"Hay un antes y un después de Marbella; el ciudadano y las autoridades están más alertas ante la corrupción"
A título personal | Diego Martín Reyes es abogado, miembro del Consejo Consultivo de Andalucía y expresidente de la Gestora de Marbella tras la disolución del Ayuntamiento.
19 marzo, 2023 05:00Noticias relacionadas
Espera paciente en la Plaza de Félix Sáenz. Pese a su escasa estatura, que no le hacen sobresalir respecto al resto de peatones, el sombrero que viste le hace inconfundible. La apariencia de Diego Martín Reyes parece más la de un detective privado que la de un abogado ya curtido. Fue, durante 14 meses, alcalde de Marbella.
Tomó las riendas de la ciudad, junto al resto de integrantes de una comisión gestora, en los peores años de la ciudad marbellí. "La putrefacción era mucha", recuerda casi 17 años después de aquella aventura.
El foco de la actualidad se posa de nuevo sobre su figura, aunque con mucha menos atención que en aquellos días. Acaba de ser nombrado miembro del Consejo Consultivo de Andalucía. Y es justo por ahí donde empieza una conversación que se alarga casi una hora.
-Empecemos casi por lo último. La semana pasada tomó posesión como nuevo miembro del Consejo Consultivo de Andalucía. Y por lo que me decía no es la primera vez que forma parte del mismo.
-Sí. Llevaba fuera del Consejo Consultivo 18 años, porque estuve entre 1994 y 2005. Cuando me lo propusieron pensé que era un buen colofón para terminar mi vida profesional en el Consultivo, trabajando como abogado de la legalidad y del asesoramiento, no de particularidades y de empresas.
-¿Es usted una especie de figura de consenso?
-La principal función del Consejo es el asesoramiento y consulta de la administración de la Junta. No es tanto una labor de consenso, como asesora a la Junta en los decretos, en los anteproyectos de ley y a la hora de dictar dictámenes.
-No sé hasta qué punto la ciudadanía es consciente de la relevancia del Consultivo
-Si decimos que es el Consejo de Estado de Andalucía, a lo mejor la gente se hace una mejor idea.
-Habla de que es un buen cierre a su trayectoria. ¿Qué balance hace de su labor?
-Estoy muy satisfecho, en general. Como todo, hay altos y bajos, alegrías y disgustos. Pero la abogacía me ha permitido formarme, tener una visión global de las cosas. El Derecho da una amplia formación, con las vivencias que uno adquiere a través de las aventuras vitales de los propios clientes. Eso de que no se escarmienta en cabeza ajena es verdad, pero se aprende mucho. Y se recuerda en determinadas encrucijadas aquello que te contó un cliente te puede servir como experiencia para evitarlo. El Derecho me ha enriquecido mucho. Me ha permitido vivir razonablemente bien. No he sido rico. No he sido un abogado excesivamente caro, más bien he sido muy barato. He tenido el reconocimiento de mis clientes, de mis compañeros, que son los que saben. Fui Tesorero del Colegio de Abogados siendo muy joven, presidente de la Federación de Grupos de Abogados Jóvenes de Andalucía…
"No he sido un abogado excesivamente caro, más bien he sido muy barato. He tenido el reconocimiento de mis clientes, de mis compañeros"
-En tiempos algo más convulsos que los actuales…
-Era el año 81. Estábamos en plena democracia, en una sociedad con cambios vertiginosos, porque la sociedad lo demandaba. La victoria del PSOE en el 82 introdujo una novedad vital y una ilusión especial. Viví aquellos años con mucha ilusión. Bueno, viví con mucha ilusión desde noviembre del 75, cuando murió el dictador. Cambiaban muchas cosas. Entonces la Constitución preveía una serie de garantías como el derecho de la asistencia jurídica a los detenidos.
-¿Qué edad tenía cuando murió Franco?
-23 años.
-Sin conocer los pensamientos de sus padres, ¿vivió una especie de conflicto?
