Enrique, el hostelero que ha pasado de vender 1.000 bocatas de calamares diarios en Sol a donarlos en Ifema
La Campana ofrece gratis bocadillos a todo el personal del hospital de campaña puesto en marcha en el recinto ferial de Madrid.
19 abril, 2020 02:37Noticias relacionadas
De vender miles de bocatas de calamares en la Plaza Mayor de Madrid a ofrecer gratis 600 al día al personal del hospital de campaña de Ifema. Así es como ha cambiado el día a día Enrique Alen, el propietario de uno de los locales con más solera y fama de la capital, La Campaña, que esconde una bonita historia de solidaridad en plena crisis sanitaria y caída de la hostelería en el país.
Enrique Alen pertenece a la segunda generación de este negocio familiar que se inició hace más de un siglo, más concretamente en 1890 (inicialmente era una bodega que pertenecía a otro dueño). En estos más de cien años, este bar ha visto pasar por su puertas millones de turistas, madrileños o amantes de la gastronomía tradicional. Pero nunca había vivido una crisis como la actual, que le ha obligado a cerrar su local y a echar una mano con lo que mejor sabe hacer: bocatas de calamares.
“Ofrecemos gratis entre 500 y 600 bocatas diarios a todo el personal del hospital de campaña de Ifema, tanto trabajadores del Samur, como médicos, bomberos y otros empleados”, explica a Invertia Enrique, quien decidió poner en marcha este servicio en su foodtruck desde casi el inicio de la apertura del hospital de campaña.
¿Y cómo surgió la idea? “Tenía la foodtruck parada en el Ifema”, comenta Enrique, ya que La Campana forma parte de la oferta gastronómica de algunas de las ferias que se realizan en el recinto. Así que le comentó a sus trabajadores la idea de ofrecer bocadillos gratuitos al personal del hospital de campaña e inmediatamente muchos de ellos se presentaron voluntarios.
Además, lo hacen con las medidas de seguridad correspondientes. En el suelo tienen marcadas las distancias y sus trabajadores cuentan con mascarillas y otras pautas de higiene a seguir. Enrique aporta los famosos y míticos calamares, pero cuenta con más ayuda para “poder sufragar parte de los gastos”.
Ayuso comió un bocata
Así, empresas como el grupo cervecero Mahou San Miguel ofrecen todos los refrescos y el agua a través de su marca Solán de Cabras que Enrique Alen deja en carros que “se vacían siempre cuando salen a aplaudir a las 20:00 horas de la tarde”, recuerda. Pero hay otras compañías que colaboran en esta iniciativa como Campofrío, El Pozo, Frozen Foods, Casa Pepe, Ben-Car o Choví.
No es el único puesto de comida del recinto de Ifema. De hecho el hospital de campaña se ha convertido en lugar que más donaciones recibe: desde alimentos básicos de Mercadona hasta material de cama de El Corte Inglés o mantas de aerolíneas como Iberia y Air Europa.
Junto a estas donaciones, el gesto e iniciativa de Enrique es agradecido por todos los trabajadores del hospital de Ifema. “La gente lo agradece mucho”, afirma. Hasta la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se comió un bocata de calamares. “Es muy simpática”, reconoce el hostelero de la capital.
Su local cerrado
Y todo ello sin recibir nada a cambio. “No hago esto por dinero, sino por solidaridad y responsabilidad. Hay que arrimar el hombro”, señala a este periódico. Y eso a pesar de que Enrique también sufre desde su negocio la otra cara de la moneda, la de tener un local cerrado y no generar ningún tipo de ingreso. “Estoy asumiendo pérdidas”, lamenta.
Ubicado al lado de la Plaza Mayor, en la calle Botonera 6, este icónico establecimiento permanece cerrado desde el 14 de marzo, tras decretarse el primer estado de alarma por el coronavirus. Su propietario prevé poder abrir a finales de mayo o principios de junio para seguir vendiendo de media entre 800 y 1.000 bocatas diarios; pero es realista con las restricciones. “Serán severas”, opina.
“Habrá un aforo limitado, será necesario poner mamparas y sistemas de protección para los empleados”, asegura, algo que en su opinión también afectará a la reducción de personal.
“Este sector junto al turismo es el más tocado por esta crisis”, reconoce este hostelero, ya casi al borde la jubilación para dejar paso a su hijo y, por tanto, a la tercera generación que lidiará con las consecuencias de esta pandemia. Eso sí, siempre con la voluntad de seguir haciendo felices a muchos con sus bocatas de calamares.