Javier Abarca observando el mono de Noaz junto a la Plaza de Cibeles en Madrid.

Javier Abarca observando el mono de Noaz junto a la Plaza de Cibeles en Madrid. E.E.

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La historia del grafiti en Madrid desde las pinturas negras de Goya sobre unos muros: "Tiene que ser ilegal"

Javier Abarca, figura principal de la primera generación del grafiti español, hace un recorrido por las etapas del arte urbano madrileño en su nuevo libro.

21 abril, 2024 01:50

"Hablar de la historia del grafiti es hablar de la historia de un fenómeno formado por múltiples experiencias individuales", comienza Javier Abarca para relatar un capítulo de la cultura madrileña "desconocido" para muchos. Es el autor de la Guía del arte urbano de Madrid de la Editorial Anaya, un libro que define como "una historia que había que contar".

En esta obra, Abarca hace un recorrido por la historia del grafiti en la ciudad desde sus comienzos hasta la actualidad. Un viaje que empieza en el siglo XIX con las pinturas negras de Goya, recorre las épocas de guerra y dictadura españolas, pasa por las primeras firmas en las calles de los años 80 y explica su posterior evolución.

Y es que el autor habla con conocimiento como persona que fue partícipe, en gran medida, de ello. Nacido en Madrid en el año 1973, es artista, investigador y docente especializado en este campo. Pero sobre todo, es una figura principal de la primera generación del grafiti español.

Portada del libro Guía del arte urbano de Madrid, de Javier Abarca.

Portada del libro Guía del arte urbano de Madrid, de Javier Abarca. Anaya Editorial

"Es la primera vez que se escribe la historia completa aclarando todos los mitos y poniendo todo en contexto", comenta Abarca que detalla su larga investigación para la creación de esta obra. "Me he estado informando a lo largo de mucho tiempo sobre sucesos y personajes que formaron parte del Madrid de otras épocas y que son sorprendentemente cercanos a nuestra idea actual de grafiti y arte urbano".

Su intención era crear un trabajo que reuniera todo esto de una forma "amena y accesible". Según explica, hasta ahora los libros especializados en el asunto solo estaban dirigidos a un público muy concreto interesado en ello. La diferencia que aporta este es su formato más serio, aunque sencillo para quien desconoce la materia. "Las editoriales grandes, hasta ahora, si han tocado estos temas ha sido para hacer textos muy comerciales y con muy poco conocimiento dentro. Esta obra es una novedad a nivel mundial".

Grafiti y arte urbano

"El grafiti es un arte que hay que conocer para apreciarlo", aclara el autor. Por eso, explica que hay mucha gente que no lo acepta, porque no lo entiende. "Es un código cerrado, un código especializado que hay que entender".

Por eso diferencia entre grafiti y arte urbano del que define su aparición como "una alternativa". "Es como una forma para todos los públicos que todo el mundo puede entender y sentir como propio".

Fotografía del libro que muestra un grafiti de Spok de finales de los 90.

Fotografía del libro que muestra un grafiti de Spok de finales de los 90. Cedida

"El grafiti tiene más oportunidades para ser molesto", añade el experto que explica que el segundo tiende a ser menos invasivo. "Trabajan, en general, en superficies viejas, en rincones... Muchas veces utilizan materiales menos permanentes como papel pegado".

Uno de los factores que representan el propio grafiti es la ilegalidad. "Trabajar de forma furtiva, sin permiso, es un aspecto esencial. Si se hace de otra manera, simplemente se está practicando otra forma de arte", apunta el artista. 

El grafiti como cultura

En la actualidad, la mayoría de la gente relaciona el grafiti con el vandalismo. Abarca señala cierta diferencia en este aspecto con la primera generación de grafiteros a los que perteneció. Muelle es el gran conocido -y reconocido- por la ciudadanía madrileña.

Juan Carlos Argüello Garzo -como realmente se llamaba- fue el pionero de los flecheros. Un estilo que Abarca define como "autóctono" de la capital pues se desarrolló "sin apenas contacto con el exterior, de forma excepcional". Se caracterizaba por reproducir una firma en forma de logotipo con figuras dotadas de flechas prominentes y símbolos de marca registrada. Un "capítulo olvidado" que Abarca reivindica en su libro.

