Luis, en su puesto de la ONCE en la Gran Vía de Madrid.

Luis, en su puesto de la ONCE en la Gran Vía de Madrid. M. F. El Español

Sociedad

Las lecciones de Luis, lotero ciego de Gran Vía: "Gracias a que me dijeron que estaba jodido, no me pegué 2 tiros"

Nacido en Madrid, se quedó sin visión en dos tiempos y pudo reconducir su vida gracias a la ONCE: "La discapacidad no existe, todos somos capaces". 

6 agosto, 2023 02:09

Cada día, de lunes a viernes, Luis Antonio reparte suerte desde la Gran Vía de Madrid. Es uno de los loteros que ocupa el puesto de la ONCE situado a la altura del número 52, frente al restaurante de la cadena KFC. Desde un habitáculo acristalado, vende cupones y rascas, bromea con los clientes y se dirige a ellos como "rey" o "reina". Luis Antonio se quedó ciego a dos tiempos. Gracias a la franqueza de un empleado de la Organización Nacional de Ciegos Españoles, el lotero no se pegó "dos tiros" y se sintió preparado para vivir el día que dejó de ver. 

Madrid Total pasa dos horas y media con el lotero dentro de su puesto de la Gran Vía. En ese rato, explica a este diario los entresijos de su trabajo y su historia clínica. Es un pequeño espacio de un metro cuadrado, con aire acondicionado y con una pequeña ventanilla para interactuar con los compradores. Es, en definitiva, un lugar más seguro para trabajar que los mostradores de cupones móviles y sin cristalera. "Aquí hay manos muy largas", asegura. El quiosco le proteje de los ladrones, pero no evita que traten de colarle billetes falsos. Por eso, este madrileño palpa con habilidad los relieves, sin que el cliente apenas pueda darse cuenta. 

Este ciego aterrizó en el puesto 'del 52' en 2016. Antes, pasó por Callao y por Preciados. Pero mucho antes, cuando sus ojos no estaban recubiertos como de una "niebla densa", su vida estaba ligada a la Casa de Huéspedes Belmonte, en el número 3 de la Ronda de Atocha. Su familia bebió de este hostal desde los años 70. Aunque Luis nació en la capital en 1976, su madre y sus abuelos se criaron en Asturias, en el concejo de Belmonte de Miranda. 

El lotero junto al puesto de la ONCE, situado a la altura del número 52, frente al KFC.

El lotero junto al puesto de la ONCE, situado a la altura del número 52, frente al KFC. M. F. El Español

La ceguera -relata- amenazó al lotero nada más nacer. Su madre acabó infectada por la toxoplasmosis, un parasito protozoorio que puede provocar secuelas visuales al feto. Tras ser operado siendo todavía un bebé, Luis logró ver con normalidad y con unas dioptrías asumibles. Fue así hasta el "29 de julio de 2004". El lotero lo recuerda con precisión. Acababa de aterrizar en el Aeropuerto de Barajas tras pasar sus vacaciones en Asturias. De repente, cuando caminaba por una cinta desplazadora, "apareció una niebla en el ojo izquierdo". Se le había desprendido el vítreo y perdió el 90% de visión en ese ojo. 

Luis llevaba años trabajando en el hostal de Atocha y, poco a poco, había cogido las riendas. "Cuando perdí el ojo me entró el canguele, pero como tenía el negocio, no me sentí agobiado y no tenía que rendir cuentas a nadie", añade. Un año después, en 2005, acudió a la ONCE en busca de asesoramiento. Este fue el consejo que recibió de un miembro de la organización: "¿Qué tienes? ¿Un glaucoma después de una subida de tensión? Date por jodido". 

"Dos grandes lecciones"

Luis reconoce que no era consciente del "daño real" que sufría su visión. Pero al poco tiempo, se estrelló contra una señal vertical cuando paseaba con sus perros y, días después, se cayó por las escaleras de entrada al Metro. En los años siguientes, gracias al 'date por jodido' y esos dos trompazos, aprendió braille y a manejarse con el bastón. También recibió ayuda psicológica. Seguía viviendo y trabajando en el hostal. Y conoció a Alma, la mujer con la que acabaría casándose y teniendo un hijo.

En diciembre de 2013, mientras veía la televisión junto a su pareja, Luis sintió como en el ojo derecho le bajaba una "cortina de agua". "Nena, me parece que me acabo de quedar ciego", le dijó a Alma. Ella creía que sólo era un susto más. Pero al día siguiente, el hombre se despertó sin ver. Aun así, se marchó "acojonado" a trabajar al hostal. "Estaba preparado. Sabía hacer de todo". La venta de sorteos de la ONCE fue su siguiente destino laboral.

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De esta experiencia que ha cambiado su vida, Luis ha aprendido dos "grandes lecciones": "Una es la de ser humilde porque no somos nadie. La naturaleza nos da una hostia y nos deja como si nos diera una paliza un grupo de matones (...) La otra es enseñar que la discapacidad no existe, todos somos capaces, lo que pasa es que no enseñamos a nuestras capacidades... No las explotamos".

El lotero también hace un "llamamiento" a quienes, como él, comenzaron a perder visión poco a poco: "¡Que la gente no espere a estar completamente ciego para acudir a nosotros [la ONCE], que estamos aquí para ayudar! !Que vayan mucho antes, cuando empiecen a tener problemas de visión!".