente que cada vez exigen menos usuarios.
Y es que hasta los clientes de más edad están cambiando sus dinámicas. La pandemia ha acelerado la digitalización de los usuarios bancarios, especialmente la de los mayores, que eran los que más lejos de las nuevas tecnologías se situaban siempre. Esta situación pone contra las cuerdas a los bancos a la hora de gestionar su presencia física, pues algunos clientes siguen requiriendo atención presencial para realizar sus gestiones, especialmente en el ámbito rural, donde vive más gente mayor.
Al reducirse las visitas a las sucursales cambian los perfiles que los bancos buscan a la hora de contratar, cada vez más tecnológicos. En las entidades menos tradicionales, la tendencia va mucho más allá, como explica a Invertia en una entrevista la directora general de N26 en España, Marta Echarri: la plantilla de su entidad está formada en un 75% por ingenieros.
Para esta transformación está claro que no hay vuelta atrás, como lo está el hecho de que esta segunda gran reestructuración de la década se cerrará también con el broche de despidos colectivos. Se confirma de nuevo que la reducción de las plantillas bancarias es una tendencia que está lejos de frenar.