Fotografía del libro de una pintura del poeta callejero, Neorrabioso, en Lavapiés en 2013.

Fotografía del libro de una pintura del poeta callejero, Neorrabioso, en Lavapiés en 2013. Cedida

"A Muelle se le conocía por tener cierta ética a la hora de escoger los soportes donde firmar. Sobre todo, lo hacía en muros de obra, parades viejas, paredes temporales y en los carteles del metro. Y los flecheros que vinieron tras él seguían hasta cierto punto este código ético", señala. "El cambio fundamental fue cuando llegó el grafiti de tradición neoyorquina, que no incluía entre sus códigos esos miramientos en absoluto y por definición, firmaba en todos los sitios. Ahí es donde realmente empezó la saturación y el descontento social".

A pesar de esto, Abarca define estas pinturas como parte de la cultura del lugar. "Tanto el grafiti como el arte urbano surgen de una relación sensible con la ciudad y solo se podrá entender en su contexto", argumenta. Él explica que esto no solo se da para los aficionados, para quienes es parte fundamental de su experiencia, sino también para el público en general. "Lo siguen con más o menos atención. O, por lo menos, lo perciben".

La firma de Muelle en la calle Montera de Madrid con fecha de 1987 restaurado en 2016.

La firma de Muelle en la calle Montera de Madrid con fecha de 1987 restaurado en 2016. E.E.

Ejemplifica esto con el ya citado Muelle. "De haber estado olvidado hace 20 años, ahora es reivindicado e incluso el Ayuntamiento le ha dedicado una plaza", referencia el autor a la Plaza de Juan Carlos Argüello (Muelle) ubicada en el barrio madrileño de Campamento e inaugurada en 2016.

También en ese año se restauró, tras una campaña de concienciación, una de las primeras firmas a gran escala de Muelle. Una "joya histórica del grafiti madrileño" que data de 1987 y que se encuentra en la calle Montera, en pleno centro. "Es un caso muy excepcional, en ninguna otra ciudad existe un vestigio de la historia del grafiti local tan antiguo, prominente y de tanta relevancia histórica".

Javier Abarca posando junto al rostro de Dosjotas en la Plaza de Callao en Madrid de 2007. Desde 2023 está iluminado por un aplique.

Javier Abarca posando junto al rostro de Dosjotas en la Plaza de Callao en Madrid de 2007. Desde 2023 está iluminado por un aplique. E.E.

Por esta razón, Abarca señala la importancia de estudiarlo como "forma de arte", desde su punto de vista. "Lo que llamamos arte, es en realidad una tradición artística, entre muchas otras. Lo que pasa es que está en las universidades y en los museos y por eso se entiende como la forma auténtica. Pero el grafiti es otra más. Para mí, son dos tradiciones artísticas paralelas, equivalentes e igualmente valiosas".

De hecho, en Abarca destaca su faceta como docente. Entre 2006 y 2015 impartió la primera asignatura universitaria en el mundo sobre este campo en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid en Aranjuez. Ahora se dedica a divulgar su conocimiento de forma online en la Escuela Urbanario. También es fundador y director de feria editorial internacional Unlock, sobre este tema.

A pesar de esto, este libro no relata sus memorias. "Podría o debería haber mencionado cientos de nombres, pero realmente aparecen solo un puñado. Los que me han parecido imprescindibles para guiar la narración". Aunque asegura dar pistas para que se le pueda localizar como uno de los personajes que aparecen.

"Espero que gracias a él puedan conocer mejor el grafiti y el arte urbano y, por tanto, apreciarlo y disfrutarlo", termina el autor que asegura que por eso lo ha escrito. Así, parafraseando la primera página de la mencionada obra: "Bienvenido a la historia menos contada de las calles de Madrid".

Guía del arte urbano de Madrid: algunos puntos estratégicos

Activistas de los 70 pintando un mural político contra los últimos fusilamientos de la dictadura en un barrio de Madrid.

