Que los Presupuestos Generales del Estado de 2022 están basados en previsiones falsas, ya lo sabíamos. Pero lo que no era previsible es que hubiera una guerra, que la inflación se disparara y que la economía entrara en estanflación.
Si ya no eran creíbles cuando se aprobaron, ahora sabemos que van a ser aún más irrelevantes. Tanto en ingresos como en gastos. En los ingresos públicos porque el efecto monetario de la inflación tiende a aumentarlos, mientras el menor crecimiento del PIB produce el efecto contrario.
En el IVA la inflación influye. Al subir de precios los productos y servicios como es un impuesto proporcional se recauda más por cada venta o compra. Sin embargo, el volumen global de estos ingresos públicos puede disminuir, si se produce una reducción del consumo, por bajada de expectativas, disminución de ingresos de los consumidores o por una menor creación de trabajo.
El IRPF y Sociedades, los otros dos grandes impuestos, el efecto es similar. La subida de salarios, hará que los particulares paguen más IRPF en términos monetarios. Pero la menor creación de empleo actuará en contra de la recaudación por este impuesto. Lo mismo pasará con las empresas: sus ventas estarán infladas por efecto de la inflación, pero sus costes también, de manera que no está claro cual va a ser el efecto en la recaudación.
De momento la inflación está actuando en términos monetarios a favor del aumento de la recaudación ¿Continuará así a lo largo del año?
En cuanto a los gastos públicos, la influencia de la crisis derivada de la guerra será diferente según la partida a que nos refiramos. Los sueldos y salarios del Capítulo I se mantendrán según lo previsto si los sindicatos de empleados públicos no piden aumentar su salario a partir de un determinado momento. Eso: ¿se producirá en el segundo semestre del año?
En el capítulo de compra de bienes y servicios por las Administraciones, la influencia de la inflación traerá un considerable aumento. Por ejemplo, en gastos en energía.
Otra cosa será el capítulo referente al servicio de la deuda pública (intereses). De momento se mantienen los intereses bajos, así que no habrá cambios. Pero si Lagarde aumenta el tipo de interés, como parece que va a hacer, las nuevas emisiones y la refinanciación de la deuda pública costarán más.
En los capítulos de Inversiones, la estanflación tendrá un efecto contractivo. Con el mismo dinero presupuestado se atenderá a una menor capacidad de inversión. No se cumplirán los programas previstos. Las obras públicas costarán más y en muchas de ellas las concesionarias pedirán revisión de precios al alza.
En resumen, está claro que con la estanflación instalada en nuestra economía, el Presupuesto 2022 es aún más irreal que cuando se aprobó. Lo que no está tan claro es cuál va a ser la desviación en ingresos y cuanto aumentarán los gastos públicos.
De momento las inversiones se verán afectas, reduciendo la eficacia de lo presupuestado. Además, es previsible un conflicto social con los empleados públicos que verán reducida su capacidad adquisitiva por efectos de la inflación.
El problema para el Gobierno es que pensaba sobrevivir un año más con este Presupuesto y agotar la legislatura al prorrogarlo para el 2023. Lo puede hacer, pero sería aún más irreal.
El problema para el Gobierno es que pensaba sobrevivir un año más con este Presupuesto y agotar la legislatura al prorrogarlo para el 2023
Por eso lo lógico sería intentar aprobar un Presupuesto 2023.
Hay dos problemas que lo dificultan:
El primero es la cercanía de elecciones, pues hace difícil acordarlos entre los heterogéneos partidos que aprobaron el Presupuesto de este año. Cada uno buscará posicionarse y sus intereses divergen.
Lo segundo es la cada vez mayor división entre los componentes del propio Gobierno (entre 'el partido de la guerra' o PSOE y el 'de la paz' o Unidas Podemos)
Por eso no será fácil tener Presupuestos 2023. Por tanto, es inútil intentar orientarse sobre la política económica de este Gobierno, en base a su instrumento fundamental, que son los Presupuestos.
Lo que se puede prever es que esa política económica carecerá de rumbo y será errática. Algo que no es nuevo. El Presupuesto 2022 y, si lo hay, el de 2023, son papeles sin ninguna importancia económica. Son excusas políticas para que el Gobierno se mantenga en precario.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.