El 19 de octubre de 1987 el Dow Jones se hundió un 22,6% en una sola sesión, su segunda mayor caída desde 1914. Entonces se desplomó un 24,4%, después de que la Bolsa de Nueva York estuviera cerrada cuatro meses durante la primera Guerra Mundial.
En un solo día, apenas unas horas, casi la cuarta parte de la capitalización bursátil de las cotizadas se volatilizó, eliminando las subidas acumuladas durante cinco años.
El desplome bursátil superaba incluso al del 28 de octubre de 1929, cuando el principal indicador de la bolsa de Estados Unidos cayó un 12,8%, hecho que se conoce como el inicio de la Gran Depresión, periodo durante el cual las bolsas estadounidenses perdieron de media un 80% de su valor.
Lo más curioso del caso, y también lo más desconcertante y poco tranquilizador, es que no hubo un hecho al que se le pudiera achacar una reacción tan adversa del mercado.
“El mercado estaba muy caro y estaba buscando alguna excusa para reaccionar”, explicó años después John Phelan, que en aquellos momentos era el presidente de la New York Stock Exchange (NYSE).
Cisne negro
Desde que N. Taleb lo utilizara para describir un hecho inusual al que luego se le quiere dar una aplicación racional, la expresión cisne negro se ha querido aplicar a muchos eventos pero, sin duda, este es uno de ellos.
A posteriori se han querido buscar muchas explicaciones pero lo cierto es que parece que ocurrió porque, al cabo de los años, todo tiende a ocurrir alguna vez.
Pero para nuestra tranquilidad, siempre debemos encontrar una explicación y, a posteriori, lo cierto es que había algunos indicios de que algo no iba bien.
Entre el 14 y el 16 de octubre de 1987 hubo caídas: un 10% en tres días. Era la peor racha en ese plazo del Dow Jones desde que, en mayo de 1940, Hitler derrotó a los franceses. De hecho, la caída del viernes anterior al Lunes Negro fue preocupante el enorme volumen que se negoció.
Durante el fin de semana muchos clientes pusieron órdenes de venta hasta el punto que ya, en la apertura del lunes, el desequilibrio entre el papel y el dinero era tan grande que la caída fue alimentándose. Con ella crecía el miedo y las ganas de deshacer posiciones mientras se notaba la ausencia de compras finales que pudieran sostener el mercado. Los derivados (futuros), además, ofrecían la posibilidad de amplificar las ventas.
La excusa que encendió la mecha, o al menos eso se cree, fue que dos buques de guerra de Estados Unidos bombardearon una plataforma de crudo de Irán en el Golfo Pérsico, en respuesta a un ataque de Irán con misiles al barco con bandera estadounidense.
Ese día las ventas se iniciaron en Hong Kong y siguieron por toda Europa. Pocos pudieron imaginar el descalabro que sucedería en Wall Street.
Paralelismos
Aquello ocurrió tras cinco años de subidas. En la actualidad, a pesar del revolcón de 2020, podemos decir que las subidas son constantes desde marzo de 2009.
Ocurrió tras haberse marcado máximos históricos en agosto de 1987. Este año el Dow Jones también los marcó.
Hubo una escalada de precios del crudo y de las materias primas, como ahora. Había fuertes temores inflacionistas.
Japón era el gran rival económico, hoy lo es China. La economía norteamericana sufría de un elevado déficit por cuenta corriente y presupuestario.
Sin embargo, al contrario que en la actualidad, el dólar se depreciaba y en torno al 30% de los estadounidenses invertía en bolsa, muchos menos que en la actualidad por lo que el mercado estaba falto de inversores finales.
La Fed actuó tarde pero actuó
En la mañana del 20 de octubre, el reciente presidente de la Fed, Alan Greenspan, hizo una breve declaración: "La Reserva Federal, en consonancia con sus responsabilidades como banco central de la Nación, afirmó hoy su disposición a servir como fuente de liquidez para apoyar el sistema económico y financiero".
