La voz de Remedios se resquebraja al otro lado del teléfono. En su tono se deja ver una madre rota a la que la angustia no le abandona desde hace catorce años, concretamente desde el 3 de noviembre de 2009, cuando escuchó por última vez la voz de su hijo Manuel, al que ella recuerda con cariño como 'Lolo', que está desaparecido desde entonces.
Tampoco se sabe nada de su amigo Juan, también sevillano, ni de José, malagueño. Este tercer nombre se relacionó con los dos primeros a posteriori, pues se interpuso una denuncia por desaparición con características similares a la de Lolo y Juan, por lo que todo hacía indicar que también iba en la misma embarcación.
Lolo se trasladó desde Sevilla hasta Málaga para pasar con su amigo Juan el puente de Todos los Santos. Al salir de casa, se despidió de su madre, por la que sentía devoción --la llevaba tatuada en el pecho--, como siempre hacía. Le dijo que volvería en cuanto acabara el puente, pero ella no sabía que sería la última vez que vería a su hijo.
Los días previos, estuvieron juntos en casa. De hecho, el día de Halloween, la familia organizó una barbacoa para pasar el día. A Remedios no le extrañaba para nada que se fuera de viaje. Solía hacerlo porque podía, Lolo era un chico joven en ese momento, tenía 25 años y trabajaba entonces como albañil de lunes a viernes, pero también como portero en una discoteca los fines de semana.
Remedios no vivió nada extraño en su ausencia hasta aquel 3 de noviembre de 2009 que no se borra de su cabeza. Quería saber a qué hora iba a volver, pero Lolo no cogía el teléfono. "Le dije a mi marido que me parecía raro. Él no era un niño pequeño. Si no venía a casa me avisaba para que no me asustara, pero aquel día no había forma de que me contestara", cuenta con angustia.
Ya por la tarde, Remedios estaba en un autobús de vuelta de Sevilla capital tras hacer unos quehaceres. No llevaba ni cinco minutos en el vehículo cuando recibió una llamada de un número desconocido. "Al descolgar me respondió la voz del amigo. No era mi hijo. Eso me asustó más, porque si no responde mi hijo, imaginé que algo le había pasado. Solamente me decía que cogiera papel y lápiz y que tenía que apuntar unos números que me iba a dar", recuerda entre lágrimas.
Una chica que iba en el autobús, al notar su nerviosismo, le dio un papel para apuntar los números, que no eran más que las coordenadas donde se encontraban, algo que supo después. "Me dijo que estaban en el mar y al fin pude hablar con mi hijo. Se puso muy mal. Me dijo chillando que no podía dejarlos morir, que estaban a la deriva, que el motor estaba roto", dice llorando. Lolo no solía disfrutar en el mar, según recuerda su madre. En ningún momento le dijo, de hecho, que iban a montarse en un barco. 14 años después, aún no comprende por qué le hicieron a ella aquella llamada y no a las autoridades. "No sé cuántas veces me he preguntado que por qué tuvo que ser a mí", confiesa.
En cuanto se bajó del autobús, Remedios, que estaba muy nerviosa y a gritos, percibió la falta de empatía entre la gente, que tardó en reaccionar para ayudarla. "La falta de empatía es muy mala, muy asquerosa", lamenta. Como su hijo y el amigo le pidieron que llamara a Salvamento Marítimo, fue el primer paso que dio gracias a un señor que estaba allí y que, al fin, le acabó ayudando. Él llamó y la búsqueda de Lolo y Juan comenzó.
La otra hija de Remedios, residente en Córdoba, tras poner la denuncia, se trasladó a la vivienda familiar para hacer las gestiones pertinentes. Ella, de hecho, fue la encargada de estar en comunicación en todo momento con Salvamento Marítimo. La noche del martes 3 al miércoles 4 fue en inicio de una gran pesadilla para toda la familia.
Remedios preparó un macuto con dos chándales, uno para él y otro para su amigo, pero también calcetines, zapatillas... Estaba concienciada de que más pronto que tarde recibiría una llamada para ir a recoger a su hijo. "Yo tenía claro que estaría empapado y preparé toda la ropita seca para él", recuerda con angustia.
A primera hora del día 4 recibieron una respuesta de Salvamento Marítimo que, a día de hoy, siguen sin entender. "Nos dijeron que al ir hasta el sitio de las coordenadas, entre Granada y Almería, encontraron un barco bocabajo, volcado, pero que tenían que repostar y al volver 'ya no estaba'. Además, le dijeron a mi hija que la prioridad esa noche era que habían llegado dos pateras a España", asevera.
