Cuando pensamos en una ferretería, se nos viene a la cabeza el típico lugar donde puedes encontrar de todo y a la vez podrán ayudarte a solucionar pequeños problemas domésticos. Ahora bien, debido al aumento de la complejidad de muchas reparaciones domésticas, o la escasez de residentes en el Centro Histórico de Málaga, se encuentran en extinción.
Aunque hay cosas de hace 100 años que son difíciles de escuchar hoy día, como la flauta de pan del afilador; existen negocios anacrónicos que se mantienen exactamente igual que hace un siglo, como es el caso de la ferretería El Llavín. EL ESPAÑOL de Málaga ha charlado con su actual gerente, Luis Arribere.
Un Centro Histórico sin ferreterías
Resistir siendo un comercio tradicional en el Centro Histórico de Málaga puede no ser sencillo, pero ser la única ferretería ayuda: "La verdad que sin problemas", afirma Arribere, que resalta que, debido a su singularidad, "la gente, pues viene".
Ello hizo que durante la pandemia tampoco tuvieran problemas o que no consideren necesario contar con redes sociales o siquiera página web. Actualmente, mantienen "más o menos" las mismas ventas que antes de la aparición de la Covid-19.
Luis Arribere lleva gestionando El Llavín desde hace 40 años, y cuenta que en este tiempo la venta "se ha transformado un poco". Señala que antes venía a su negocio más gente, ya que "vivía más gente en el centro y ahora son más de bares, de restaurante, de tiendas, hoteles, apartamentos turísticos". Los encargados de mantenimiento de los establecimientos son, hoy día, quienes compran más en su ferretería.
"Me imagino que seguirá igual, ya ha cogido una tendencia que en Málaga en el centro cada vez hay menos gente viviendo, y hay más pisos turísticos", responde Arribere cuando se le pregunta acerca de cómo ve los próximos años, quien indica que su modelo de negocio seguirá igual: "Ferretería, en general".
Al fin y al cabo, como dice su dueño, se trata de un "negocio anacrónico para los tiempos que corren para el centro de Málaga".