Guerra de divisas, la gran amenaza oculta
James Rickards explica en uno de sus bestsellers que en 2008, en medio de la mayor tormenta financiera que hemos conocido, la inteligencia militar americana le invitó a formar parte de una especie de juegos de guerra con el objetivo de simular cómo amenazas menos convencionales, pueden desestabilizar el orden mundial acabando con la supremacía económica de los Estados Unidos. El juego consistía en componer diversos grupos integrados por expertos provenientes de muy diversos ámbitos de la economía y las finanzas para desarrollar estrategias de ataque y defensa en el ámbito financiero.
Uno de los grupos participantes en la simulación desarrolló su estrategia de ataque mediante la creación de una divisa alternativa al dólar, no con el deficiente fundamento teórico con el que hoy se crean nuevas monedas -caso del euro- sino utilizando una base monetaria respaldada por el oro con el fin de garantizar la entrega futura de activos reales estratégicos. El objetivo final obviamente sería mover el centro de poder mundial hacia el eje Rusia-China. Podría parecer un argumento de novela de Tom Clamcy, pero por desgracia es una idea que tiene más de realidad que de ficción.
Esta semana hemos tenido noticias inquietantes que, con tanto titular eufórico centrado en las bolsas, seguramente han pasado desapercibidos. China dio muestras de su poder legislativo desarrollando una durísima ley de seguridad en Hong Kong que choca frontalmente con los intereses de Occidente hasta el punto de que Reino Unido garantiza la ciudadanía británica a gran parte de los residentes de Hong Kong contrariamente a lo que aplica al resto de ciudadanos del mundo (efecto Brexit).
Mientras, los chinos vuelven a elevar la tensión con una superpotencia emergente como es India, con la que además mantiene un conflicto fronterizo. La polémica surgida en torno a la prohibición de Tik Tok en India tuvo como consecuencia un intercambio de amenazas para la transferencia de conocimiento y los intereses industriales de las dos regiones. Por otra parte, el mundo fue testigo del poder omnipresente de Putin, quien gracias una nueva reforma sacada de la chistera, podría perpetuarse en el poder si así lo quisiera.
China y Rusia, las dos super potencias protagonistas de los juegos de guerra. No es un tema de preocupación exclusivamente político o de amenaza para las libertades. Detrás está el poder de las divisas, algo que va más allá de sostener equilibrios en el inestable intercambio comercial global. Sus implicaciones están fuertemente interelacionadas con la idea de mantener un orden monetario en el que no hay una base real que respalde la emisión de moneda y con la excesiva dependencia emisora de los bancos centrales de las zonas económicas que mayor déficit estructural acumulan.
Con toda probabilidad la cruzada comercial de Trump contra China emergerá en la campaña electoral
Estos efectos irán a más en el año pues con toda probabilidad la cruzada comercial de Trump contra China emergerá en la campaña electoral por la necesidad de la economía americana de rebajar la fortaleza del dólar con el yuan.
En la medida que el confinamiento y el parón de la actividad han deprimido el consumo privado, por mucho que los índices de actividad o de paro superen ahora
las expectativas, la realidad es que la economía americana es ultra dependiente del
consumo. Nada menos que un 70% del PIB depende de este factor. Es por ello que
para revitalizar su déficit comercial con Asia, especialmente con China, EEUU
necesita de un dólar débil para permitir que la exportación de tecnología y otros
bienes, le permitan equilibrar su maltrecha balanza.
Hoy por hoy, la importancia del dólar no tiene nada que ver con su mal entendida condición de activo refugio. Tiene que ver con el hecho de que toda la marea monetaria que inunda los mercados financieros y lleva a los activos de riesgo a concatenar máximos, tiene su base en promesas construidas sobre una ilusión de pago. Es decir, de confianza. Si la confianza de los tenedores de dólares se viene
abajo por la amenaza de una nueva fuente de poder basada en una divisa alternativa o por la incapacidad del propio emisor de moneda fuerte de hacer frente a sus compromisos, y tener una deuda creciente que supone el 114% del PIB equivalentes a 24 billones de dólares lo hace muy difícil, el sistema indudablemente se vuelve frágil.
Pero la realidad es que Estados Unidos tiene muy difícil devaluar su moneda. Siete presidentes de la Fed y nueve presidentes de los Estados Unidos, lo llevan
intentando sin éxito desde hace cuarenta años.
Si lo consiguiese, además de una pérdida de riqueza evidente por el desplome de bolsas y del valor nominal de la deuda, el mayor damnificado sería Europa, aliado comercial y político de los americanos. Esa circunstancia podría ser la puntilla de la frágil economía en el tablero de las divisas ya que la respuesta de China sería la de devaluar su moneda para mantener el tipo de cambio fijado al dólar, sin importarle los efectos que pueda tener a medio plazo sobre la inflación. Sobre todo si cuenta con aliados como Rusia que le permitirían garantizar su enorme demanda energética y de materias primas.
Los efectos colaterales de adentrarnos en lo que Rickards llama la Tercera Guerra Mundial son impredecibles.
Las divisas son fuente de poder pero también de perturbación y los precedentes de la gran depresión de los Treinta y la etapa posterior al derrocamiento del patrón oro en los Setenta, son un serio aviso. Los efectos colaterales de adentrarnos en lo que Rickards llama la Tercera Guerra Mundial son impredecibles y no apuntan necesariamente a un final feliz. Hasta que eso suceda, disfruten del analgésico que hoy es la renta variable y sigan descorchando champán por los índices americanos.