Muerta en vida
En ese momento, Remedios asegura que estaba "muerta en vida", pero aquella conversación no mejoró su situación. "Han sido 14 años de vacío, de investigaciones que no llegan a nada. Es muy doloroso ver cómo se vuelcan con una desaparición mediática, en la que se crea casi un circo, y a otros nos dejan de lado. ¿Por qué el hijo de otro es más que el mío? No todos somos iguales en este sentido, así es como lo veo yo. A mi niño lo dejaron de lado y mientras mi fuerza aguante vamos a luchar por él", critica.
Y no le falta razón. Pese a que ha pasado mucho tiempo, forma parte de la Fundación Europea por las personas Desaparecidas QSD Global de Paco Lobatón y no se pierde ni un evento relacionado con la búsqueda de desaparecidos. Para ellos, la comunidad familiar de desaparecidos en España es su "nueva gran familia".
En 2019 descubrió que se iban a volver a reactivar los casos archivados desde 2010 hacia el pasado. Ahí sí notó "un poquito de más interés" por el caso de su hijo. De hecho, un año después, en 2020, recibió una llamada de la Policía Científica alegando que habían encontrado un cuerpo y que querían hacerle una prueba de ADN para ver si coincidía con el del cadáver hallado, que tenía características similares a las de su hijo. Pero no era él. "Estuve casi un mes y medio en vilo. Sufrí mucho, era una ansiedad terrible. Aquella fue la única esperanza que tuvimos en 14 años, pero tuvimos que presionar mucho para conseguir la respuesta", relata. De hecho, si no llega a ser por QSD Global, cree que seguiría esperando sin confirmación oficial.
Su hipótesis es que como las coordenadas situaban el barco en una zona profunda, los cuerpos de Juan y Lolo acabaran en el fondo. También creen que pudieran ser arrastrados hacia otros puntos como Francia, Marruecos o Argelia por las corrientes. "Mientras no haya cuerpo, no sé ni qué pensar. Lo que vivimos las familias de desaparecidos se queda para nosotros. Hay días que pienso que está vivo y otras que no, te vuelves loco", dice llorando.
Emma y Maxi
El caso de Lolo y su amigo recuerda mucho al de Emma y Maxi, los dos chicos desaparecidos en Málaga el pasado 27 de agosto al entrar con su tabla de paddle surf al mar. Ni Emma ni Maxi ni tampoco Lolo eran unos experimentados en el mar. De hecho, la propia madre de Lolo no termina de entender por qué entró aquel día al mar con esa barca.
A las familias de ambos, Remedios envía mucha paciencia y cariño. "Están viviendo lo mismo que yo viví al principio", dice, deseosa por que ellos tengan más suerte. En el caso de Maxi y Emma, la tabla fue hallada, al igual que la barca donde viajaba Lolo, que fue vista pero no recuperada.
Como los familiares de los chicos argentinos, Remedios también mira al mar con la esperanza de que alguna vez este le devuelva a su hijo. A todos le brotan mil preguntas que aún no obtienen respuesta, algo que les desespera.
La familia de Lolo, como los Ludvik y los Soria, también recorrió sin descanso el norte de África en busca de algún ápice de esperanza en cárceles y hospitales. La hija de Remedios incluso vendió su casa para poder viajar a Marruecos, pero no hubo suerte. Ni rastro de Lolo.
Tras ser cuestionada por si se acuerda de como era la Remedios de antes de 2009, Remedios asegura, emocionada, que la recuerda, pero ya ni la conoce. "Yo he trabajado toda mi vida, he sacado a mis hijos adelante para que tuvieran una buena condición, para que tuvieran siempre de todo. Así tengo los huesos ahora... He sufrido mucho, pero también he estado pendiente de ellos, de que no les pasara nada con el coche, de que nadie les hiciera nada en la calle... Y ahora soy peor con mis nietos, sabiendo que hay tantos mayores y niños desaparecidos... El miedo no desaparece", sostiene.
La luz de Remedios y su marido han sido sus nietos. Tiene uno de 24 años, Ángrl, otro que está a punto de cumplir 17, David, y dos de ocho añitos. Lolo solo conoció a los dos primeros y tenía devoción absoluta con ellos. "Los dos más pequeños llegaron por sorpresa. Mi hija siempre quiso tener una niña que se llamara Alba, pero siempre salían niños. Cuando vino, vino acompañada de un niño, que no podía llamarse de otra manera que Lolo. En su DNI no pone Manuel, sino Lolo, como su tío", zanja.