La industria aeronáutica vive una de las mayores transformaciones de su historia. El impacto de la crisis del coronavirus tuvo un efecto doble. Por un lado, la práctica totalidad de la flota aérea civil mundial tuvo que enfilar el camino del hangar debido a las restricciones de movilidad. Por el otro, desde el sector se decidió acelerar la transición camino de una aviación libre de emisiones.
La llegada del PERTE Aeroespacial pretende dotar a la industria aeronáutica española de las herramientas que le permitan jugar un rol relevante en esta nueva era. El Gobierno espera que a la movilización de 2.193 millones de euros del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia se sume una inversión privada cercana a los 2.340 millones.
Un impulso que también tendrá efectos en lo privado y en lo público. En el campo de la aeronáutica, durante los años que restan de década los actores de esta industria deben de dar con la tecla que permita desterrar el uso de carburantes fósiles de su operativa diaria.
Del mismo modo, se espera que los avances tecnológicos permitan paulatinamente la aplicación de nuevas soluciones que automaticen cuestiones relativas a la navegación aérea. Un campo en el que lo urbano cada vez tendrá más relevancia dado el desarrollo que está por venir tanto en transporte de pasajeros como de mercancías.
A esto se suma el componente espacial. Un segmento estratégico que se presenta como fundamental para vitaminas las capacidades estatales de observación. Contar con nuevos instrumentos impactará en cuestiones aparentemente tan poco conectadas como la defensa o la agricultura.
Pilares del PERTE
El PERTE Aeroespacial se levanta sobre tres pilares: el aeronáutico, el espacial y el transversal. Por un lado, los objetivos del pilar aeronáutico son capacitar a la industria en tecnologías y sistemas cero emisiones.
Para ello se fomentará el desarrollo de demostradores en el ámbito de las aeronaves multipropósito y vehículos aéreos no tripulados. Del mismo modo, se pretende avanzar en el desarrollo de infraestructuras aeronáuticas para cumplir los requisitos del reglamento del cielo único europeo.
Por otro lado, los objetivos específicos del pilar espacial son mejorar las capacidades del sector del espacio en el diseño de cargas útiles relacionadas con el control medioambiental, las comunicaciones cuánticas y la seguridad en cooperación internacional. Actividades que pretenden posicionar al sector espacial en el mapa europeo del uso comercial del espacio.
Además, el pilar transversal, que afecta a los dos subsectores, se marca como objetivos específicos impulsar actuaciones de innovación, sostenibilidad y digitalización en centros fabriles. Para conseguirlo busca fomentar la capacitación y formación orientada al sector aeroespacial, cohesionar y conectar el ecosistema de innovación en el ámbito aeroespacial y habilitar fondos público-privados para reforzar a las empresas del sector.
El Plan de I+D de 1993
Para encontrar una actuación de un calado similar en este industria hay que remontarse a principios de la década de los 90. Una vez pasado el espejismo de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, en 1992, la economía española afrontó una caída del PIB del 1,03% y en un aumento de la tasa del paro hasta el 23,9%.
En medio de este contexto, se lanzó el primer Plan de I+D para el Sector Aeronáutico. Un proyecto que duró hasta 1998 y tuvo su continuidad en 1999 con la segunda edición que duró hasta 2003.
Durante estos años se destinaron 360 millones de euros (120 millones en la primera edición y 240 millones en la segunda) a crear los cimientos sobre los que la industria española construyó su dominio en la utilización de uno de los elementos clave de la industria actual: la fibra de carbono.
Este plan permitió que entre 2003 y 2017 se pusieran en marcha nuevos programas que tuvieron como consecuencia un incremento del volumen de negocio para el sector aeronáutico español superior a los 44.000 millones de euros. Entre otros proyectos, la posición de España en esta materia permitió que las plantas de Airbus en el país contaran con porcentajes en las cargas de trabajo de proyectos civiles y militares muy superiores a su peso accionarial.
Un horizonte por conquistar
A los objetivos en materia de sostenibilidad que ya se había marcado la Unión Europea ahora se suma la imperiosa necesidad de reducir a la mínima expresión la dependencia de combustibles fósiles. Un elemento que va a ser clave en el futuro más cercano.
Si la crisis del coronavirus provocó que el calendario de reducción de emisiones se acelerara, la invasión de Ucrania por parte de Rusia va a provocar que la dependencia del petróleo y el gas tenga fecha de caducidad si Europa quiere garantizarse una independendencia energética. Un nuevo horizonte en el que el hidrógeno aparece como una alternativa clave en el campo de la aviación.
Aunque el camino que queda por recorrer en este sentido es largo, los primeros pasos ya se están dando. Los avances de lo que queda de década marcarán las posibilidades de que la industria aeronáutica europea pueda afrontar la próxima década con posibilidades reales de desterrar a los combustibles fósiles de su mix energético.
El PERTE Aeronáutico se presenta en este sentido como la herramienta capaz de ocupar el lugar que el Plan de I+D del Sector Aeronáutico tuvo en los 90. Habrá que ver si, como su antecesor, cada euro invertido en esta reconversión es capaz de convertirse en proyectos que aseguren carga de trabajo y que permitan a la industria española encontrar su "fibra de carbono" de la próxima década.
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