Los delitos sexuales llevan años registrando un ascenso paulatino que, mirado con cierta perspectiva, tiene en la pandemia un punto de inflexión. En los últimos tres años, desde 2020 a 2022, 340 personas fueron condenadas en Málaga por faltas de este tipo; en los tres años anteriores, entre 2017 y 2019, fueron 195, un 42,6% menos.
El incremento es tan acuciante que, de hecho, tan solo en los dos últimos años (2022 y 2021) se concentran una de cada cinco condenas por delitos sexuales, una definición en la que la estadística del INE agrupa las agresiones, los abusos, el acoso, el exhibicionismo, la prostitución y la corrupción de menores.
La gran mayoría de estas infracciones son cometidas por personas adultas, aunque no son pocos los avisos que en los últimos meses están llegando desde diversas entidades. En 2022, el último año con datos cerrados, 14 menores fueron condenados en la provincia de Málaga (junto a 113 adultos).
La memoria anual de la Fiscalía Superior de Andalucía, publicada hace tan solo unas semanas, alertaba del “aumento considerable” de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual cometidos por menores en la comunidad autónoma.
Pocos días antes, el documento de la Fiscalía General del Estado concretaba que las investigaciones abiertas a menores por agresiones sexuales han aumentado un 116% desde el año 2017, con crecimientos anuales desde esa fecha. En Málaga, en 2021 hubo 15 condenados por estos delitos y en 2020, 16. El año con más condenados, no obstante, fue 2019, con 21. En 2018 y 2017, según las cifras del INE, los condenados fueron 10 y 12, respectivamente.
Para la fiscal superior andaluza, Ana Tárrago, detrás de este auge están el consumo excesivo de redes sociales y, muy en particular, la pornografía. De hecho, en la memoria regional, reseñaba que todas las fiscalías provinciales habían manifestado su preocupación por asuntos como la precocidad en las relaciones sexuales o la falta de control parental sobre los dispositivos electrónicos.
Para el Ministerio Público, las causas son "complejas" ya que considera que hay diversos los factores que llevan a los menores a "realizar conductas sexuales virulentas". Entre ellos, coincide en señalar el visionado "inapropiado y precoz" de pornografía violenta y añade además la carencia de una adecuada formación en materia ético-sexual. Ambas realidades, asegura, conducen a una "trivialización de su concepto de las relaciones sexuales normales".