La crisis del coronavirus ha abocado a muchos hogares españoles a una especie de economía de guerra donde muy pocos se muestran dispuestos a invertir en los próximos meses. Los más jóvenes parecen ser los más dispuestos a asumir este riesgo. Las plataformas que se lanzan a por los ahorros de este segmento de la población están de enhorabuena.
Los datos son contundentes. Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un 94% de los españoles no se plantea la compra de acciones, bonos o títulos del Tesoro de cara a los “próximos meses”. El porcentaje engorda hasta el 96,3% en el caso de los ciudadanos españoles con 65 años o más. Solo hay una franja de edad en la cual los que responden con un no categórico es inferior al 90%.
Un 9% de los que tienen entre 18 y 24 años sí que se muestran dispuestos a invertir en los próximos meses en estas clases de activos. Además, un 1,2% adicional responde que no ha tomado una decisión al respecto, con lo que la tasa podría ser incluso algo más generosa en un contexto en el que el grueso de la población parece optar por una estrategia de esperar a tiempos más favorables.
Más allá de llevar la contraria
Este comportamiento aislado -el siguiente grupo más propenso a la inversión en los próximos meses es el de entre 35 y 44 años con solo un 7,2% de respuestas favorables- se puede contextualizar con dos argumentos, según Lucía Garvía, asesora financiera de atl Capital Gestión de Patrimonios a Invertia. Y tienen poco que ver con la rebeldía.
El primero de ellos es que los más jóvenes “disponen de un amplio horizonte temporal para conseguir sus objetivos financieros y personales y, consecuentemente, son menos adversos al riesgo en momentos de volatilidad bursátil”. El segundo, que los ciudadanos en este rango de edad “no se encuentran en una fase de adquisición de vivienda”, de manera que sin este planteamiento en el horizonte a medio plazo, tienen más facilidad para “destinar sus primeros ahorros a la inversión financiera”.
En este sentido, el destino de estos jóvenes no suelen ser despachos de banca privada ni entidades financieras tradicionales, sino que suelen acudir más a plataformas de trading y a los cada vez más populares roboadvisors, que, además de un proceso sencillo y estandarizado de alta, suelen ofrecer su operativa a golpe de pulso en la pantalla del móvil y unas comisiones tan bajas que los canales tradicionales tienen muy difícil poder competir.
Este camino a veces implica riesgos añadidos, puesto que los ‘chiringuitos financieros’ -empresas de inversión que operan sin autorización alguna y suelen ser antesala de fraudes- no han dejado de proliferar en esta crisis del Covid-19 en la que muchos ciudadanos han dado por primera vez el salto al mundo de la inversión. Muchos de ellos jóvenes.
Los riesgos del pelotazo
En otros casos, señalan desde una sociedad de valores española, “lo que estos jóvenes buscan es dar el pelotazo y se meten en productos que ni siquiera entienden”. En este capítulo entran los siempre populares y arriesgados contratos por diferencia (CFD) sobre los que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha advertido en repetidas ocasiones.
“Leen cuatro cosas y se piensan que ya pueden operar por sí solos sin asesoramiento alguno”, comentaban por su parte los responsables de Fintup en una reciente entrevista con este portal.
La mayor disposición a invertir y la búsqueda de autonomía se ha convertido en el gran filón de muchas plataformas para hacerse con este público más joven. Recientemente el bróker Degiro anunciaba que un 75% de sus nuevos clientes durante el confinamiento tenían menos de 40 años.
Esta misma plataforma recibió más del doble de primerizos (+144%) que hace un año y una avalancha tal de solicitudes que tuvo que instaurar una lista de espera para nuevas alta.
Desde eToro anunciaban hace solo unos días un incremento de nuevas altas del 427% en el primer cuatrimestre del año. Su consejero delegado y confundador, Yoni Assia, no dudaba en atribuir este exponencial crecimiento al hecho de que “la volatilidad del mercado, inducida por el coronavirus, ha llevado el tema de la inversión cada vez más a los radares de la gente”.