-Era inevitable. Lo viví desde que me fui al instituto y empecé a ver la realidad de las cosas. Procedía del colegio de Maristas hasta que cumplí los 14 años. El 5º, 6º y preuniversitario lo hice en el Instituto de Martiricos. Los alumnos de uno y otro centro eran distintos. En el instituto había muchos más alumnos de familias modestas. Y teníamos la fábrica de teléfonos que había en el barrio. Los padres de algunos de mis compañeros trabajaban allí. Vivía los conflictos laborales, algunas huelgas, comisiones de resistencia a través de mis compañeros y se me abrió un mundo distinto. Me invitaban a reivindicaciones que mis padres, por su edad o por lo que habían vivido, no compartían.
Eso daba lugar a un conflicto generacional, que se hizo más evidente cuando me fui a la universidad. Pero siempre tuve una relación de cariño grande y sin que evitásemos las discusiones, nunca fue más allá. Cuando murió Franco, como a todos los españoles de esa edad, de 50-60 años, que habían vivido el régimen desde la perspectiva buena, tenían cierto temor a lo que podía pasar. Los partidos, de los que durante 40 años se había dicho que eran nefastos, ahora estaban ahí.
Se hablaba de socialismo, de comunismo, de democracia… Todo cambió para ellos y fue un gran desconcierto. Pero mis padres se adaptaron, a pesar de su disconformidad con ciertas cosas. Y sobre todo comprendieron que sus hijos estaban en otra etapa de la vida y en unas circunstancias bien diferentes. Ayudó mucho que la sociedad de los 70 y 80 no era la de los 30 y que había un bienestar económico mayor. Pero les seguía llamando la atención una manifestación o una huelga de panaderos.
"(Mis padres) Cuando murió Franco, como a todos los españoles de esa edad, de 50-60 años, que habían vivido el régimen desde la perspectiva buena, tenían cierto temor a lo que podía pasar"
-Eso que cuenta ahora casi es motivo de sonrisa…
-Te sonríes, pero ahora te sonríes con preocupación.
-¿Por qué?
-Porque cuando se cuestionan aquellos años y lo que se ha dado en llamar la Transición, los que no la vivieron (yo era joven pero la viví intensamente y políticamente concienciado) no comprenden que aquello fue un pacto que dejaba ciertamente insatisfechas muchas reivindicaciones, muchos deseos de castigo también, pero que era el único pacto posible.
Nos encontrábamos con unos estamentos que se habían educado, conformado, establecido y mandado durante mucho tiempo. Los militares, la judicatura, la policía, las propias Cortes Generales… Había la necesidad, en primer lugar, de preservar la paz. Y eso obligaba a cesiones, que no fueron fáciles. Y eso la generación más joven, que no lo vivió, no lo ha llegado a comprender. Cuando se habla de que la Constitución Española es el régimen, que es como nosotros denominábamos al régimen de Franco, a algunos nos molesta, a mí me molesta.
-Vivió una época en la que la palabra consenso no era manida. Y ahora cuando se apela al consenso a alguno le da la risa.
-Sí, porque parece que el consenso es una derrota. El consenso supone tener muy en consideración cuáles son las reivindicaciones de la otra parte con la que hay que negociar. No tanto porque pueda tener razón en algunas cosas, sino porque hay que tratar de acercarse lo más posible a las metas y para eso hay que ceder. Y asumir que a una negociación no se va siempre en posición de igualdad. Cerrarse en posturas es una mala posición para negociar.
-La percepción general es que en España no hay mucho interés por encontrar puntos de entendimiento. Pero responsabiliza a algún partido en concreto?
-Creo que hay intransigencias en todas partes. Pero aquellos que mantienen sus posiciones de máximos en contra de lo que es una corriente común, que va en beneficio de capas importantes de la sociedad como los trabajadores, con el salario mínimo o las garantías de despidos; o van en contra del progreso de mujeres, o de contemplar desigualdades con colectivos de LGTBI… Eso es ir contracorriente de lo que es la vida de la sociedad.
Hay intransigencia en el PP y en el partido más a la izquierda del PSOE. Creo que la ley del 'solo sí es sí' se hizo con muy buena voluntad; se le podría haber dado una interpretación distinta en los tribunales, pero la interpretación judicial mayoritaria ha llevado a procesos de revisión de penas, no tantas ni tan escandalosas como aparece en la prensa.
