“La universidad es tan lenta en adaptarse a la realidad que las empresas acaban formando a su gente”
Gabriel Arrabal, director de Estudios Universitarios de Eade, cree que hay hueco en Málaga para varias universidades privadas aunque piensa que hay que resolver de manera "urgente" la escasez de vivienda para jóvenes.
12 febrero, 2023 05:00Noticias relacionadas
Gabriel Arrabal puede presumir de que conoce a miles de jóvenes en Málaga y, además, tiene buena memoria porque recuerda hasta el nombre de muchos de ellos. Dirige el área de Estudios Universitarios de Eade desde hace décadas y tiene importantes proyectos en mente.
Habla claro de las carencias del sistema universitario español, tanto público como privado, y confía en que se puedan resolver para ser más competitivos, sobre todo en un momento en el que Málaga despunta en aspectos como el tecnológico y en el que hace falta personal cualificado.
EADE es ya un clásico en Málaga.
Sí, más de treinta años. Somos conocidos por ser centro universitario adscrito a la University of Wales Trinity Saint David, pero impartimos además grados oficiales españoles de diseño, algunos programas de formación profesional, y a nuestro grupo pertenece el Colegio León XIII -con más de 60 años de vida- y el club deportivo que lleva su mismo nombre. Nuestras titulaciones están autorizadas por la Junta de Andalucía e inscritas en el Registro Oficial de Universidades, Centros y Títulos del Ministerio de Educación Español (RUCT). En nuestro ecosistema, por lo tanto, se unen realidades muy diferentes, pero todas conviven y se retroalimentan de una forma muy positiva.
¿Cuántos miles de alumnos han pasado por sus aulas en todos estos años?
En EADE contamos ya con 9.500 egresados universitarios y afortunadamente la mayoría de ellos están muy bien colocados tanto en proyectos emprendedores como en puestos de máxima responsabilidad en instituciones y en empresas. Estamos muy satisfechos. Pensamos que nuestros alumnos reciben una formación muy sólida y muy adaptada a las necesidades del mercado. Casi todos nuestros programas tienen un 100% de inserción laboral antes incluso de recibir el título.
¿Cuáles son esos programas con tan alta inserción laboral?
Por ejemplo, los grados de Diseño Gráfico, Diseño de Interiores, Ciencias del Deporte o Administración de Empresas. Tenemos un máster de Gestión Hotelera y Eventos en el que año tras año los contratan a todos. Hay compañías hoteleras en España que nos quieren blindar a toda la promoción de alumnos. Igual ocurre con el Máster en Greenkeeping de Golf y Fútbol.
En los últimos años hemos aumentado un 10% el número de alumnos cada año, a pesar de la pandemia y de las crisis económicas. Además, hemos solicitado a la Universidad de Gales aumentar su oferta académica en EADE con otras ocho nuevas titulaciones: tres tecnológicas, dos de ciencias del deporte, una de gestión hotelera, otra sobre psicología y criminología y una última sobre emprendimiento rural, tan necesario en la España despoblada, pero de grandes oportunidades.
Hablaba de la necesidad de adaptarse a la demanda del mercado. ¿Cómo lo están haciendo?
Todos nuestros másteres han surgido de necesidades que nos hacen llegar desde la propia industria. Así hemos empezado el curso de Experto en Medicina Genómica y Asesoramiento Genético, que cuenta con los mejores genetistas del país, el máster en Dirección de Mantenimiento de Campos de Golf y de Fútbol, con profesores como el greenkeeper de Wimbledon o los mejores greenkeepers de la Costa del Sol y nos ha permitido formar a muchísimos de los que hoy trabajan en los campos de golf y de fútbol de España. También tiene una inserción laboral muy alta el Máster de Gestión y Dirección de Museos o el MBA, entre otros.
Tenemos más de 500 convenios firmados con empresas y nuestras prácticas son obligatorias desde el primer curso. Queremos que la formación del aula se complemente con la experiencia práctica, de forma que cuando los alumnos terminan conozcan perfectamente el trabajo de la calle y así no exista la brecha que tradicionalmente ha existido entre la universidad y el mercado laboral.
Ustedes son un centro adscrito a una universidad, pero quieren convertirse en universidad privada sin depender de nadie. ¿En qué momento se encuentra el proyecto?
En 2018, con la anterior Administración en la Junta de Andalucía, presentamos la documentación por tercera vez -porque ya lo habíamos hecho en 2001 y en 2004 sin recibir entonces respuesta alguna-. Iniciamos el expediente de reconocimiento como la Universidad Privada de la Costa del Sol. Creo que de todos los proyectos que hay ahora mismo en manos de la Consejería fuimos los primeros, aunque eso para nosotros es indiferente.
