El alga Rugulopteryx okamurae, también conocida como alga asiática, llegó al Estrecho de Gibraltar en 2016 y poco después aparecieron las primeras algas en las costas malagueñas. Ahora, científicos aseguran que ya es "imposible erradicarla" y que poco a poco el ecosistema se irá naturalizando y acostumbrando a convivir con este alga invasora

Decenas de toneladas han sido retiradas por diferentes ayuntamientos de todo el litoral malagueño los últimos años. Para 2021, ya había colonizado todo el norte del mar de Alborán y se había extendido a Italia, Marruecos, la costa de Alicante y Portugal. En Málaga, entre las zonas más afectadas están Mijas, Estepona y Marbella, seguidas por Nerja, haciendo que la especie esté presente en toda la costa de la provincia y ha llegado ya a las playas de Almería. 

En este sentido, Lucrecia Souviron, coordinadora de desarrollo de proyectos de la Fundación Aula del Mar Mediterráneo, asegura a EL ESPAÑOL de Málaga que esta especie ha demostrado que tiene “una gran capacidad” para reproducirse, ya que lo hacen de manera asexual y sexual. 

La capacidad de reproducción y dispersión es tan alta porque las arrastra la corriente, los barcos o incluso las redes de los pescadores. Según Souviron suelen asentarse en el fondo rocoso, también en matas y, en ocasiones, en el fondo arenoso aunque “no les gusta tanto”. 

Sobreviven en situaciones muy extremas

De igual forma, la experta remarca que se han llegado a encontrar “esquejes” a 100 o 200 metros de profundidad, donde no hay luz y les es imposible hacer la fotosíntesis. “En teoría deberían estar muertas, pero las llevan al laboratorio y vuelven a activarse, es decir, son muy resilientes y pueden vivir en condiciones muy precarias”. 

Así, el crecimiento de su presencia ha acabado en la acumulación de grandes cantidades de biomasa, afectando tanto a las algas autóctonas como a plantas marinas endémicas como la posidonia oceánica poniendo en peligro su presencia en la costa malagueña. 

“La posidonia oceánica no sabe vivir en un principio con este alga. Entonces donde antes había mucha diversidad, ahora hay menos”, sostiene. Además, añade que el crecimiento de la presencia de estas algas ha hecho que los pescadores obtengan menos cantidad de especies a la hora de pescar porque “hay tanta biomasa del agua en el agua que cuando tiran las redes y las sacan está repleto de ellas, algo similar pasa con las medusas”. 

En este punto, Souviron remarca que también tiene un impacto negativo en el turismo. “A los viajeros no les gusta que la playa esté llena de algas y además si pasan varios días todo se llena moscas o huele mal y da mala impresión”, explica. Al mismo tiempo, también supone un gasto público extra para los ayuntamientos de los municipios que están afectados por este alga. 

No es venenosa

Pese a tener estas consecuencias económicas, no es perjudicial para el ser humano. “No es peligrosa, se puede coger, pero no la ingeriría porque tiene una toxina o una sustancia alcaloide, algo amarga”, señala. 

Al mismo tiempo, según Souviron, diferentes estudios sugieren que cabe la posibilidad de que la fauna autóctona está adaptándose a la presencia de este alga invasora y señala que “los animales están empezando a convivir con el Rugulopteryx, pero otros no lo van a conseguir”.

Por ello, considera que es crucial implementar medidas de control para mitigar su impacto en zonas aún no afectadas, especialmente en hábitats protegidos porque actualmente ya es “imposible erradicar” esta especie porque “siempre habrá esporas porque es muy difícil acabar con ellas una vez que se han asentado”.

Por otro lado, con el objetivo de buscarle una segunda vida a esta especie, hay investigadores que están explorando la posibilidad de dar un uso productivo a las toneladas de algas recogidas. Entre ellos, la experta destaca que están intentando averiguar si sirve para el abono y el pienso de animales aunque están en fase de investigación.

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