Andrés Suárez (Ferrol, 38 años) es un cantante con el corazón en sus letras y los pies en el suelo. Y es que lo tiene claro, no tiene ningún miedo a dar su opinión porque "no puede caerle bien a su novia y a su ex a la vez". Es de los que pasa de perder el tiempo respondiendo a los haters para dedicarle más tiempo a uno de sus mayores referentes: su madre.
Apasionado de viajar, la semana pasada aterrizó en Málaga, donde ofreció un concierto, si lo decimos de manera protocolaria, pero también tuvo una cita con amigos. Porque sus seguidores son eso: amigos. Amigos con los que se emociona. Amigos a los que apoya en redes sociales. Amigos con los que no le importaría echarse una caña y arreglar el mundo.
Recibe a EL ESPAÑOL de Málaga en su camerino del Auditorio Cortijo de Torres. "¿Quieres algo beber?", dice el artista tras saludarnos. "Coge asiento, como si estuvieras en casa", repite, mientras busca refrescos en la nevera.
¿Cómo te sientes pudiendo retomar esta gira de conciertos tan atípica?
Yo estoy feliz. Entiendo y respeto a mis compañeros a los que esto no les mola nada, que te dicen: “no, yo hasta que esto no vuelva a ser como antes no quiero tocar así, que es una putada”. Más putada es no poder abrazar en un año y medio a tu madre o tus abuelos o estar lejos de casi todo desde hace prácticamente un año y medio.
Además, tu madre era sanitaria.
Así es. Mi madre es enfermera, pasó unas cuantas olas hasta antes de jubilarse y si llega a ser por ella no se hubiera retirado. Lo hizo porque nosotros insistimos. Es demasiado vocacional.
Llega un momento en el que creo que necesitamos contacto con la realidad, con la antigua. ¡La de toda la vida! La vida de los abrazos, los besos, el sexo, la risa, el paseo, esa vida. Creo que a eso se suma la cultura. La cultura segura, es decir, un concierto. El otro día vi un monólogo de Dani Rovira con el que estuve llorando de la risa durante una hora y media. Durante ese ratito, no había muertes, no había paro, no había tantos ERTE, no había toda esta tragedia que nos lleva acompañando meses.
Poco se habla de vuestra labor, la de los periodistas que retransmitís el infierno desde marzo del 2020. No sé cómo aguantáis, al igual que los sanitarios, que no sé cómo aguantan. Yo tengo la suerte de que me evado en los conciertos, y no hablo del mío, que no me quiero vender. Yo en un concierto me voy lejos, y en el teatro, y en un monólogo, y en el cine. Yo creo que la cultura es necesaria aunque sea con mascarilla, aunque sea con distancia. Así que cuenten ustedes conmigo para evadirse de la realidad un rato, lo que dure el concierto
Hace poco pospusiste un concierto porque no se cumplían las normas Covid. Fuiste hasta tendencia en Twitter. Pese a todo, ¿lo volverías a hacer?
Si no se cumplen las medidas sí. Y agradezco la pregunta para explicar que no pueden pagar por un cabrón todos los miles de profesionales que están detrás de la cultura segura. Que un promotor de miles, y te lo digo porque tengo a familiares y amigos que se dedican a esto y porque detrás de la cultura segura hay miles de familias que viven de la hostelería: el hotel donde nos quedamos, el restaurante, la empresa de cáterin, los cámaras, el periodismo, la gente que ves aquí de seguridad, la gente que vende incluso ahí los refrescos y cervezas… Todo lo que gira en torno a un concierto.
Entonces, hubo un promotor, uno, que antepuso el dinero a la salud. Por eso cancelé aquel concierto, es la única realidad. Esto fue porque un señor no cumplió con las medidas de seguridad, cosa que no tenía que ver ni con mi oficina ni conmigo.
Yo vengo aquí y no sé qué medidas hay. Depende de la promotora, de la organizadora, de las competencias del Ayuntamiento si es de ellos… En este caso, en Málaga, tú ves las medidas y asustan. No hay dos metros de distancia, hay cuatro. Me dijeron que caben casi 15.000 personas y solo tenemos 400.
Los neumólogos que vienen a verme me dicen que cómo coño va a haber un contagio, si es imposible. Entonces porque uno quiso meter más gente de lo posible, no pueden pagar el resto. De hecho, lo cancelé y anuncié públicamente y anuncio que no volvería a trabajar con esa persona.
¿Te has acostumbrado ya a esta realidad, aunque no sea la soñada?
No me acostumbro, pero no nos queda otra. Quiero pensar que saldremos pronto de esta. La manera más fácil de acabar esta misma entrevista es colgar el teléfono y rendirnos. O decirte que todo es una mierda y que esto es horrible. Que no quiero cantar así y que no quiero ir en el metro, que va hasta la bandera.
Apagamos la luz y nos vamos todos a la cama diciendo que todo es una mierda. ¿Cómo coño me voy a rendir yo si no se rindió mi madre? Si hay gente que en la quinta ola está perdiendo la vida salvándonos, ¿cómo me voy a quejar yo dando un concierto para menos personas.