Estos expedientes siguen un circuito que recorre el Ministerio de Educación, la Agencia Andaluza del Conocimiento, el Consejo de Rectores, etc., que elabora sus propios informes, que no son vinculantes, y que siempre son desfavorables porque siempre encuentran algo. En nuestro caso hemos respondido a todos esos informes y subsanado aquellas cuestiones que nos pedían, algunas de ellas discutibles y muy poco objetivas. Los seguiremos respondiendo y, si es necesario, iremos a un contencioso, porque creemos tener derecho a poner en marcha una universidad, aunque sea de tamaño humano y no responda al modelo colosal imperante en España. Es posible otro modelo. Existe en el mundo.
Ya solo les queda a ustedes entonces que la Junta de Andalucía diga que sí.
Nosotros, de hecho, ya somos un centro universitario autorizado, inscrito en el RUCT e impartimos titulaciones oficiales británicas y españolas. Y no ocultamos que nos encanta el modelo británico, sus altísimos controles de calidad docente y los resultados que consigue. Y creemos que ya poco tenemos que demostrar. Ser universidad privada española es una decisión política. La Universidad Privada de la Costa del Sol será reconocida tarde o temprano. En cualquier caso, lo vamos a pelear, pero sin renunciar al tesoro que ya tenemos: ser un centro de excelencia y de formación de calidad.
Ahora hay varios proyectos de universidades privadas en Málaga. ¿Hay hueco para tantas?
Yo creo que sí. Nos encantaría que todos los proyectos que están ahora en la Junta de Andalucía vieran la luz. Nosotros consideramos que la competencia es muy buena. Cada una de las universidades tendrá que ver cuál es su nivel de especialización y buscar su nicho de mercado. Creo que todas podemos complementarnos y retroalimentarnos. Es bueno porque nos va a hacer mejores tanto a los privados como a la universidad pública. No hay que temer a la competencia: siempre ayuda a mejorar la calidad.
¿Qué diferencia al proyecto de universidad privada de EADE del resto?
Es el único proyecto nacido en Málaga, con capital malagueño. Todo lo que se puede ver en nuestro campus actual es el resultado de los beneficios que ha ido generando el proyecto a lo largo de los años y que se han invertido aquí. Es un proyecto impulsado por el empresario malagueño Miguel Martos. No somos un fondo de inversión extranjero, por lo que podemos garantizar la permanencia en Málaga. Estamos generando empleo y llevamos ya 30 años. Nuestro proyecto no está sobre un papel ni en un solar. Tenemos edificios, profesores, doctores y una experiencia como centro universitario durante tres décadas. Llevamos más de 30 años formando a profesionales que paradójicamente aquellos que nos tienen que autorizar están contratando, por ejemplo, en distintas consejerías de la Junta de Andalucía.
¿Tendrían que ampliar sus actuales instalaciones en caso de ser universidad privada?
Sí, tenemos un proyecto de ampliación del campus y así lo hemos presentado en el expediente. Una vez obtenido el reconocimiento habrá más inversiones. En cualquier caso, hemos planteado un proyecto de universidad privada de tamaño humano, donde todo el mundo, como ahora, se siga saludando por los pasillos, de 2.000 o 3.000 alumnos máximo, con programas muy especializados.
Hay ahora un repunte de la Formación Profesional. ¿Van a perder clientela las universidades, tanto las públicas como las privadas?
Creo que son espacios complementarios. Las universidades tenemos que ser más flexibles y adaptarnos mejor a los requerimientos formativos de las empresas. Una cosa es la formación profesional y otra cosa muy diferente es la universidad. Tienen objetivos diferentes. El repunte de la formación profesional es una llamada de atención a la universidad porque probablemente nuestra formación ha estado muy de espaldas a la empleabilidad y en eso hay que cambiar.
Creo que el sistema universitario español tiene que sufrir grandes modificaciones. Y cuando hablas con los compañeros de la universidad pública te dicen lo mismo. El sistema español está hiperregulado y muy burocratizado. También los rectores se quejan de eso. No puede ser que una universidad tarde años en poder sacar un programa adelante, porque cuando nacen ya están desactualizados. Las universidades se dan cada vez más cuenta de que los itinerarios formativos deberían adaptarse a las necesidades de la persona y no a planes de estudios tan rígidos, cerrados y herméticos como tenemos ahora mismo.
La hiperregulación está generando además que se esté descuidando la docencia. A los centros universitarios, también a los extranjeros, nos exigen un 50% de doctores y nosotros lo cumplimos. Pero a veces los doctores no son siempre somos los mejores docentes. Y eso es una lástima. Ese requisito es razonable para departamentos que se vayan a dedicar solo a la investigación. Pero la universidad tiene una misión que es fundamental y es para la que nació: la docencia, enseñar. A veces, para cumplir con esa ratio del 50%, nos vemos obligados a contratar profesores que son muy buenos para la investigación, pero que no tienen habilidades docentes.
