Hasta ahora, la UE había logrado mantener un frente común en las sanciones económicas sin precedentes impuestas a Rusia por su guerra contra Ucrania. Una unidad que se ha preservado contra todo pronóstico pese a las importantes diferencias internas entre los Estados miembros. Sin embargo, el sexto paquete de castigo contra el Kremlin presentado esta semana por Ursula von der Leyen amenaza con dinamitar esta unidad europea y dar una primera victoria al Kremlin. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha amenazado con vetar el boicot petrolero contra Moscú alegando que sería una "bomba nuclear para la economía húngara".
El embargo total al petróleo ruso es precisamente el pilar central de este sexto paquete de sanciones. La presidenta de la Comisión propone que se introduzca de forma "gradual" y "ordenada" para dar tiempo a encontrar alternativas y reducir al mínimo el impacto de los mercados mundiales. Por eso, ha planteado un periodo transitorio de seis meses para el petróleo crudo y hasta finales de año para los productos refinados, como los combustibles.
Además, la propuesta de Bruselas contiene un tratamiento especial para Hungría y Eslovaquia, que reciben la mayoría de petróleo directamente desde Rusia a través del oleoducto Druzhba y por tanto tienen mucho más difícil encontrar alternativas. Estos dos países tendrán un año extra, hasta finales de 2023, para deshacerse del petróleo ruso. El Gobierno checo negocia una excepción similar.
El sexto paquete de sanciones contra Rusia está en la agenda de la reunión de los embajadores de la UE que se celebra este viernes en Bruselas. La presidencia francesa espera un acuerdo durante el fin de semana. Alemania y Austria, que durante mucho tiempo se opusieron al veto petrolero, han acabado aceptando pese a alertar de su fuerte impacto económico. Eslovaquia y Chequia están dispuestas a negociar. Pero la amenaza de veto de Orbán amenaza con hacer descarrilar todo el procedimiento, porque las sanciones exigen el apoyo unánime de los 27 Estados miembros.
En una entrevista este viernes con la cadena pública Kossuth Radio, el primer ministro húngaro ha tachado de "inaceptable" el boicot petrolero que plantea Von der Leyen. Su aprobación, ha proseguido, equivaldría a "arrojar una bomba nuclear sobre la economía húngara". Orbán acusa a la presidenta de la Comisión de "atacar esta unidad europea que tanto ha costado, ya sea voluntariamente o sin darse cuenta".
Una línea roja
Hungría necesitaría al menos cinco años y realizar enormes inversiones en sus refinerías y oleoductos para transformar su actual sistema, que depende en un 65% del gas ruso. "Un año o un año y medio no es suficiente para nada", ha dicho el primer ministro. Al mismo tiempo, ha cuestionado si vale la pena realizar una transformación tan costosa que sólo estará operativa en 4 o 5 años, cuando "la guerra está sucediendo ahora".
La propuesta de Bruselas significaria que no habría combustible en Hungría ni tampoco derivados del petróleo importantes para su industria. El primer ministro húngaro sostiene que los cinco paquetes de sanciones aprobados hasta ahora por la UE han hecho más daño a la economía europea que a los rusos, pero aún así Budapest los ha apoyado para mantener la unidad. Pero el embargo energético, ha proseguido, constituye "una línea roja".
En todo caso, Orbán no ha cerrado por completo la puerta a seguir negociando si Von der Leyen le presenta nuevas propuestas. Pero ha dicho que una cuestión como el embargo petrolero debe discutirse a nivel de líderes europeos en una cumbre. El primer ministro húngaro rechaza además otra de las propuestas de Bruselas: sancionar al jefe de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Kirill, por apoyar la guerra de Putin. Algo que a su juicio entra en el ámbito de la "libertad religiosa".
Desde el estallido en Ucrania, el primer ministro húngaro se ha convertido en la oveja negra de la UE por su resistencia a romper sus vínculos con el Kremlin. Budapest se ha desmarcado reiteradamente de la línea oficial de la UE, por ejemplo al aceptar pagar en rublos el gas ruso, Incluso el Gobierno de derecha radical de Polonia, que en los últimos años había forjado una alianza "iliberal" con Orbán en Bruselas, se ha distanciado ahora de él por bloquear las sanciones contra Putin.
Al mismo tiempo, el primer ministro húngaro mantiene su pulso con la Comisión a cuenta de su deriva autoritaria. Por primera vez, el Ejecutivo comunitario ha activado un expediente sancionador para congelar fondos comunitarios a la Hungría por los casos de corrupción y fraude generalizados en el país, que afectan a los intereses financieros de la UE. Además, Bruselas mantiene paralizado desde hace meses el plan de recuperación Next Generation de Orbán, cuya dotación asciende a 7.200 millones de euros.