Llegar a los 65 años sin ahorros y dejándolo todo en manos de la pensión pública es una de las situaciones que más se repite entre los jubilados. Sin embargo, asumir que la pensión pública será el único sustento una vez finalizada la vida laboral puede suponer un gran riesgo.
El sistema público de pensiones se enfrenta a numerosos cambios dado el aumento en el número de pensionistas, el crecimiento de la esperanza de vida o la disminución del número de trabajadores que contribuyen con sus cotizaciones a soportar las pensiones.
No obstante, cuando se piensa en la jubilación, lo que buscan la mayoría de los trabajadores es poder disfrutar del mismo nivel de vida que tenían hasta entonces. El problema es que, sin una planificación financiera adecuada, la pensión pública puede resultar insuficiente para cumplir con ese objetivo.
La teoría en estos casos es clara. Cuanto antes se empiece a ahorrar, menor esfuerzo económico supondrá en el día a día y mayor será la cantidad con la que se pueda complementar la pensión en el futuro.
Sin embargo, en muchas ocasiones, llevar la teoría a la práctica resulta complicado en edades tempranas. Pero si se han pasado ya los 50 años, ¿es todavía un buen momento para preparar la jubilación?
Planificar a tiempo o tarde
Preparar la jubilación pasados los 50 es posible. No obstante, la diferencia frente a hacerlo con más años de antelación puede llegar a ser abismal. Y es que, para poder disfrutar de un retiro sin preocupaciones, el nivel de ahorro será fundamental. Por lo tanto, no será lo mismo llegar a los 50 años con un colchón de dinero generoso que hacerlo sin apenas ahorros.
¿Pero qué supone esto trasladado a cifras? Si, por ejemplo, un trabajador de 50 años sin ahorros empezara a realizar aportaciones mensuales de 300 euros a partir de dicha edad, cuando llegara a los 67 años tendría un patrimonio superior a los 61.000 euros.
Esta cantidad, dividida entre 25 años durante los años de jubilación, supondría tener cada año casi 2.500 euros adicionales a la pensión pública, lo que al mes serían unos 200 euros de más.
Estas cifras, comparadas con una persona que empezara a planificar la jubilación desde los 30 años, difieren considerablemente. En concreto, si un trabajador con dicha edad realizara aportaciones mensuales de 300 euros hasta su jubilación, contaría con un patrimonio superior a los 133.000 euros, lo que supondrían unos 5.300 euros anuales durante 25 años tras su jubilación, es decir, más de 400 euros al mes y el doble que lo que generaría una persona con 50 años.
Afortunadamente, aunque la diferencia en la planificación resulta considerable, un trabajador de 50 años dispone de otras herramientas para maximizar el ahorro de cara a la jubilación, que se encuentran en la inversión.
Por ejemplo, si invirtiera esas aportaciones de 300 euros mensuales en planes de pensiones con un perfil de riesgo conservador, sus ahorros totales podrían llegar a superar los 96.000 euros, estimando una rentabilidad media anual del 3,54%, según los cálculos de la herramienta de ahorro para la jubilación de Finect. Con ello, se incrementaría el complemento a la pensión durante 25 años hasta unos 320 euros mensuales, desde los 200 que se tendrían sin ahorros.
Planes de pensiones
Teniendo 17 años por delante para planificar la jubilación, existen diferentes productos para sacar el máximo partido al ahorro periódico en función del perfil de riesgo de cada inversor. Para ello, no solo conviene mirar hacia la rentabilidad, sino también a las comisiones y al tratamiento fiscal de los productos que se contraten.
Una de las opciones para poner en marcha el ahorro periódico son los planes de pensiones, que son productos pensados específicamente para la jubilación. No obstante, antes de contratarlos conviene tener en cuenta que el dinero solo se puede rescatar en determinados supuestos o a partir de diez años desde 2025, por lo que se trata de un producto poco líquido.
Además, en 2021 las aportaciones máximas se fijan en los 2.000 euros, por lo que se reduce la desgravación sobre la base imponible del IRPF (los planes tributan sobre los rendimientos del trabajo) desde los 8.000 euros a dicha cantidad.
Un producto con un funcionamiento similar son los fondos de inversión, que invierten en diferentes activos y que pueden ser contratados para distintos perfiles de riesgo. El aspecto positivo de los fondos es que permiten rescatar el dinero en cualquier momento, a diferencia de los planes de pensiones.
Otras opciones
Además, en cuanto a tributación, los fondos solo tributan en la base imponible del ahorro cuando se produzca un reembolso y los traspasos están exentos de tributar.
Más allá de estos, en el mercado asegurador también se pueden encontrar otros productos con los que ahorrar de manera periódica. Uno de ellos son los PIAS, que son seguros de vida-ahorro (unit linked) que invierten en una cartera de fondos (con diferentes perfiles de inversión) gestionada de forma activa por aseguradoras y cuya plusvalía queda libre de impuestos si se rescata como renta vitalicia para complementar la jubilación.
Además, una vez se comienzan a cobrar las rentas, estas gozan de un tratamiento fiscal ventajoso, sobre todo para los mayores de 65 y 70 años. Todo ello, siempre y cuando hayan pasado cinco años desde la primera aportación. No obstante, en caso de necesitar el dinero, el partícipe puede recuperar sus ahorros en cualquier momento, aunque sin el beneficio del tratamiento fiscal.