La guerra de Ucrania no solo ha dinamitado las aspiraciones del país por formar parte de la OTAN. También las del bitcoin por entrar al selecto grupo de activos considerados refugio. La oportunidad dorada de la criptomoneda reina para demostrar su capacidad como reserva de valor se ha convertido en confirmación de que su precio baila al compás del grueso del mercado.
Los defensores más aguerridos de las criptomonedas venían tiempo defendiendo que, cuando llegase un gran cataclismo, el bitcoin brillaría con fuerza. Sin embargo, lo cierto es que las caídas aparecieron con fuerza en su gráfica de precios tan pronto como Moscú envío sus primeros misiles contra objetivos militares en territorio ucraniano.
En este sentido, conviene recordar que, al tratarse las criptomonedas de activos descentralizados sin un mercado de referencia, su contratación se permite durante las 24 horas del día los siete días de la semana a través de infinidad de plataformas. Si se toman como referencia los precios de Binance, la mayor de ellas a escala internacional, el desplome desde la víspera del ataque hasta mínimos intradía del jueves alcanzó el 10,2%.
El retroceso máximo para el EuroStoxx 50, el índice de referencia para las bolsas de la Eurozona, fue del 5,52%en el mismo periodo de tiempo. Mientras tanto, el índice MOEX de la Bolsa de Moscú sufrió caídas de hasta el 45,5% en sus golpes más profundos. Sin olvidar que, en estos casos, la contratación sí que está sujeta a los horarios ordinarios de apertura.
Aquí, son varias las voces que a través de redes sociales y foros han argumentado que el golpe al bitcoin se habría sobredimensionado por seguir la actualidad minuto a minuto. Sin embargo, no hay que olvidar que todo lo que ocurre una vez que las bolsas cierran sesión -a las 17:30 horas de Fráncfort en el caso del EuroStoxx y a las 16:15 horas de Moscú en el MOEX- se recoge en la subasta de apertura previa al primer cruce de órdenes de la siguiente sesión.
Los defensores más aguerridos de las criptomonedas venían tiempo defendiendo que el bitcoin brillaría con un gran cataclismo
Precisamente por este motivo los cruces más bajistas para ambos índices bursátiles se vivieron en la apertura de la sesión del jueves. Un momento en el que el pánico inversor se agolpó ante la falta de informaciones concretas sobre los objetivos de Rusia, el alcance del ataque y la reacción defensiva de Ucrania. Después, conforme se fueron conociendo más detalles sobre lo acaecido, los nervios se fueron templando, aunque lógicamente solo en parte.
Una vez expuestos estos datos y consideraciones, lo importante de la cuestión es que el bitcoin estuvo lejos de comportarse como un activo refugio. Los dignos de formar parte de esta categoría en las carteras de inversión se caracterizan por sus movimientos habitualmente a la contra del conjunto del mercado: se revalorizan cuando casi todo cae y sufren cuando lo demás repunta.
No es una cuestión de alquimia la que determina este comportamiento, sino que se debe a circunstancias mucho más humanas. En primer lugar, porque los activos refugio suelen contar con una oferta escasa y bastante estable. Hasta ahí, una definición en la que el bitcoin encaja a la perfección, pues su protocolo está diseñado para una emisión máxima de 21 millones de monedas imposible de revisar al alza.
La definición sigue por la circunstancia de que su demanda se multiplica en momentos de incertidumbre debido a que su oferta predecible prácticamente imposibilita la aparición de fuertes desplomes. En sentido opuesto, en momentos de euforia generalizada, su demanda se contrae a cotas más estables porque los inversores suelen optar por activos de riesgo gracias a la posibilidad de conseguir rendimientos más abultados para su capital.
Aquí es donde el bitcoin ha sido derrotado. Los volúmenes de compra y de venta sobre la criptomoneda más seguida del mundo -y, en consecuencia, la evolución de su precio- se han comportado en línea con el conjunto de los activos considerados de riesgo. Nada que ver con sus aspiraciones de convertirse en el ‘oro digital’ de las nuevas generaciones.
En su lugar, el oro -activo refugio por antonomasia desde hace siglos- llegó a apreciarse un 3,5% cuando las tropas rusas dirigieron sus primeros ataques hacia Ucrania este jueves. Justo cuando las bolsas, las divisas de los países implicados en la guerra y el bitcoin caían más a plomo.