Pero como está constatado que se ha producido un efecto no deseado ni esperado lo importante es corregirlo. Sostener que lo que se pretende es volver a la ley de la 'manada', cuando el consentimiento ha estado siempre como la cúpula de este tipo de delitos… No se puede entender que la agresión o el abuso se compadezca con el consentimiento.
-Usted destaca que no se explican adecuadamente ciertas cosas…
-Hay un atropello de la actualidad, una noticia que se sobrepone a la otra, no da tiempo a profundizar… Y la inmediatez con la que todo se recibe y todo se desecha. Uno ya no tiene casi tiempo para leer un artículo de opinión. Esos resúmenes que son los titulares muchas veces no son verdades del todo.
-¿Es usted militante del PSOE?
-Sí, desde hace más de 40 años.
-Y un militante del PSOE de hace más de 40 años se siente cómodo con el actual Gobierno?
-Yo sí. Sentirse cómodo no significa estar de acuerdo en todo. Porque no lo estoy. Me siento cómodo porque ha sido la decisión de la mayoría mediante una votación. Abomino de los que han dicho y calificado al Gobierno de ilegítimo. Eso es una traición a los propios principios democráticos. Me siento cómodo porque creo que ha hecho una política social importantísima, que hizo una gestión de la pandemia buena, pese a la sentencia del Constitucional.
Creo que la economía se está conduciendo en términos favorables y que España ha recuperado un protagonismo internacional del que carecía con Mariano Rajoy. Entre otras razones porque el presidente habla inglés. A esa política ha contribuido mucho Unidas Podemos, pese a todas las divergencias. Hay avances que no se podrían haber producido sin esa tensión en el Gobierno.
"Me siento cómodo (con este Gobierno) porque ha sido la decisión de la mayoría mediante una votación. Abomino de los que han dicho y calificado al Gobierno de ilegítimo"
-¿Qué no le resulta tan cómodo?
-No me resulta cómodo que las divergencias normales que se tienen que producir salgan a la calle, porque eso es dar munición al adversario. Cuando se ejerce la política hay que tener una visión global del tiempo, no solo del corto y medio sino también del largo plazo.
Una divergencia en un gobierno de izquierdas, sacada a la calle, perjudica, porque beneficia al adversario, favorece más en unas elecciones generales a la derecha que a la izquierda y el resultado puede ser que los avances sociales conseguidos sean revertidos porque se han perdido las elecciones. La falta de acuerdo debe ser manejada con habilidad.
-Si ponemos el foco político en lo local, ¿Daniel Pérez le convence?
-Ha trabajado mucho y ha focalizado un problema importante en la ciudad. La ciudad ha mejorado muchísimo en los años de Francisco de la Torre, pero es verdad que en la almendra del Centro y en los museos. Pero ha habido un descuido grande en los barrios,. Cuando uno camina por la barriada de Suárez está en un mundo diferente a estar en el Centro.
Y la política de vivienda no ha sido buena porque hay escasez y las pocas que hay tienen precios carísimos. Hay una falta de regulación de los apartamentos turísticos y eso ha producido que la gente se haya tenido que marcar. que nuestros jóvenes se tengan que ir fuera de la ciudad no es una buena noticia.
Sobre esos puntos, Daniel ha trabajado mucho. Tiene unas elecciones difíciles, porque De la Torre es un hombre con mucho carisma en la ciudad; da esa imagen, que creo que es cierta, de seriedad; exhibe una memoria y un conocimiento de los datos extraordinarios. Es un adversario formidable para cualquiera que pretenda presentarse. Daniel mejoró mucho en las elecciones anteriores y ahora también lo hará pese a la expansión que se pronostica del PP en todas partes.
-Al final es la veteranía y la experiencia de quien lleva más de 20 años como alcalde frente a Daniel Pérez, cuya experiencia se limita a la Delegación de Salud y a la labor de oposición.
-Claro, pero está muy bragado en la labor de oposición. Para mí es una esperanza de cambio, reconociendo la dificultad enorme.
-Apuntaba el tema de la vivienda. Pero el modelo en el que está asentada la ciudad ¿le satisface?