En este caso, tu concierto es al aire libre, pero compañeros que actúan estos días en teatro han tenido que devolver entradas por las restricciones de aforo. ¿Crees que las instituciones no están entendiendo aún que la cultura es segura?
Siguiendo en la misma línea, si no se acuerdan de los sanitarios, qué coño se van a acordar de nosotros. No quiero politizar mi mensaje, hablo desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha ya que esta noche, ahí sentada, va a haber gente de extrema izquierda, de extrema derecha, gente de 15, de 20, de 60 años o incluso de 10.
Pero creo que deberían ponerse de rodillas y dimitir. Se han dedicado a dividirnos más, a cabrearnos más, a generar tensión en un pueblo que debería estar ahora más unido que nunca. Entonces, no, no han defendido a los sanitarios y siguen pasando. Lo prometieron, todos hablaban de lo agradecidos que estaban con ellos.
Lo dijo Vox y lo dijo Podemos. También recuerdo el mensaje de “gracias al mundo de la cultura por ponerse delante de las pantallas y entretener al país durante el confinamiento”. Váyase usted a la mierda. Denle a los sanitarios las condiciones dignas que se merecen. Que no tenían EPIS. Denles un descanso y vacaciones, que algunos, pese a lo que han pasado, dicen que no pueden tener ni vacaciones este verano.
Que dejen de decir que los técnicos y músicos pueden contar con ayudas, porque la ayuda que tuvieron durante la pandemia los músicos fue malvender sus instrumentos para comer. Yo hoy tengo el privilegio de viajar con Irene Piña, con Vicente Cano, con Marino Sáiz, pero me quedan diez en casa. Yo toco en estas condiciones porque me encanta, pero esta gente que se está quedando en casa porque no puede salir, no está recibiendo nada. Ojalá existieran ayudas, porque creo que un mundo sin cultura es un mundo silente.
Con motivo de la retirada en los JJ.OO de Simone Biles, se está hablando mucho de salud mental con la pandemia de por medio. ¿Crees que la gente viene a escuchar música en directo como terapia?
Sí, sin ningún tipo de duda. Hace unos días, me ocurrió algo que no olvidaré jamás. Creo que fue en Navalmoral de la Mata. Una madre, abrazada a lo que creo que era su hija, estuvo llorando veinte minutos abrazadas. Cinco canciones. Sin soltarse. Esa es la terapia. Hay gente que no pudo despedirse de los suyos. Yo no sé qué huella nos va a dejar esto psicológicamente hablando, pero estuvimos encerrados tres meses. Hay gente que vive en Madrid, en un -2, sin luz natural, en 50 metros cuadrados y tres hijos. Eso es real. Eso pasó en nuestro país. Hubo gente que se quedó sin comida, que iba justo y se quedó sin un kilo de garbanzos con la llegada de la pandemia. ¿Cómo nos afecta esto? Creo que todos estamos muy tocados, todos. Yo el primero.
¿Te ha afectado mucho este año a ti mentalmente? Entiendo que debió ser duro sacar un disco en marzo de 2020 y que el mundo se pare.
He tenido ansiedad, he tenido miedo a que mi madre muriera trabajando en el hospital, donde trabajaba entre féretros. He tenido incertidumbre, como todos. Claro que he tenido momentos jodidos, pero estoy muy bien, estoy bien porque estoy trabajando, estoy hoy aquí, en Málaga, hablando contigo cara a cara. Podría estar mirando el techo de mi casa, pero estoy aquí, preparando un repertorio, viendo a gente…Creo que no ha sido un mal año.
¿Qué es lo mejor que te ha pasado siendo músico?
¡Viajar! Viajar es lo más hermoso del mundo. Yo vengo de una ciudad, con mucha honra, Ferrol. Luego viví en una aldea, que se llama Pantín y, repito, a mucha honra. Pero, ostras. Uno ve Argentina, y ve Ecuador, y ve México, y ve Málaga, y ve Motril, y ve Murcia, y entonces empieza a escribir, empieza a leer, empieza a tocar otra piel, otro vino, otro acento. Esto es lo más hermoso. Quizás eso fue lo que peor llevé de la pandemia, no poder viajar. No hay nada que te nutra más que ver el mundo entero.
Eres muy reivindicativo en tus redes. De hecho, en los últimos días también has denunciado varios titulares machistas. ¿Crees que nos queda mucho como sociedad dentro del feminismo?
Mucho no, nos queda todo. Sigue sucediendo, en pleno siglo XXI, que se felicite y se le diga que es un crack al tío que se acuesta con cincuenta tías. Sin embargo, si la que lo hace es la chica, ella es una zorra. El que no lo reconozca está mintiendo. Sigue pasando. Cuando una mujer decide qué hacer con su cuerpo, con su libertad, porque le ha dado la gana, se le dice lo suelta que es. Cuando es el hombre, lo celebran. Por no hablar de la diferencia salarial, en 2021. Es alucinante.
Además, cuando me quejé del titular sobre Paula Badosa, recibí cientos de mensajes de machistas diciendo que no era para tanto. Esto sucede mucho. Hay mucho cavernícola suelto. Una mujer es tan libre como un hombre. Soy feminista porque creo en la igualdad. Eres tan libre como yo de hacer esta noche con tu cuerpo lo que quieras hacer.