Las evidencias de la correlación entre las criptomonedas y los activos de riesgo tradicionales se multiplican y se vuelven más evidentes
Al día siguiente, cuando los cazadores de gangas pusieron a trabajar sus carteras de liquidez para comprar acciones con fuertes descuentos tras los desplomes de la víspera, la onza del preciado metal sufrió un revés del 2%. Y comportamientos similares pudieron verse en el dólar estadounidense, el platino y el ‘bund’ alemán.
Los académicos defienden en este sentido que un activo refugio no es aquel que te asegura ganancias sí o sí, sino salvaguardar mejor el capital invertido e incluso incrementarlo en un momento de fuerte tensionamiento de los mercados. En sentido opuesto, permanecer en ellos en momentos de bonanza suele traducirse en renunciar a la rentabilidad que otros activos más volátiles pueden aportar.
Desde que el coronavirus traspasó las fronteras de Europa hasta el pico de la segunda ola, el EuroStoxx 50 perdió un 13,5% de su valor. El oro se encareció un 20,5% en los mercados de materias primas. Y el bitcoin sumó un 61,8%. Un comportamiento que había llevado a muchos a suponer que se había convertido en una reserva más de valor.
Sin embargo, su evolución más reciente ante otros episodios de incertidumbre parece apuntar a que la realidad está muy lejos de este escenario. Más allá de los datos ya señalados sobre la guerra de Ucrania, la situación fue muy parecida cuando se detectó la variante ómicron de la Covid-19 en noviembre del año pasado. Hace justo tres meses.
Entonces, el EuroStoxx 50 sufrió un retroceso del 4,7% debido al miedo a un nuevo cerrojazo económico como en los días del confinamiento. Las necesidades de entregar garantías adicionales sobre las carteras de inversión llegaron a afectar al oro, que en medio de una sesión de penalización generalizada tan solo cedió un 0,14%. Una cota más que anecdótica si se tiene en cuenta que la retirada de posiciones en el bitcoin supuso un golpe del 8,8% para su cotización.
Las imágenes de la primera ola de la pandemia y del jueves pasado en Ucrania parecen aportar la clave en este tema. En momentos de pánico extremo, lo que buscan las personas es tener la despensa y los bolsillos llenos. No hubo caídas en los servidores de carteras digitales de bitcoin -como sí las sufrió Coinbase en plena euforia del intermedio de la Super Bowl-, sino que fueron los supermercados y los cajeros automáticos los que no dieron abasto a una demanda desbocada.
El caso de la guerra de Ucrania es aún más significativo en este análisis. Y es que solo unos días antes de que Rusia procediera a la invasión, la Rada Suprema ucraniana dio validez legal a las criptomonedas para su uso por parte de la población tanto en operaciones de compraventa como de depósito de ahorros. Una medida de urgencia para que sus ciudadanos pudieran conservar el acceso a su dinero con independencia de la situación del país.
En momentos de pánico extremo, lo que buscan las personas es tener la despensa y los bolsillos llenos
Sin embargo, a pesar de el volumen de transacciones en Ucrania llevaba tiempo siendo mayor en criptomonedas que en grivnas -que es el nombre que recibe su divisa nacional-, lo cierto es que las colas se formaron en las sucursales bancarias para proceder a ingentes retiradas de dinero en efectivo. Nada comparado con el volumen de entrada de nuevos fondos en plataformas de criptomonedas operativas en el país.
Ni siquiera la amenaza de expulsar a Rusia del sistema internacional de pagos SWIFT ha tenido un efecto de medio plazo sobre las criptomonedas más populares. El conocido como ‘botón nuclear’ del sistema financiero tradicional tampoco ha servido para movilizar capitales desde las cuentas en divisas fiduciarias hacia el bitcoin y sus hermanas pequeñas.
En contra de la creencia en que Satoshi Nakamoto alumbró un nuevo activo refugio el 3 de enero de 2009, las evidencias de la correlación entre las criptomonedas y los activos de riesgo tradicionales se multiplican y vuelven más evidentes en los últimos días.
Una situación que hace más comprensibles las alertas que instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de España han lanzado en las últimas semanas urgiendo a una regulación del sector que levante cortafuegos entre ambos mundos. El objetivo no es otro que el próximo incendio del bitcoin no reduzca a cenizas el resto del sistema financiero global.
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