Málaga

Un estudio llevado a cabo por investigadores del RJB-CSIC revela la existencia de dos nuevas especies de amebas en la Cueva del Hundidero, en Montejaque (Málaga), que actúan como bioindicadores del cambio climático en esta zona del sur de España muy afectada por la desertificación.

La investigación, publicada en la revista European Journal of Protistology, señala la importancia de preservar las dos especies, Difflugia alhadiqa y Heleopera baetica, por el papel que juegan sobre el clima local en esta zona de la provincia malagueña.

Las cuevas y sus habitantes siempre han sido un escenario de estudio para distintos investigadores. Disciplinas científicas como la espeleología, la topografía, la geología, la antropología, la paleoclimatología y también la biología han permitido averiguar qué sucedió en estos espacios millones de años atrás y ampliar los conocimientos sobre la evolución de los seres humanos, de animales y otros organismos.

La Cueva del Hundidero, en el municipio de Montejaque, con sus más de 50 metros de altura y monumento natural de Andalucía, es un ejemplo de esa fascinación humana por este lugar sinuoso, situado en terrenos carsticos, con caprichosas formas y la existencia de una vida frágil y escondida que allí se cobija.

En la entrada de la cueva, con temperatura y humedad constantes, gracias a una tenue iluminación permite el desarrollo de unos auténticos jardines microbianos, las esteras cianobacterianas, en los que crecen múltiples y coloridas especies de bacterias fotosintéticas, según se revela en un estudio llevado a cabo por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que trabajan en el Real Jardín Botánico (RJB) de Madrid y publicado en la revista European Journal of Protistology.

En estos "céspedes" de la cueva crecen también variedades tóxicas, como el género Symploca que segrega compuestos que impiden el asentamiento de los pocos organismos que se abrieron el paso hasta las paredes en las que viven. Sin embargo, el estudio desvela que hay habitantes en las esteras cianobacterianas, las amebas tecadas (Arcellinida), pequeños organismos unicelulares protegidos por un caparazón microscópico cuya forma permite identificar las especies, que sobreviven a Symploca.

Importancia 

Carmen Soler-Zamora, una de las investigadoras del estudio, ha destacado que durante el estudio han localizado dos nuevas especies del grupo de protistas o amebas lobosas con testa (Arcellinida), Difflugia alhadiqa, del árabe 'del jardín', y llamada así en referencia al pasado andalusí y a las coloridas esteras en las que vive, y Heleopera baetica, de la antigua provincia romana de Baetis, "ambas muy importantes porque pueden usarse como bioindicadores del cambio climático en una zona de nuestro país, el sur, muy afectada por la desertificación como consecuencia de ese cambio climático global".

Los investigadores han denominado a estas amebas tecadas canarios mineros climáticos porque su papel es similar al de estos pájaros que, en el siglo XIX, eran utilizados en las minas de carbón para alertar ante la presencia de grisú y otros gases tóxicos y advertir con su canto de posibles sofocaciones y explosiones.

"Debido a su estrecha tolerancia ecológica y su posición ecológica clave, como principales depredadores de las cadenas alimentarias microbianas, creemos importante preservar la presencia de estas dos especies de amebas en la Cueva del Hundidero sin alterar sus condiciones climáticas, por su contribución, como si de canarios mineros se tratase, a informarnos sobre la biodiversidad y el cambio climático de esta zona del sur de España", enfatiza Carmen Soler-Zamora.

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