Activistas de los 70 pintando un mural político contra los últimos fusilamientos de la dictadura en un barrio de Madrid. Cedida

1. Las pinturas negras de Goya: estas famosas obras de Goya de principios del siglo XIX fueron en su origen pinturas murales. Abarca las señala en su libro por ese hecho y es que el pintor las creó sobre las paredes de la Quinta del Sordo, finca situada en el actual barrio de Puerta del Ángel y que el pintor compró en 1819. A día de hoy, se pueden encontrar en el Museo del Prado.

2. Murales de la guerra y la dictadura: durante los años de guerra, tanto republicanos como el bando sublevado utilizaban la pintura y los carteles como forma de propaganda. Abarca explica en el libro que en esta época la prensa definía los muros de Madrid como "un paisaje erizado de gritos de color".

Durante los últimos años de represión, a mediados de los 70, empezaron a romper el silencio artistas como La Familia Lavapiés, que pertenecían a la izquierda más radical. "La primera iniciativa sonada tuvo lugar en el barrio de Portugalete, en el noreste de Madrid, cuando un grupo acudió a pintar varios murales con ayuda de los vecinos", cuenta en el libro.

3. Trampantojos de Pirrongelli: tal como lo define Abarca en su obra, Alberto Pirrongelli es "probablemente la figura más insólita del arte urbano de Madrid". Nacido en 1942 en Badajoz, con 17 años se trasladó a Madrid para trabajar como pintor de los carteles para los cines. Más tarde se especializó en la técnica del trampantojo -murales muy realistas en fachadas de edificios- para decorar el casco histórico de la capital. Uno de sus murales se puede ver en la calle Montera, cerca de la firma de Muelle.

4. Los flecheros de los 80: aparte del mencionado Muelle, hubo muchas figuras destacadas de la época de los flecheros de los 80. Algunas que Abarca menciona en el libro son Bleck la Rata y Rafita, entre muchos otros. Los carteles del metro eran su especialidad. Por eso, a veces las obras en los andenes hacen reaparecer algunas firmas de esta era.

5. Alcorcón y Móstoles, el grafiti americano: la influencia del grafiti americano llegó a estos dos pueblos de la periferia del sur de Madrid antes que al resto de la ciudad. Sobre 1986 empezó a extenderse también al complejo de Azca, cerca de Nuevos Ministerios, donde se pintó el primer grafiti de este estilo en la ciudad: las letras de 'Mr. Gena' hechas por dos suecos que estaban de visita. En la actualidad, en el lugar donde se encontraba el muro se alza un edificio de El Corte Inglés.

6. El arte urbano de los 2000: stencils -impresiones a partir de plantillas-, pegatinas... eran algunas de las formas que utilizaban los artífices de estas obras. Noaz fue el artista del stencil más famoso de Madrid. En 2006 pintó uno de sus monos pensadores en la calle Marqués de Valdeiglesias (cerca de Cibeles). Poco después el ayuntamiento lo borró junto a los grafitis que había alrededor usando cemento licuado -la llamada chupina-. Una tormenta disolvió la mezcla y descubrió la pintura del mono, algo que Abarca define como un "milagro" mientras observa la pintura. Desde entonces la fachada ha sido repintada en varias ocasiones y el mono ha sido respetado.

Dosjotas también fue una figura singular del arte urbano madrileño. Mezclaba crítica y humor en sus obras por el centro de la ciudad en 2007. Uno de sus clásicos en Madrid consiste en una serie de rostros que salen de fachadas. Uno de los primeros, cerca del metro Callao, ha aguantado tres reformas.

7. Lavapiés y Malasaña: los dos barrios en los que el arte urbano destaca en las calles. La Tabacalera de Lavapiés, la antigua fábrica de tabaco del barrio, se transformó en lugar de reunión para artistas urbanos a partir de 2010, cuando pasó a ser parte de una asociación cultural formada por los vecinos del barrio. El taller El Keller fue uno de estos proyectos fundadores. Ocupa los espacios del sótano donde todavía pueden encontrarse los murales "llenos de color".

Malasaña es considerado uno de los barrios más vanguardistas de la capital. El arte callejero de Noviciado 9 inundó sus cierres y muros las primeras décadas de los 2000. Empezó como una casa-estudio donde vivían artistas de renombre en este tipo de arte: Eltono, Nano Abia, 3ttman, Spok.