-Me genera dudas. Málaga se ha focalizado hacia la industria turística y los tiempos boyantes del turismo no se han aprovechado para destinar recursos a la industrialización de Málaga. Es verdad que en los últimos años se ha volcado mucho en el tema de las nuevas tecnologías.
-Usted estuvo en Martiricos cuando estaba la fábrica de teléfonos. Ahora esa zona se ha transformado por completo y hay hasta dos torres de 30 plantas.
-Cuando veo esas torres pienso: "Estos edificios de tanta altura me dan bastante pavor". Es que, además, son muy caros. Son construcciones, al parecer, de buena calidad, pero no están al alcance de la mayoría de ciudadanos de Málaga. He estado en Atenas hace poco y desde cualquier lugar miras hacia arriba y ves el Partenón. Aquí es difícil ver el Monte Coronado o el Castillo de Gibralfaro.
-¿Usted ha participado del debate de la Torre del Puerto?
-Firmé el manifiesto y he leído lo que se publica y los artículos de Rafael Esteve. Coincido con muchas de sus ideas. Una vez se haga, si se hace, nos terminaremos acostumbrando. Pero cuando se dice que se estropean las vistas de Málaga… Las vistas de Málaga las tiene el que viene en barco, pero se rompe el paisaje sin duda alguna.
Se rompe el paisaje porque la imagen que tenemos de la ciudad es indisociable del puerto y, sobre todo, de la Farola. Pese a que durante muchos años la ciudad vivió de espaldas al mar. De hecho, todas las construcciones en el paseo de la Farola y La Malagueta son expresión del desprecio a la vista del mar. Nací en Muelle Heredia y viví allí hasta que me casé, justo frente al puerto. Era mi primera visión al levantarme. Ver un edificio tan alto creo que me va a resultar muy chocante.
"(La Torre del Puerto) Rompe el paisaje porque la imagen que tenemos de la ciudad es indisociable del puerto y, sobre todo, de la Farola"
-Como vecino de Muelle Heredia imagino que le llama la atención la apuesta del alcalde por soterrar todo ese espacio.
-Yo jugaba al fútbol en Muelle Heredia con los amiguillos del vecindario. Ha cambiado un montón. Soterrar el tráfico es esconder el tráfico. Y es una obra carísima. Eso puede embarcar a la ciudad en un esfuerzo presupuestario que no sé si podría aguantar con naturalidad. Es una obra muy difícil. Y no sé si tiene una rentabilidad a largo plazo.
-Si pusieran en sus manos más de 300 millones de euros, ¿qué haría?
-Yo haría una gran promoción de viviendas. Aunque es verdad que con ese dinero no se solucionaría el problema. Y sobre todo crearía de verdad varios centros de la ciudad, algo que se está intentando pero no termina de cuajar. Conviene crear centros en Carretera de Cádiz, en la zona de El Palo, Ciudad Jardín. Donde la gente tenga acceso a actividades culturales, museísticas, con comercios de calidad…
-¿Le han tentado alguna vez para formar parte de una candidatura?
-Nunca.
-¿Y por qué?
-No lo sé. La única proposición fue la de irme a Marbella como presidente de la Comisión Gestora. Nunca me lo han propuesto, supongo que porque no era lo suficientemente bueno.
-¿Le hubiese apetecido?
-En algún momento mucho. Siempre me ha interesado mucho la política. Pero no he tenido esa oferta. Ha habido otros compañeros que han parecido más adecuados que yo. No me ha dado envidia aunque el gusanillo sí lo he tenido. Creo que puedo aportar ideas y formación y carácter y, modestamente, con cierto prestigio profesional.
Muchas veces las candidaturas flojean por eso. Es muy difícil formar candidaturas con gente de mucho prestigio. La política está mal pagada. Y los profesionales de todos los ámbitos con cierto reconocimiento obtienen más beneficio y alcanzan una edad donde la estabilidad es un plus. Cuando me fui a Marbella tuve que optar por la incompatibilidad y cerrar mi despacho algo más de un año y eso lesionó mi despacho. No todo el mundo está dispuesto a sacrificar eso.
