Archidona vive su Semana Santa de forma muy especial, siendo sin duda la fiesta más señalada, popular y antigua de cuantas se celebran hoy en día en la localidad. No en vano, hablamos de más de 500 años documentados que se han traducido en una estructura muy sólida, compuesta por seis cofradías de pasión y una Agrupación de Cofradías que las aglutina y coordina a todas.
Estamos hablando de un pueblo donde a día de hoy hay censados unos 8.200 habitantes y cuyas cofradías tienen alrededor de mil hermanos, algunas menos, otras superando con creces esa cifra. Estos datos hacen una idea del peso que tienen las cofradías en la vida social de Archidona, no sólo actuando en Semana Santa, sino teniendo una considerable e incesante actividad durante todo el año.
Archidona es, ante todo, un pueblo con historia, orgulloso de ella hasta el punto de tomar como estandarte la palabra tradición. Aquel que acude por primera vez en la Semana Mayor suele quedar impresionado de la cantidad de elementos que hemos sabido conservar a través del tiempo y que otorgan una idiosincrasia muy particular, haciendo que nuestras procesiones se diferencien claramente de todas cuanto nos rodean. Esto es lo grande de la diversidad cultural, que añade un atractivo único a cada punto de nuestra provincia, sin olvidar que, ante todo, somos malagueños y siempre fijamos la línea de evolución en la misma dirección que nuestra capital.
De igual forma, Archidona se ha visto agraciada por el arte, teniendo la suerte de disponer en nuestro haber de una imaginería de lo más selecta, procedente casi en su totalidad de la antigua escuela granadina, aquella que impregnó de su buen hacer a toda Andalucía oriental. De esta manera, ese visitante que descubre nuestra Semana Santa por primera vez se ve inmerso en un mundo donde predomina el sabor añejo.
Dejando a un lado el Lunes Santo, único día de la semana en el que no procesiona ninguna cofradía, son ocho los desfiles procesionales que salen por nuestras calles, comenzando con la Cofradía de la Pollinica, escuela de jóvenes cofrades donde todos los archidoneses, sin excepción, hemos salido alguna vez portando las características palmas que derrochan esa alegría propia del Domingo de Ramos.
Del bullucio de la primera jornada pasamos al silencio absoluto del Martes Santo, hora en el que el Señor de la Columna sale en viacrucis con el recogimiento de todo un pueblo que enmudece a su paso. La portentosa talla de la escuela de Pablo de Rojas, perteneciente a la Archicofradía de la Soledad, protagoniza la única procesión de silencio que tenemos en nuestra localidad formando un cortejo singular que estremece al son de un tambor ronco.
El Miércoles Santo se tiñe de azul celeste, el color de la Cofradía del Huerto. Sus tres Titulares procesionan en un alarde de elegancia por las calles, en las que Jesús Orando en el Huerto, Jesús Preso y la Virgen del Amparo, tallas anónimas del S. XVII, discurren entre elementos tradicionales como son el apostolado, los recién rescatados evangelistas y el angelito que canta “la embajá”, patrimonio inmaterial y orgullo de esta cofradía. Será en los instantes previos a la procesión cuando un niño o una niña, aún de voz blanca y vestido de angelito, suba a uno de los balcones de la iglesia para entonar este cántico cuya representación nos remonta a más de un siglo atrás.
Pasarán los oficios del Jueves Santo y serán los cofrades del Nazareno quienes se preparen para efectuar su salida procesional. Cuatro tronos, la Santa Cruz, Jesús Nazareno, Cristo de la Expiración y la Virgen del Amor y de la Sangre conforman este nutrido cortejo. Nuevamente la mano de algún discípulo aventajado de Pablo de Rojas dejó su impronta en la maravillosa talla del Nazareno, que procesiona con gran elegancia y suavidad. Es esta cofradía la que tiene los tronos más grandes de nuestra Semana Santa y ello es más que palpable, por ejemplo, en el de la Virgen.
Es entonces cuando llegamos al día grande, al Viernes Santo, cuando procesionan las tres Cofradías restantes comenzando el día con el recuerdo a los difuntos que realiza el Dulce Nombre en el cementerio. Y como si por un momento nos sintiéramos todos Cirineo, en tres ocasiones, el apostolado y demás cofrades de morado hincan sus rodillas en el suelo representando las tres caídas del Señor, de igual forma que la hincaron la noche antes en el peregrinar silencioso por los Sagrarios de nuestra localidad. Porque nuevamente el arte se hace patente, en este caso de la mano del círculo de Pedro de Mena en el Dulce Nombre y, de forma anónima, en el resto de Titulares que conforman la Archicofradía, el Stmo. Cristo de la Misericordia, el Dulce Nombre chiquito y la Virgen de la Paz.
Será la tarde la que dará paso a la Cofradía de la Humildad, con el Cristo que da nombre a la cofradía, del S. XVI, y la Virgen de los Dolores. Son las dos únicas imágenes que procesionan en tronos que no son barrocos, siendo neogótico el caso del Cristo y neo renacentista el caso de la Virgen, poniendo una nota singular a la procesión más ordenada, casi marcial, de cuantas salen en Archidona. Elementos como la zumba, el sol, las caídas o el apostolado se hacen presentes en esta cofradía dotándola de una singularidad característica.
El Viernes Santo acabará con Cristo Muerto, el Santo Entierro y la Virgen de la Soledad, tallas del S. XVI del imaginero Diego de Vega, procesionan por la noche, mostrando una joya de urna que es el trono más antiguo de la Semana Santa malagueña (1736) y teniendo al Cristo del Descendimiento que protagoniza una de las tradiciones más espectaculares y sobrecogedoras de Archidona. El hecho de tener los brazos articulados le permite estar crucificado durante todo el año y que sea desclavado y trasladado a su urna procesional en los oficios del Viernes Santo, ceremonia de especial relevancia y recomendación para todos los visitantes.
Culminará, como no podía ser de otra forma, con la salida del titular de la Agrupación de Cofradías, el Santísimo Cristo Resucitado. Así acabamos nuestro recorrido, con la alegría de la resurrección, con el sonido de los campanilleros que no cesa en toda la semana, con un repaso a nuestra historia y nuestras tradiciones, con el arte como elemento común y, sobretodo, con la devoción de todo un pueblo volcado en su Semana Santa.