La salida de Pablo Isla de Inditex ha causado una enorme sorpresa, por inesperada, y en consecuencia ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. Esto era inevitable y alimenta múltiples lecturas sobre las causas que han determinado esa decisión, sobre todo, cuando quien abandona Inditex ha realizado una extraordinaria gestión reconocida como tal por los mercados -el valor bursátil del grupo se ha multiplicado por siete durante su mandato- y por el mundo profesional.
Sin embargo, la tocata y fuga, permítase el casticismo, del señor Isla es una buena ocasión para reflexionar sobre la gobernanza corporativa, en especial, la de las grandes empresas familiares.
De entrada, es necesario recordar algo obvio: los dueños de una sociedad anónima son sus accionistas. Estos tienen todo el derecho y la legitimidad de determinar quién la dirige porque ellos son quienes asumen los costes o los beneficios derivados de la gestión. Todos los directivos son empleados de quienes ostentan la propiedad y su actividad está restringida a servir a sus intereses. Este es un principio básico del funcionamiento de un sistema de libre empresa y tiende a olvidarse con demasiada frecuencia. Es básico no confundir, tendencia creciente, propiedad con gestión.
Los dueños de una sociedad anónima son sus accionistas que tienen todo el derecho y la legitimidad de determinar quién la dirige
Desde esa perspectiva quien ostenta la mayoría del capital en una S.A. puede hacer lo que estime conveniente dentro de las restricciones establecidas por la ley. En el caso de Inditex, el señor Ortega podría haber nombrado a quién hubiera considerado oportuno. Ha decidido nominar a su hija. Sin embargo, el reconocimiento de la potestad indiscutible del dueño de Inditex a actuar como lo ha hecho o como le haya dado la gana hacerlo no es óbice para realizar o plantear algunas consideraciones de carácter general.
El talento empresarial no siempre se hereda y los conflictos de intereses o las luchas de poder dentro de los grupos familiares pueden comprometer el futuro de las empresas. Cuando el fundador de Inditex nombró al señor Isla justificó ese movimiento como la necesidad de profesionalizar la gestión de la compañía.
Esta fue la respuesta a una demanda permanente por parte de los mercados a las compañías familiares cotizadas en bolsa. Su futuro no puede depender del azar genético. En este sentido, el giro estratégico impulsado por el señor Ortega se reforzó con algo, a priori, innecesario: nombrar a Isla no sólo máximo ejecutivo de Inditex, sino asignarle también la presidencia.
A pesar de su brillante trayectoria al frente de Inditex, el señor Isla ni era imprescindible, ni tenía porqué ser eterno. Atribuirle cualquiera de esas dos características sería suicida y significaría impugnar la filosofía que inspiró su elección.
Los directivos son activos fungibles. Pasan, cubren etapas y las compañías han de continuar y adaptarse a los cambios para ser competitivas, rentables y sobrevivir, lo que implica sustituir a sus gestores cuando es necesario. Dicho esto, la sustitución del señor Isla ha despertado -y sería absurdo negarlo -una evidente inquietud e incertidumbre en el mercado como lo demuestra la negativa reacción de la bolsa ante la designación de sus sucesores en la cúpula de Inditex. De momento, no parecen ofrecer demasiada confianza. Esto quizá sea injusto, pero es innegable y comprensible.
La señora Ortega será presidenta no ejecutiva de Inditex y señor García Maceiras consejero delegado. Su capacidad como gran ejecutivo se pondrá ahora a prueba. Ambos deberán acreditar que tienen el conocimiento del negocio y las aptitudes de gestión necesarias para pilotar una multinacional que opera en una industria sometida a un acelerado proceso de transformación en un entorno global híper competitivo.
Esta es la realidad, aunque se intente destacar el curriculum vitae de ambos con la finalidad de transmitir una imagen de confianza que por el momento, no ha calado en los mercados. A diferencia de lo acaecido en el pasado, como es lógico, el papel de guía-tutela que puede ejercer el señor Ortega es por definición inferior al de hace 17 años. Bien es cierto que contarán también con la ayuda del nuevo comité de dirección. En todo caso, se está ante un experimento hecho con champán en vez de con gaseosa.
Sin duda hay que conceder el beneficio de la duda a la nueva dirección de Inditex, pero eso es sólo una declaración de benéficas intensiones. El mercado es implacable y va a observar todos sus movimientos al milímetro.