La proliferación de criptomonedas estables (stablecoins), que nacen con el objetivo de convertirse en depósitos de valor, comienza a dibujar una incipiente amenaza para el sector financiero. La ‘criptoización’ de los ahorros de los hogares, tradicionalmente alojados en depósitos bancarios, ha llevado al gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, a alertar de los riesgos que supondría una eventual retirada masiva de posiciones en estos criptoactivos.
El reciente desplome de precios de algunas de las criptomonedas más populares, como el bitcoin y el ethereum, ha llevado a muchos inversores a buscar refugio en estas stablecoins. Y es que su principal virtud es que cuentan con un tipo de cambio fijo ante alguna moneda fiduciaria -normalmente el dólar-, de manera que suponen una fórmula bastante accesible para mantener posiciones en el ecosistema cripto, pero echando el freno a las pérdidas acumuladas.
Sin embargo, es en la forma en la que estas stablecoins fijan su tipo de cambio donde subyace el abultado problema que podría entrañar para el sistema financiero tradicional un posible colapso generalizado del mercado de criptoactivos. En este sentido, el paso siguiente a transferir el capital invertido hacia estas monedas estables sería su venta con el objetivo de obtener el dinero fiat en el que sus inversores se siguen manejando en el día a día a pesar de la imparable popularidad de las criptomonedas.
Rescatar o liquidar
En el mejor de los casos, los proveedores de estas stablecoins tendrían que rescatar sus reservas en la divisa fiduciaria de referencia para atender estas solicitudes de venta. En el peor, proceder a la liquidación de sus posiciones en otros activos denominados en la moneda de curso legal de turno para atender estos reembolsos.
Este último escenario es el que podría desembocar en un efecto dominó que, en caso de una estampida similar a la que se produjo en las bolsas con la aparición del coronavirus en marzo de 2020, se traduciría en abultados descalabros en el precio de numerosos activos y mercados del sistema financiero clásico. Y no se trata de un escenario apocalíptico de ciencia-ficción.
La volatilidad característica del mercado de criptoactivos, que deja una brecha del 135% entre máximos y mínimos de cotización para el bitcoin en el último año, suele ser caldo de cultivo para la sobrerreacción de los inversores. Más, si cabe, cuando muchas posiciones tienen un claro componente especulativo y han sido formuladas por inversores con poca experiencia y escaso capital.
Ante este horizonte, son cada vez más las alertas que llegan desde reguladores y supervisores de todo el mundo para reclamar acciones coordinadas que establezcan cortafuegos entre el mercado de criptoactivos y las finanzas tradicionales. Una de las voces más reputadas en sumarse a esta exigencia ha sido la de los expertos del Fondo Monetario Internacional (FMI) después de haber constatado que la correlación positiva entre las criptomonedas y los mercados de capitales se ha llegado a multiplicar por 35 en los últimos tiempos.
Oro, depósitos y pelotazos
Las monedas digitales que hace poco tiempo sus entusiastas presentaban como el ‘oro digital’ han terminado moviéndose al son de las bolsas y los bonos. Y eso es lo que ha hecho saltar las alarmas y acelerar en muchos casos los procesos de regulación que algunos países tenían estancados desde hace tiempo. Mientras tanto, los tradicionales lingotes del preciado metal sí que han conseguido reivindicarse como verdadero refugio en medio de los últimos episodios de tensión.
Por si fuera poco, el reclamo de la estabilidad de las stablecoins combinado con el de las altas rentabilidades conseguidas en algunos periodos por depende qué criptomonedas amenaza con multiplicar exponencialmente el riesgo de ‘criptoización’ de los ahorros. Una cuestión determinante para la banca ahora que el horizonte de subidas en las tasas oficiales de interés parece ir encaminando al sector hacia una nueva ‘guerra del pasivo’.
En este sentido, distintas fuentes del sector avisan de que las nuevas generaciones podrían verse cada vez más inclinadas a intentar ‘dar un pelotazo’ con las criptomonedas gracias a la aparente red de seguridad que ofrece el creciente catálogo de stablecoins del que disponen las plataformas de negociación de estos activos digitales. Probablemente, mucho más que a dejar sus ahorros en unos depósitos bancarios que en los últimos años no han aportado más que una ínfima rentabilidad debido a la larga persistencia de unos tipos de interés en mínimos históricos.
A pesar de que estas tasas oficiales parecen tener ya los meses contados a juzgar por el discurso de los bancos centrales y las múltiples advertencias que los supervisores promueven sobre la posibilidad de perder todo el capital invertido en criptos por la ausencia de ningún tipo de garantía de respaldo, el riesgo de ‘criptoización’ de la economía sigue engordando.
El Salvador y Ucrania
No obstante, el gran riesgo en este sentido se da cuando grandes grupos de población migran por completo desde su divisa nacional hacia las criptomonedas. Aquí, la amenaza se multiplica porque, como ha recordado el gobernador del Banco de España, “estos procesos comprometen la autonomía monetaria y erosionan la capacidad para ejercer un control efectivo sobre los movimientos internacionales de capitales”.
Los casos más preocupantes para las instituciones son aquellos deliberados y promovidos por las propias administraciones públicas, como el caso de la adopción del bitcoin por parte de El Salvador como moneda de curso legal. Un movimiento que, sin embargo, no provocó ningún movimiento alcista de relevancia en su cotización frente al dólar estadounidense, la divisa a la que anteriormente vinculaba su economía el país centroamericano.
Más recientemente, Ucrania se ha sumado a esta tendencia -aunque sin renunciar a su grivna- como medida de emergencia para que su población pueda poner sus ahorros a salvo de una eventual devaluación o incluso de la desaparición de su moneda nacional si Rusia se termina embarcando en la invasión del país.
Antes de que esta medida fuera aprobada por la Rada Suprema, nombre oficial del Parlamento ucraniano, las transacciones diarias en criptomonedas ya movían en el país volúmenes más abultados que las ejecutadas sobre la propia grivna. El auge de las tensiones prebélicas en su frontera Este y la bendición legal de estas prácticas podría agravar aún más este escenario.
Levantar cortafuegos
Los indicios de la llegada de una crisis para la economía tradicional -como la posibilidad de un gran conflicto bélico- podría ayudar a que la ‘criptoización’ se acelerase en otros lugares, aunque a menor escala. Tampoco hay que olvidar que los más entusiastas de las criptomonedas siguen presionando para que el bitcoin se reconozca como “moneda extranjera” en varios países y así forzar incluso su entrada en la caja fuerte de los bancos centrales.
Los supervisores financieros siguen en guardia. Desde el estudio de advertencias cada vez más detalladas a los posibles inversores, incluso en la publicidad de los criptoactivos, hasta desincentivar el acercamiento de los agentes financieros tradicionales. Así, con el fin de frenar la exposición directa de la banca más allá de las afectaciones colaterales ya señaladas, el Comité de Basilea ha llegado incluso a plantear mayores exigencias de capital para las entidades que operen u ofrezcan servicios en este universo.
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