La factura de la crisis de la Covid-19 no es solo sanitaria y de grandes cifras económicas. Llenar la nevera cuesta ahora más que en los últimos seis años. Los alimentos básicos no estaban tan caros desde 2014. El impacto de la pandemia, combinado con otros factores críticos en los últimos meses, se ha cebado especialmente con los precios del aceite y los cereales.
Las dificultades logísticas, los confinamientos domiciliarios y la imposibilidad de recoger a tiempo algunas cosechas a consecuencia de la pandemia a lo largo y ancho de todo el mundo están detrás de buena parte de este fuerte repunte. Estos factores son los que explican que la subida de precios se haya concentrado en las dos categorías de producto ya mencionadas.
Tanto el aceite como los cereales han sufrido un incremento de precios superior al 20% en el último ejercicio. Así lo recoge el Índice de Precios de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida por sus siglas inglesas FAO, que al término de 2020 ha marcado sus registros más elevados desde junio de 2014.
Cereales en máximos
Este indicador que mide la evolución de los precios de las materias primas de alimentación en todo el mundo ha despedido el 2020 del coronavirus en los 108,7 puntos. La cota supone un incremento de nada menos que el 7,05% frente a los 101,5 puntos a los que acabó el ejercicio precedente. Un vertiginoso ascenso que además llega en un momento en el que muchos hogares han visto reducidos sus ingresos en todo el mundo.
Un elemento tan básico para llenar el estómago como el trigo ha experimentado una subida de precio de más del 8% en el último año. Los contratos sobre este grano en los mercados de materias primas también han alcanzado máximos de los últimos seis años con esta subida, hasta los 6,44 dólares por cada bushel, una unidad de medida que viene a corresponder a algo más de 27,21 kilos.
Sin embargo, otros productos como el maíz y sobre todo la soja han sido protagonistas del fuerte incremento de precios vivido a lo largo de este año. En el caso del primero, el fuerte incremento de demanda procedente de una China confinada en la primera mitad del año daba a las mazorcas su racha alcista más larga desde 1959, elemento clave de una apreciación acumulada del 29,2%.
Por lo que se refiere a la soja, una de las materias primas clave del constante tira y afloja comercial entre China y EEUU, las malas cosechas de Argentina -que es el principal país productor de este grano- han sido un factor añadido para impulsar al alza su cotización en los mercados financieros y, por tanto, sus precios en el mercado de abastos. Por primera vez en la historia un bushel se ha pagado a más de 14 dólares.
Doble factura al aceite
Los datos recopilados por la FAO señalan que el precio de los cereales ha subido un 19,57% en el último año. Los 116,9 puntos que alcanza el índice sobre estos productos no se veían desde el año 2013. Pero es que en lo que se refiere a aceites, la institución dependiente de la ONU calcula la subida de precios en un 26,29%, hasta los 128,9 puntos. En este caso, hay que remontarse hasta hace ocho años para ver una valoración tan elevada.
En este caso, la subida de precios de las materias primas a partir de las cuales se elaboran estos aceites se ha visto reforzada por las dificultades para su manufactura, transporte y distribución final a los puntos de venta a consumidores particulares y corporativos. En este sentido, si las restricciones derivadas de la epidemia ya dificultaban la correcta cosecha de semillas de soja, colza, girasol y palma, su procesamiento se volvía más complicado y la oferta se ha resentido como hacía tiempo que no ocurría.
Desde la FAO se apunta fundamentalmente a las circunstancias atravesadas en dos países como causantes de la escasez de oferta que ha provocado el incremento de precios. Indonesia en lo que respecta al aceite de palma por la subida de precios que ha establecido para sus derechos de exportación.
En cuanto a la soja, una vez más el protagonista al que señalan los expertos de la organización es Argentina. Allí, las dificultades propias de la epidemia de la Covid-19 se han combinado con largas huelgas colectivas entre los trabajadores de la molienda y del transporte marítimo. Además, las cada vez más habituales y bruscas alteraciones climáticas han terminado de crear el envenenado cóctel que ha disparado su precio con una fuerza desconocida hasta la fecha.
La excepción de la carne
Las subidas de precio se han repetido también en los azúcares y los productos lácteos. Sin embargo, en estas dos categorías de alimentos básicos la subida ha sido mucho más comedida que en las señaladas anteriormente. El encarecimiento ha sido respectivamente del 5,35% y el 5,56%, según los datos calculados por la institución.
Solo una categoría de las cinco que analiza la FAO ha marcado una tendencia bajista. Se trata de la carne, que se ha abaratado un 11,13%. El índice de precios de estos productos ha cerrado el año del coronavirus en los 95,3 puntos, una cota que devuelve al mostrador de la carnicería a cotas del ejercicio 2018.
En este caso, el efecto del coronavirus vuelve a ser claro, según los expertos consultados. La caída de demanda que ha provocado la pandemia se ha topado con una oferta cada vez más abultada a consecuencia de la acumulación de animales en las granjas.
Esto ha sido especialmente notable en las carnes de precio más elevado, que ha visto caer en picado su consumo a través del canal de hostelería. Además, el recorte de ingresos con el que han tenido que lidiar muchos hogares ha desviado su consumo hacia otros alimentos más asequibles incluso a pesar de su fuerte apreciación.