El proyecto de reforma fiscal remitido por un comité de expertos al Gobierno se resume a la perfección en las palabras de su presidente, el señor Ruiz-Huerta: "es lamentable decir que el dinero está mejor en el bolsillo de los contribuyentes".
Arrebatárselo es la política profesada y aplicada con verdadera pasión por la actual coalición gubernamental que ahora recibe el aval de economistas afines a ella para legitimar sus intenciones de cara al futuro: aumentar todavía más la fiscalidad soportada por los ciudadanos y por las empresas españolas. Y, mala suerte, la iniciativa llega en un momento idóneo, el de una economía que entra de lleno en una dinámica estanflacionaria cuando está lejos de haberse recuperado del brutal impacto de la pandemia.
En términos prácticos, los 'expertos' hacen abstracción de la realidad del sistema tributario español. El Impuesto de Sociedades presenta una presión fiscal normativa un 27% superior a la media y de UE y un 22% a la de la OCDE. La imposición patrimonial es aún peor, un 40,0% más alta que la existente en el promedio UE y un 38% que la vigente en la OCDE.
Y, para terminar, la progresividad del IRPF es un 12,8% superior a la media de la UE y la cuña fiscal, es del 39,3% frente al 34,6% en la OCDE. Esto configura un modelo fiscal voraz que precisa de una profunda mutación, pero en una dirección radicalmente opuesta a la trazada por los 'expertos'.
El Impuesto de Sociedades presenta una presión fiscal normativa un 27% superior a la media y de UE y un 22% a la de la OCDE
Desde un punto de vista teórico, diseñar una reforma tributaria haciendo abstracción de sus efectos sobre los incentivos de los individuos y de las compañías a trabajar, ahorrar, gastar e invertir es de una feroz inconsistencia.
Si una fiscalidad como la descrita no constituye estímulo alguno al esfuerzo, a la asunción de riesgos y, por tanto, a la generación de riqueza, elevarla como quieren el Gobierno y sus fiscalistas de cabecera tendría un impacto demoledor sobre la actividad económica y sobre los ingresos de las arcas públicas. Que trabajen e inviertan ellos…
La visión mecanicista y macro, propia de un keynesianismo cañí, según la cual aumentar los impuestos se traduce siempre y en todas partes en una mayor recaudación es sencillamente falsa porque ignora-desprecia sus consecuencias micro, determinadas por la tasa de retorno del trabajo y del capital después de impuestos.
Esto se traduce de manera inexorable en una reducción del crecimiento potencial de la economía y, en consecuencia, sobre el empleo y sobre el nivel de vida de los ciudadanos. A estas alturas del siglo XXI, ningún estado occidental profesa esta concepción de la fiscalidad. Es regresiva, injusta y antieconómica.
A nadie con un mínimo sentido común se le ocurre decir que el dinero está mejor en manos del Estado que de los individuos o de las empresas
A nadie con un mínimo sentido común se le ocurre decir que el dinero está mejor en manos del Estado que de los individuos o de las empresas. Llevada a sus consecuencias últimas, ello conduciría a justificar la confiscación estatal de todas las rentas y el capital existentes en una economía. Pensar que los poderes públicos usan los recursos con mayor eficiencia que el sector privado es una falacia refutada una y otra vez por la literatura económica y la evidencia empírica. En el caso de España y, en concreto, de este Gobierno sugerir siquiera eso es un sarcasmo.
Como dijo Margaret Thatcher, "no hay dinero público, sólo hay dinero de los contribuyentes". Un fisco que arrebata a la gente una porción cada vez más alta del fruto de su trabajo, de su talento, de su creatividad es además inmoral. Convierte a los individuos en medios para conseguir los fines de otros usando la coerción, la fuerza.
Esto reduce su libertad, sus opciones para perseguir sus fines vitales y les termina por convertir a los ciudadanos en siervos del poder. Además, cuanto más grande es la porción que toma el Gobierno, más pequeño es el pastel disponible para todos.
El informe elaborado por los 'expertos' tiene no obstante una enorme virtualidad práctica. Indica a la perfección cual ha de ser la reforma fiscal necesaria para España: una absolutamente contraria a la diseñada por ellos. El socialismo termina cuando se le acaba el dinero y los 'expertos' han proporcionado al Gobierno el fundamento infundamentado para prolongar su vida haciendo lo único que sabe hacer: gastar y financiar sus políticas a costa de sangrar con creciente intensidad a las familias y a las empresas patrias. Hay que enviarles con urgencia la fácula de la gallina de los huevos de oro.