Taxistas que no quieren llevar a los vecinos a sus casas; repartidores que “prefieren” no entrar en el barrio o cerrajeros que evitan coger trabajos en viviendas ubicadas en este distrito. Esa es la realidad con la que muchos vecinos de Palma-Palmilla se encuentran en su día a día. ¿El motivo? El estigma, y las generalizaciones repetidas durante años, que han acabado calando en la conciencia colectiva de Málaga.
Todo ello pese al esfuerzo de numerosos colectivos que en las últimas décadas se han encargado de transformar un territorio que aglutina 13 barriadas, varios diseminados y más de 30.000 ciudadanos.
Los sucesos ocurridos el pasado mes de mayo, cuando el fuego cruzado entre clanes dejó 60 casquillos de balas de gran calibre en las calles del lugar, volvieron a poner en el centro mediático la imagen desfigurada de esta zona. Asociaciones y entidades del sector 5, cansadas de la discriminación, han decidido actuar y han presentado la primera guía de España sobre cobertura informativa en barrios desfavorecidos. Una labor que se enmarca dentro de las corrientes periodísticas encargadas del estudio y el análisis de las minorías.
Fue en el año 2005 cuando la aprobación de una moción institucional en el Ayuntamiento de Málaga dio pie a la creación del Plan Comunitario, un proyecto con el que se busca hacer a la gente del territorio protagonista de los cambios que se viven en su entorno y en el que participan entre 80 y 300 personas en función del momento.
El carácter integral de esta iniciativa incluye mesas de vivienda, educación, cultura, empleo, juventud… y también comunicación. Alejandro Blanco, dinamizador de este último espacio, subraya una de las claves de este proceso: “La gente ha descubierto que no existen problemas individuales, sino expresiones individuales de problemas colectivas”.
La ausencia de recursos para solucionarlos origina una ficción en la que todo acaba absorbido por la burbuja mediática. Es por ello por lo que resulta imprescindible la unión de personas implicadas para encontrar soluciones al respecto. Del mismo modo, señala que el quid de la cuestión ante los comentarios negativos no solo reside en el amor propio, sino que acaba afectando al normal desarrollo de las libertades.
“Disminuye las oportunidades de vida. Es algo que vemos cuando la gente no puede encontrar trabajo por vivir en la Palma-Palmilla”, apunta Blanco.
Esa mediatización ha provocado que “la mayoría de ciudadanos” tenga un “máster en Palma-Palmilla”, como explica el coordinador del equipo de dinamización, Carlos Torres. “No decimos que no tengamos esos problemas, pero también tenemos muchas cosas buenas”, abunda.
Una imagen sesgada y sensacionalista
Así, algunos de los vecinos presentes durante la mesa de trabajo celebrada este lunes, y que ha contado con la participación de la Asociación de la Prensa, han expresado su disconformidad con la imagen generalizada de que en el barrio únicamente hay drogas y prostitución: “Se hace daño a los que no son así y no tienen nada que ver con ello. Especialmente a la gente joven, que va a pedir trabajo y no lo encuentra por venir de donde viene”, destaca uno de ellos.
Esta deformación se ha visto incrementada recientemente con la publicación de un vídeo en YouTube bajo el título Me intentan robar la cámara y los detienen. El contenido, compartido por Zazza el italiano, forma parte de la serie de piezas audiovisuales en las que este creador se introduce en zonas desfavorecidas del país para contar qué sucede.
“Es uno de los barrios que más me habéis pedido, en el top 10 de los más inseguros de toda España, base operativa de uno de los traficantes más grandes. Estoy hablando del barrio Palma Palmilla, en Málaga”, incluye en la descripción. Pero si hay un Zazza el italiano, es porque también hubo previamente un Callejeros en Cuatro y otra serie de programas que recurrieron al sensacionalismo para ilustrar una visión parcial.
La particularidad del barrio
El caso concreto de este distrito ofrece una particularidad, y es que es el único de Málaga cuyo nombre se corresponde con el de dos barrios del sector. “Se han desarrollado iniciativas para cambiar el nombre con el objetivo de que lo que ocurra en la Roca o Virreina, por ejemplo, no influya en el conjunto”, cuenta el concejal del distrito, Francisco Pomares. De hecho, señala el esfuerzo de señalizar cada una de las zonas con letreros para que los propios foráneos no se confundan, algo que da pie a que se tome la parte por el todo.
Ante este prisma, el sentir del grupo es claro: “Queremos que, además de los problemas que existen, también se cuente el esfuerzo que la gente hace por seguir adelante”, expone Blanco. Especialmente con un trato justo, acorde a los hechos y alejado de generalizaciones.
Sobre este punto, cabe señalar la reflexión expuesta durante la reunión: el gran problema no está en la delincuencia, sino en la pobreza. Tal y como acuñó la ganadora del Premio Nacional de Ensayo de 2014, Adela Cortina, la aporofobia (el rechazo al pobre) no puede ser el criterio de noticiabilidad que genere un desequilibrio informativo entre dos hechos de índole similar.
Variedad de fuentes, destacar las propuestas de solución, no dar entender que algo cotidiano sucede a diario, pluralidad de enfoques… Todo este decálogo busca que la ilusión con la que intentan cambiar el barrio no acabe desapareciendo.
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