El salto de novatos, jóvenes en su gran mayoría, a los mercados financieros ha sido tal en los últimos meses que hasta el supervisor europeo ESMA ha querido tomar cartas en el asunto. Una decisión que hace pensar que el panorama descrito por la última edición del CIS es extrapolable más allá de las fronteras españolas.
La institución lanzó a mediados de mayo una advertencia en la que urgía a todos los actores del mercado a poner a estos primerizos ante la consideración de los riesgos que conlleva la inversión financiera. La ESMA hablaba directamente de “llamar la atención” a la industria para evitar que el “aumento significativo en el número de cuentas de inversión abiertas por clientes minoristas” se estuviera produciendo a cualquier precio.
“En estos momentos en los que el mercado sufre una mayor volatilidad, los deberes de las empresas que prestan servicios de inversión principales o auxiliares con respecto a sus clientes son incluso mayores, especialmente cuando los clientes se inician en la actividad de invertir o tienen un conocimiento o experiencia limitados en esta materia”, señalaba el comunicado.
Verdes y pasivos
Aquí es donde entra en juego el papel de la educación financiera, tan escasa en España y por la que varias instituciones del sector llevan años luchando. Desde MyInvestor, que con una cifra de negocio de 500 millones de euros acaba de convertirse en la mayor fintech española, abundan en esta idea.
Una portavoz del neobanco señala a Invertia que, si bien la media de edad de sus clientes ronda los 40 años, sí que han percibido un creciente interés del público más joven más recientemente. En este sentido, apunta hacia un perfil con estudios superiores que entra en contacto con el mundo de la inversión también gracias a sus primeros trabajos en firmas de ingeniería o consultoría, entre otras. Una descripción que entra dentro del baremo que aporta el CIS.
Por lo que se refiere a productos, desde MyInvestor señalan que estos jóvenes inversores “tienen propensión hacia los fondos indexados”, algo que atribuye tanto a la facilidad para entender su funcionamiento como a su bajo capital de entrada -desde un céntimo en el caso del neobanco- y sus ínfimos costes de gestión. “También, y cada vez más, se interesan por los fondos ASG”, es decir, los enfocados hacia la sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza corporativa.
Esto último lo saben bien también en las grandes gestoras de la banca, que tienen en los fondos verdes un filón que en los últimos meses no dejan de explotar con nuevos lanzamientos e incluso con algunas promociones segmentadas por edad o patrimonio. Más cuando cada vez son más voces las que reclaman que la recuperación económica de esta crisis sea necesariamente sostenible.
El papel de las redes
A este creciente interés entre los jóvenes por la inversión contribuyen también las nuevas herramientas de trading social, que combinan la entrada en los mercados financieros con la creación de comunidades en torno a un líder más experimentado al cual el resto puede replicar. Algo que constatan las cifras de negocio más recientes de algunas plataformas que ofrecen este servicio como también la creciente popularidad de algunos perfiles de esta tipología en redes sociales como Twitter.
La Generación Z -que así se denomina a la que abarca a los nacidos entre 1991 y 2001- se presenta como un filón toda vez que las iniciativas de educación financiera cada vez gozan de una mayor difusión y profundidad de contenidos. En este sentido, varias entidades consultadas coinciden en que si el mensaje de las aportaciones periódicas consigue calar en estos jóvenes, puede estar en ciernes una generación de inversores más allá del trading oportunista por el que la mayoría parecen iniciarse.
Herederos de grandes fortunas
Y no se trata solo de unos pequeños ahorros de una generación despreocupada. Un reciente estudio del banco suizo UBS señala que un tercio de las grandes fortunas familiares -lo que en el argot financiero se conocen como family offices- tienen pendiente el reto de la sucesión. Los actuales administradores de estos patrimonios rondan los 65 años de edad y, según el estudio, “mantienen abiertas las opciones a la hora de ceder el testigo”.
La generación que está creciendo con el auge de la gestión pasiva e indexada y que reclama un mundo más sostenible se postula para tomar el relevo de aquella que, según el último CIS, es la más reacia a invertir en medio de esta pandemia. El pulso por los ahorros de la Generación Z acaba de empezar.