El Gobierno de Giorgia Meloni en Italia parece estar planeando revivir el uso de la energía nuclear en el país, treinta y cinco años después de haber cerrado su último reactor tras lo que se consideró un experimento claramente fallido en la generación de energía. 

Ahora, la nueva idea que pretenden poner en marcha consiste en pequeños reactores modulares que tardarían cerca de una década en estar operativos a partir del inicio de su construcción, con la idea de que lleguen a cubrir en torno a un 11% del total de las necesidades energéticas del país en el año 2050. 

¿Dónde está el problema? Simplemente, que es puro populismo. La idea de volver a desplegar una forma de generación de energía espantosamente cara en su construcción y que tardará diez años en ser operativa es simplemente ridícula. El coste de construcción no compensa en absoluto la generación de energía que ofrecen. 

Pero además, en un plazo de diez años, es perfectamente posible que el avance en el rendimiento de las energías renovables sea más que suficiente como para cubrir la totalidad de las necesidades energéticas de un país con un amplio nivel de insolación y vientos abundantes en buena parte de su territorio. 

En diez años, es incluso posible que sea viable construir incluso reactores de fusión, lo que convertiría a los que le han vendido a Meloni en completamente obsoletos. Pero lo más razonable es pensar que en ese plazo, la suma del despliegue de solar, eólica terrestre y eólica marina, unida a otros recursos renovables como la hidroeléctrica y, por supuesto, a una cantidad adecuada de almacenamiento, sea suficiente como para alcanzar la autosuficiencia, sin generar además residuos de ningún tipo. Sin peligros, y con la posibilidad de seguir utilizando el espacio que ocupan para otros usos como agricultura o ganadería. 

La idea de volver a desplegar una forma de generación de energía espantosamente cara en su construcción y que tardará diez años en ser operativa es simplemente ridícula

El dilema es tan sencillo como ese: apostar por una energía que exige inversiones enormes tanto en su construcción como en su mantenimiento, que precisa del abastecimiento de una materia prima de la Italia carece y que genera residuos que dan lugar a una gestión muy complicada que terminaremos legando a nuestros nietos y bisnietos, o hacerlo por una energía con costes muy razonables en sus inicios, y que después no necesita prácticamente nada más durante décadas. 

A nadie con un mínimo de sentido común se le escapa que la segunda opción es la razonable. Y que además, si se invierte en la primera, caracterizada por tener una producción enormemente rígida, se acaba con todo incentivo para que las empresas eléctricas inviertan más en desplegar la segunda. 

Pero sobre todo… que la primera no es necesaria. Por muchas supuestas bondades que los proveedores de energía nuclear le hayan vendido al Gobierno de la señora Meloni, la han engañado: la participación de la tecnología nuclear en la generación de energía en Italia es una estupidez, y únicamente responde al populismo de un gobierno que quiere demostrar a cualquier precio que “hace cosas”. 

¿Que la tecnología de los reactores ha cambiado mucho, y ahora se pueden construir más pequeños y eficientes? Sí, ¿y qué? Su construcción, en realidad, beneficia únicamente a quienes los construyen, que consiguen embarcar a quienes le pagan, generalmente con dinero público, en proyectos larguísimos y carísimos, que además comprometen inversiones muy necesarias en mantenimiento que terminan siendo utilizadas a modo de chantaje (como están queriendo hacer ahora en España mediante pretendidos “informes secretos”). 

En realidad, nada importa. Alcanzado un cierto nivel de populismo, lo único que importa es vender a tus votantes que las cosas son blancas o negras, polarizar lo más posible: las renovables son “de izquierdas”, mientras los combustibles fósiles y las nucleares son “de derechas”. Una absoluta estupidez. 

Las renovables son “de izquierdas”, mientras los combustibles fósiles y las nucleares son “de derechas”. Una absoluta estupidez

Soluciones tecnológicamente absurdas que nadie necesita, completamente superadas por el constante avance en eficiencia de tecnologías más limpias y menos peligrosas, a las que los populistas se oponen con razonamientos de pata de banco como “el sol no brilla por la noche” o “el viento no sopla todo el tiempo”, obviando que el almacenamiento es una realidad desde hace mucho tiempo y que existen numerosos estudios rigurosos que demuestran que es perfectamente posible abastecer todo un país a partir de energías renovables. 

Pero claro, al populismo le encanta ignorar a la ciencia, y la mayoría de sus votantes suelen carecer del más mínimo ápice de voluntad de cuestionar sus decisiones. Todo vale si mantenemos la ilusión de que “estamos haciendo cosas” y de que “van en la dirección adecuada”, “enfrentándonos al malo”, aunque lo único que haga sea seguir una más que absurda ideologización de determinadas tecnologías. 

Al final, Italia construirá lo que Giorgia Meloni quiera construir, invertirá muchísimo dinero en soluciones energéticas que serán ya completamente obsoletas antes de empezar a generar energía, y verá como otros países, en el mismo tiempo, se convierten en energéticamente autosuficientes sin necesidad de depender de proveedores de uranio o plutonio ni de gestionar toneladas de residuos nucleares. Cuando eso se evidencie, Giorgia Meloni llevará ya un tiempo retirada de la política, y le dará todo exactamente igual. 

Vote populismo. Es lo más inteligente. Al menos, para quien carece de sentido común, que cada vez más es el menos común de los sentidos.   

***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.