Esta hiperregulación no se da en otros países, donde se funciona más con el concepto de declaración responsable: se lanza el programa y se audita después. No existe ese freno para adaptar y flexibilizar programas. En nuestro proyecto de universidad privada planteamos una estructura de grados que sería muy original en España.
¿De qué se trata?
Hemos propuesto un primer año prácticamente común en todos los programas donde los alumnos se adiestran en las llamadas “habilidades blandas”, que para mí son “duras”, por el gran valor que tienen, como la inteligencia emocional, el emprendimiento, el big data y la inteligencia de negocio, la comunicación, el liderazgo, la formación política… El mercado de trabajo exige estas competencias: aparte de la formación universitaria se supone que tienes que saber trabajar en equipo, dirigir, estimular, cooperar, etcétera. Nosotros hemos planteado esa estructura y ahora lo que pedimos es que nos dejen hacerlo.
Las empresas se quejan, sobre todo las tecnológicas, de que falta gente realmente preparada de Málaga para poder acceder a todas las ofertas de empleo que se están generando. ¿Qué cree usted?
Estoy absolutamente de acuerdo y es una lástima. Pero el problema que tienen también las universidades es lo que venimos hablando: la falta de flexibilidad del sistema y los procesos burocráticos tan complejos. Las empresas al final acaban formando a su propia gente porque el sistema universitario es tan lento en las adaptaciones que cuando te autorizan un programa hay ya que replantearlo.
También se quejan de que el nivel de inglés de los malagueños no es bueno.
Sí, es una carencia que tenemos a nivel nacional. Nosotros insistimos mucho a nuestros alumnos de que resuelvan esa dificultad porque puede convertirse en un obstáculo serio a la hora de la empleabilidad.
Málaga está creciendo desde el punto de vista tecnológico, cultural y sigue fuerte en turismo. Pero la tasa de paro está en el 19%. ¿Cómo se remedia eso?
Desde las universidades la clave debe ser la aproximación cada vez mayor al mundo de la industria de manera que preparemos a nuestros alumnos para que respondan a las necesidades reales que tienen las industrias y no a los planes de estudios que han sido diseñados en despachos. Las universidades tenemos la responsabilidad de resolver ese problema, desde nuestra propia identidad, que no es la de la formación profesional. Nosotros estamos teniendo suerte por nuestro alto índice de empleabilidad, pero el mensaje que les trasladamos a nuestros alumnos es que la competencia en la calle es muy dura y es mejor llorar aquí que llorar después. Hay que prepararse y con un nivel alto.
Por otra parte, muchas de las clases se pueden hacer en las empresas. Nosotros tenemos programas de posgrado en los que todas las clases se dan in situ, como el máster en Gestión y Dirección de Museos, donde las clases las dan los directores de los museos y en sus sedes. Y lo mismo en los hoteles.
¿Cuál es, para usted, el proyecto que Málaga necesita de forma acuciante?
Málaga debe seguir actuando con una planificación estratégica. Lo que ahora se está cosechando es lo que se ha sembrado años atrás. Ahora hay que pensar en el futuro. De hecho, nosotros participamos en algunas de las mesas en las que nos convoca el Ayuntamiento relacionadas con la formación donde se planifica cómo nos gustaría la Málaga del futuro. Uno de los temas en los que insistimos es en una Málaga como destino de formación de calidad, que vendría muy bien para sustituir ese turismo barato y bullicioso que no se quiere por otro de más calidad que viene a estudiar.
Por otra parte, hay que seguir poniendo bases a los proyectos que están haciendo que Málaga sea conocida, porque todos los proyectos pueden tener pies de barro. Cualquier proyecto se puede desmoronar y hacer que pasemos de la Málaga Valley a la Málaga que fue o que dejó de ser, como la Málaga industrial del pasado. Imagino que si todas las fuerzas políticas, las empresas y las instituciones van de la mano esto es posible.
Una cosa que me gusta mucho de Málaga es su frescura y su carácter cosmopolita. No se mira al ombligo, aquí hay gente de todos lados. Para mí eso es el mayor valor de la Málaga actual. Nos ha venido muy bien no tener Administración porque nos ha obligado a ser emprendedores e innovar.
Está rodeado siempre de jóvenes, ¿le preocupa que tengan muy difícil el acceso a una vivienda?
Es otro de los problemas de este crecimiento que está teniendo Málaga. Hay mucha gente que afortunadamente quiere venir de fuera y el teletrabajo da la opción de mudarse de una ciudad con dos horas de luz del norte de Europa a una como Málaga, con la luz tan maravillosa que tenemos. La oferta de viviendas tiene que ser cada vez mayor y que sea asequible, porque los precios se han encarecido una barbaridad. Si queremos que Málaga sea destino internacional de formación de calidad, debemos resolver de manera urgente esa carencia.