Lucía Pérez Costillas (Málaga, 1964) descubrió su vocación por la psiquiatría en una de sus clases de Medicina. Poco después, en una de sus primeras consultas se topó con una paciente que la dejó marcada de por vida. Le dijo: "Doctora, quiero más cáncer, porque la depresión es una enfermedad en la que nadie te comprende". Aquella confesión cambió el rumbo de su vida profesional.
Su interés por investigar el suicidio surgió, de nuevo, pasando consulta. Esta vez en el Hospital Comarcal de Antequera, una zona con una importante agrupación familiar de suicidios, según la experta. "Entre algunos pacientes hablar de la muerte era muy común. Aunque rehusaban utilizar la palabra suicidio, la sustituían por el voluto. Y ante un problema como éste uno empieza a buscar respuestas", reconoce.
Desde entonces, la psiquiatra del Hospital Regional de Málaga y profesora en la UMA no ha parado de estudiar la depresión, la ansiedad, las tendencias suicidas y el trastorno bipolar. Pérez también ha asesorado en el Programa Alienta para la Prevención del Suicidio en Málaga junto a la Asociación Justa Alegría, el Ayuntamiento y el Teléfono de la Esperanza. Actualmente colabora con este último.
La profesional cuenta, antes de ponernos manos a la obra con la entrevista, que tuvo cáncer y estuvo de baja un año. "Lo cierto es que no llevé mal el tratamiento excepto los días malos. Me dio lugar a trabajar con varias asociaciones. Para mí fue una oportunidad de tener un tiempo para mí para reflexiona", relata al otro lado del teléfono tras una consulta.
Pérez Costillas volvió al Hospital Regional y la Covid la estaba esperando. A los tres meses de incorporarse, la pandemia empezó. "Me ha tocado coordinación de equipos de trabajo. Al inicio lo pasamos muy mal. Nunca había visto tanta gente morirse", se sincera la experta en psiquiatría que advierte de los efectos a largo plazo de la pandemia en la mente de todos.
El suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte entre los jóvenes.
Lleva muchos años siendo la primera causa de muerte violenta en jóvenes. A veces varían las estadísticas. Lo que pasa es que los jóvenes se mueren poco. Cuando vas a buscar una causa de muerte hay cánceres específicos y durante mucho tiempo estaban los accidentes. El suicidio lleva siendo primera o segunda causa de muerte entre los jóvenes de 18 y 29 años desde hace mucho tiempo. No te sé decir cuántos años. Durante esta época sí que se ha observado, en estudios de investigación sobre carga asistencial y hablando con colegas, que llegan muchos más jóvenes con intentos de suicidio. Ya era la primera causa de muerte violenta. Ahora ha aumentado el número.
Iñigo Errejón pidió un plan de salud mental y un diputado le increpó el Congreso. ¿Sigue habiendo mucho estigma hacia las personas con depresión, problemas mentales graves?
Sigue habiendo tabú y estigma. No nos podemos engañar. Sigue habiendo gente que se ríe ante la salud mental, la violencia de género y problemas de gran envergadura humana. En estos últimos meses se están abriendo plazas de psicólogos. Muy pocas. Antes de que Errejón dijera esto se creó un programa de psicología en Atención Primera. Es muy necesario. Han dado una migaja. Las plazas de psicólogos no son suficientes.
Tenemos seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes.
La cifra es ridícula. Se pretende un trabajo del psicólogo clínico con una frecuencia de consultas que no permite hacer terapias reglada. Para serlo al menos tienes que ver al psicólogo una vez a la semana. ¿Aunque tú me crees una plaza de psicólogo por zona de salud, cuántos pacientes podrá ver? Nuestros políticos tiene que entender que el trabajo en salud mental requiere tiempo y número de profesionales. Igual que un trasplante necesita muchos medios económicos.
Algunas personas con trastornos mentales no ven razón para seguir adelante. ¿Qué debemos hacer los que estamos a su alrededor?
