El 26 de abril de 1986 tuvo lugar el peor accidente nuclear de la historia: la explosión de la central de Chernóbil. Un fenómeno de magnitudes desconocidas hasta la fecha y que, en el momento, fue maquillado por el régimen soviético (en descomposición). 36 años después de la tragedia, investigadores de la Universidad de Málaga y la Universidad de La Laguna han publicado un estudio en el que se revela que la calima transporta isótopos de Cesio vinculados a este desastre.
La investigación, que se ha publicado recientemente en la revista científica ‘Journal of Geochemical Exploration’, aborda la presencia de radiación de Cesio 134 y 137 (134Cs y 137Cs) en suelos de Tenerife, que podría estar relacionada con el desastre nuclear de 1986 y que habría llegado a la isla a través del polvo en suspensión procedente del Sahara.
Este trabajo se ha basado en un análisis retrospectivo de los datos recopilados a principios de la década de los noventa por el Laboratorio de Física Médica y Radiactividad ‘FIMERALL’, adscrito al Servicio General de Apoyo a la Investigación de la ULL, que mostraba el contenido de radionúclidos en aerosoles en los suelos de la isla.
Los investigadores explican que en aquel momento "no se tenía una visión tan general" de las contribuciones de los episodios de polvo sahariano en suspensión y, sobre todo, no se disponía de una serie temporal larga para poder explicar la aparición de dichos radionúclidos de "origen antropogénico en las muestras de suelos".
Basándose en trabajos previos realizados por la investigadora de la ULL María López Pérez ha sido posible dar una explicación plausible a la aparición de dichos radionúclidos en aquellos años, lo cual ha dado origen a este nuevo artículo científico, del que es también autora principal.
Así, de acuerdo con López, a pesar de la gran distancia entre Canarias y la central nuclear de Chernóbil, la fuente más probable de las concentraciones de 134Cs y 137Cs registradas en los suelos de las Islas Canarias Occidentales en los años 90 fue la resuspensión de terrenos y arenas previamente contaminados por dichos isótopos de origen artificial.
Según explica, estos isótopos liberados durante el accidente se dispersaron (parcialmente) por Europa, aunque también llegaron a todo el hemisferio norte en "pequeñas cantidades".
En esta investigación han participado un total de ocho científicos. En concreto, por parte de la UMA, Elisa Gordo, de la Unidad de Técnicas Radiométricas de los Servicios Centrales de Apoyo a la Investigación (SCAI), y la profesora del departamento de Física Aplicada II Esperanza Liger.
Bajas concentraciones
"Las simulaciones de las columnas radiactivas liberadas por Chernóbil no mostraron una ruta de deposición directa hacia las Islas Canarias Occidentales durante los días posteriores al accidente", subrayan. Así, los autores consideran que el escenario más probable fue que, después del desastre nuclear, los isótopos se depositaran primero en la superficie del suelo del norte de África y, luego, se resuspendieran en la atmósfera, permitiendo que fueran transportadas y se depositaran (deposición secundaria) sobre las islas mediante tormentas de polvo, muy comunes en el norte de África.
Igualmente, el análisis de los datos de aerosoles recopilados en Canarias durante los últimos veinte años y los datos de densidad de la columna de polvo para el periodo 1986-1991 muestran que hay una entrada continua de polvo mineral y 137Cs del norte de África asociado con las calimas.
Este trabajo concluye, no obstante, que las bajas concentraciones de estos isótopos, medidas tanto en los suelos como en la atmósfera de Tenerife, no proporcionan, en ningún caso, un incremento significativo en las dosis recibidas por la población tinerfeña y, por extensión, de la población residente en Canarias.