-¿Cuándo decidió aceptar el reto de Marbella era consciente de lo que le iba a suponer?
-Acepté pensando que aunque fuese esporádicamente podría seguir manteniendo la dirección de los asuntos jurídicos. Pero un mes después de llegar se planteó que era incompatible y tuve una gran duda. Me costó mucho decidirme. Me convenció mi hijo, ya abogado. Me lamentaba con él por teléfono diciéndole que me sentía traidor con mis clientes. Opté por la incompatibilidad con gran sorpresa para el PP, que pensaba que iba a salir corriendo y no lo hice.
-Se puede decir que fue usted alcalde de Marbella en aquellos 14 meses.
-De la señorita Pepis (risas). Porque cuando se creó la Comisión Gestora se hizo un reglamento y se limitó nuestra labor a la gestión de los asuntos ordinarios. No podíamos emprender, aunque la situación económica de Marbella tampoco lo permitía. Y todo lo teníamos que hacer por mayoría absoluta.
-Hay un antes y un después para Diego Martín Reyes por la gestora.
-Sí. Marbella era muy llamativo por el escándalo de corrupción.
-Cuando llega a la gestora… ¿La putrefacción era tanta?
-Era mucha. Pero tampoco se puede generalizar. Siempre miro a Marbella y está la sociedad que vemos en los periódicos, pero también gente humilde y muy trabajadora. Es verdad que la putrefacción caló. El corrupto, para seguir corrompiendo y enriqueciéndose, tiene que repartir migajas, si no, no es posible mantenerse. El caso Malaya lo conocemos todos.
Se mezcló la política municipal con la vida rosa, con Julián Muñoz; el folclorismo de Marisol Yagüe... Llegó un momento en que en aquellos negocios turbios urbanísticos había empresarios, se habla de abogados, de notarios, de registradores… Urbanísticamente fue un desastre, la pérdida de patrimonio municipal en favor de estos negocios fue grande y parte no se recuperará nunca.
-¿Cree que la sociedad ha aprendido de todo aquello a la hora de observar la corrupción?
-Hubo un antes y un después. Eso no significa que haya desaparecido o que esté en trance de desaparecer. Pero es verdad que el ciudadano está más alerta y las autoridades también. En Marbella, cuando llegó Gil y empezó su actividad irregular, se interpusieron recursos contra licencias de obras. En todos los recursos se pedían la suspensión de la licencia.
Los tribunales nunca la dieron. Hasta 2002 o 2003, cuando el TSJA, con sede en Málaga, adoptó la suspensión cautelar de una licencia concreta. Y el argumento que se usaba era que había tantos recursos que algo raro debía estar pasando. Hoy no pasa eso porque las alertas en un tribunal están mucho más activas.
"Me conminaron a circular en coche oficial con chófer y escolta. Y sobre todo la advertencia de un colega suyo que me dijo: ‘Diego, ponte protección'"
-Con la mirada al pasado, ¿si le volvieran a plantear lo de la gestora lo aceptaría?
-Sí. Nunca me he arrepentido de hacerlo a pesar de la dificultad que supuso para mi despacho.
-Presidir la gestora de Marbella puso sobre usted el foco. ¿Le generó presiones añadidas?
-No tuve conciencia de eso. Pero sí es verdad que tuve algunas relaciones que resultaban un poco intimidantes. Quizás a mí me hubiesen pasado desapercibidas si no hubiera sido porque recibí alertas de la Fiscalía del TSJA, del comandante o el teniente general de la Guardia Civil de Granada, del comisario jefe de la Policía Nacional… Casi me conminaron a circular en coche oficial con chófer y escolta. Y sobre todo la advertencia de un colega suyo que me dijo: "Diego, ponte protección".
Nunca quise saber… Al salir de casa veía todos los días un coche parado con dos tíos dentro. Un día pregunté y me dijeron que eran policías nacionales. Eso me preocupó. Fue muy curioso porque después de salir de Marbella fui a renovarme el DNI a la comisaría de la Plaza de la Merced y al ir a identificarme el policía me dijo: "Sé quién es usted, me he pasado un año entero en la puerta de su casa" (risas). Pero nunca tuve la sensación de peligro.