Lo primero que hay que hacer es decirles que no están solos y hacer que escuchen. Cuando una persona te dice que se quiere matar tenemos que escuchar, y no decirle que es una tontería. Legitimizarle, comprenderle y pedirle tiempo. Y acompañarle para que acuda a un profesional. Si una persona que quiere hacerse daño no la dejes sola. Y mucho menos si es consumidora de tóxicos, de cualquier pastilla. Decirle que existe un 112 y un teléfono de la esperanza. Que hay mucha gente que la quiere ayudar.
¿De todas sus consultas en el Regional, cuántas tienen que ver directamente con las malas condiciones laborales y las pocas expectativas en el futuro?
En el joven hay varios factores. Uno, que es muy importante, es la diferencia y la evidencia del tiempo. La inmediatez en la que el joven ha estructurado su personalidad. Está muy acostumbrado a respuestas inmediatas, y como tú dices, la vida no te las da. Hay una gran frustración a nivel laboral y una poca valoración cuando consiguen trabajo a través de los sueldos (bajos en muchos casos). Ha habido un cambio completo en la manera de relacionarse en la adolescencia y en la primera juventud. Son muchos cambios que tiene que cimentarse. Te hablaba de la concepción del tiempo al principio porque en un mundo más precitado que nunca se generan muchos problemas de impulsividad. Se diagnostica más que nunca el TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Todos estos cuadros se asocian a un mayor riesgo de suicidio.
En la pandemia todos pararon de golpe ese ritmo de vida frenético y estresante. ¿Cómo le afecta esto a las personas con enfermedades mentales?
Sabemos que les ha afectado mucho. Una persona que está ansiosa por salir y no se lo permiten, puede sentir agorafobia. El hecho de no poder comunicarse aumenta más aún la ansiedad. En el caso de la depresión, la enfermedad de la oscuridad, la pandemia lo oscurece todo. La desesperanza es uno de los síntomas claros de la depresión y que más se asocia al riesgo suicida. La pandemia ha sido un momento de desesperanza absoluto. Han aumentado mucho los problemas en salud de mental, además de las dificultades de acceso al sistema sanitario. No es lo mismo una consulta telefónica que una consulta asistencial. La telemedicina es un medio nuevo; estamos en ello. Pero hay una cantidad de personas que ni siquiera tiene acceso a ello.
Usted habrá notado el efecto de la pandemia en los enfermos mentales del Hospital Regional. ¿Atiende más consultas?
Sí. En esta quinta ola están ingresando sobre todo jóvenes. El Covid también produce mayor indicio de depresión. Un estudio de neurología y Covid que hemos hecho ha demostrado que más que daño cognitivo, se produce trastorno del ánimo. Hay una parte biológica que hemos estudiado. Lo que se sabe con el Covid es que se produce un fenómeno inflamatorio con un aumento de citoquinas tremendas. Hemos buscado si ese aumento de citoquinas, que también está descrito en la depresión, influye en la salud mental en los pacientes de la Covid. La depresión no sólo ocurre a raíz de un trauma psicológico, también hay unos mecanismos biológicos subyacentes. Aunque el síntoma es psíquico. Es un fenómeno multifactorial en el que influyen cosas del ambiente y elementos biológicos. Todos estos cambios biológicos producen más depresión, aparte del impacto psicológico.
¿Cree que la sociedad ha omitido todo lo que ha sufrido en esta crisis y sentirá los efectos con el tiempo?
Va a dejar muchísimas secuelas porque ha aumentado mucho el sentido de vulnerabilidad del individuo. Yo he visto síntomas obsesivos hipertrofiados de una manera tremenda. A gente que lavaba el pan y se ha quedado completamente encerrada en ese miedo tan tremendo. Hay familias que han sufrido mucho en esos duelos sin despedida. A la vez hay un miedo a mi propia vulnerabilidad. Se ha juntado la incertidumbre con las noticias falsas, esa idea de que me engañan; el no poder hacer nada; el sentirte que no tienes armas; el aislamiento.
¿No hemos salido mejores de esta pandemia mundial, verdad?
Es una opinión personal. En la parte buena que debía trabajar la pandemia es que aumentará los valores de solidaridad. No ha sido así. A nivel personal, ha habido muchos que han aprendido. Pero no ha habido un cambio social a mejor.