Ahí empezó su leyenda, y su prestigio se disparó ya que con esos fondos que inyectó (y que luego retiró rápido del mercado, para nada se podía imaginar una situación como la actual de años de inyecciones de liquidez) calmó totalmente a los mercados.
A pesar del Lunes Negro, el Dow Jones acabó en positivo 1987 (2,26%), subió un 11,85% en 1988, y un 26,96% en 1989. Tampoco hubo implicaciones económicas, ni fueron la causa ni hubo consecuencias. Todo siguió igual.
Lo que sí cambió fue el modo en el que las bolsas de todo el mundo afrontan el pánico bursátil. Si bien hay casos extremos como Rusia en 2008, o Filipinas el año pasado, que ante la previsión de fuertes caídas directamente cierran la negociación durante el tiempo que estiman necesario, en general lo que aplican todas desde 1987, incluida la bolsa española, son los llamados “circuit breaker” o parones obligatorios en el mercado cuando la volatilidad es excesiva.
5 años después el Dow Jones cotizaba un 83% por encima del cierre del 19 de octubre de 1987, aunque algunos valores aún cotizaban por debajo.
Qué pasó en la bolsa española
Entonces en las diferentes bolsas españolas (Madrid, Barcelona y Bilbao) la contratación se hacía mediante el sistema de corros a viva voz, y se realizaba entre las 10 y las 12 de la mañana por lo que el 19 de octubre no pasó nada especial.
El martes 20 el Dow Jones recuperaba un 5,88% pero antes de eso, el resto del mundo sufrió las consecuencias de lo del 19: Londres se desplomó un 13,2%, Tokio un 14,9%, Frankfurt un 5,6%, Zurich un 5%... y Madrid un 5,73%.
Esto es mucho teniendo en cuenta que la mayoría de valores tenían un límite de fluctuación máximo del 5%. Testigos de aquel día afirman que hubo valores en los que sencillamente no hubo compras. Hasta ese día tampoco era habitual mirar el comportamiento de las bolsas internacionales para la operativa diaria.
Díez días después del crash americano, el parqué español sufrió la mayor caída de la historia –entonces- al recortar algo más de un 9%.
La bolsa española tardó más que las demás en recuperar los niveles previos al Lunes Negro pero hay que tener en cuenta que había subido muy deprisa. De hecho, en 1986, su rentabilidad fue del 108%.
¿Puede volver a ocurrir?
La respuesta breve es que no en tan poco tiempo. Prácticamente en ningún mercado importante, y menos en Wall Street, se va a permitir que en unas horas se pierda tanto porcentaje.
La SEC en Estados Unidos, tras un flash crash de 2010 en el que el Dow Jones cayó un 9% en minutos, aún endureció más las normas post-Lunes Negro de 1987 y quedan así:
Tras una disminución del 7 por ciento del precio de cierre del S&P 500, la negociación se detiene automáticamente durante 15 minutos, se para otra vez en el -13% y si se llega al 20%, ese día se ha acabado ya el mercado.
En China si se llega al -7%, ya se cierra la negociación hasta el día siguiente. Sin embargo, en Europa, y en el mercado español también, funcionan los parones pero no hay una norma de parar la negociación totalmente. Por supuesto, también hay medidas similares para acciones concretas.
Por otra parte, aparte de estas medidas para intentar frenar el pánico, es evidente, como vimos el año pasado, que el miedo puede hacer caer mucho las cotizaciones, y que 1987 nos enseñó que no hace falta una pandemia o una crisis económica o un gran atentado como en el 11-S, para que pueda ocurrir.
Pero fue un evento muy extraño, que no está asociado a ninguna crisis real y que no tuvo impacto económico que resaltar. Probablemente no pueda producirse en la actualidad, con mercados más líquidos e interconectados.
Es inevitable intentar hacer comparaciones pero, a no ser que el mercado cambie mucho y los bancos centrales dejen de inundar el mercado con liquidez, es muy complicado que no haya compras finales que sujeten el mercado si el desplome no ocurre por algún hecho –como fue el Covid19- que pueda interpretarse como el inicio de una crisis.