Ledicia Costas (Vigo, 1979) se ha convertido en uno de los mayores fenómenos editoriales gallegos de los últimos tiempos. La autora recibió en 2015 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por su divertida novela Escarlatina, la cocinera cadáver y desde entonces el ascenso ha sido imparable. Su vida cambió por completo. Ese mismo año publicó por primera vez en castellano.
La escritora se pasó a la ficción para adultos hace dos años. El primer título, Infamia, se trata de un thriller noir inspirado en el caso de Marta del Castillo. En el segundo libro, Golpes de luz, Costas aborda el tema del narcotráfico en Galicia desde una mirada feminista. Esta misma semana ha venido a presentarlo al Centro Andaluz de las Letras acompañada del periodista Pablo Bujalance y la filóloga Carmen Velasco.
"Muchas personas de mi generación hemos perdido a seres queridos por culpa de la heroína. Veíamos a los chicos de nuestros barrios cada vez más delgados. Los adultos no querían hablar de eso, pero al mismo tiempo nos tenían que dar pautas por si encontrábamos una jeringuilla tirada. Era muy impactante", recuerda en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
Madres contra la Droga
La protagonista de su nueva novela, Xulia, es una periodista que debe analizar la evolución del consumo y el tráfico de drogas en Galicia desde los años 80 hasta ahora. Ella misma dice que "la sociedad actual no es la misma que la de aquel entonces". "Cuando nació el movimiento Madres contra la Droga no se sabía muy bien lo que era la heroína. Ahora tenemos toda la información a nuestro alcance", reconoce sobre aquella lacra que se llevó por delante a toda una generación.
La autora rinde homenaje en su libro a aquel grupo de madres valientes, formado en los años 80, que al grito de "ni locas ni terroristas" lucharon contra los poderosos narcotraficantes. "Gracias a ellas, por sus presiones y arriesgando sus propias vidas, se puso el foco sobre una cuestión que estaba matando a muchos chavales, y no sólo de familias desestructuradas. La droga tenía un perfil indiscriminado", destaca.
También subraya la labor de las mujeres trabajadores que se encargan de los cuidados de los mayores. "El peso de los cuidados sigue descansando en su inmensa mayoría sobre los hombros de las mujeres. Estoy rodeada de mujeres que rondan los 60 años y que viven entregadas al cuidado de otros. Hay un problema muy gordo con esta cuestión", reconoce.
Feminismo por bandera
El feminismo y las cuestiones que nos atañen a las mujeres son una constante en su obra. La protagonista de Golpes de luz incluso critica en un momento determinado de la novela la ligereza con la que nos llaman putas. "Me parece necesario. Es mi forma de entender el mundo y la vida. No entiendo la vida sin el feminismo por delante. Es la revolución del siglo XXI", hace hincapié la autora, que lamenta que "las mujeres hayan jugado un papel secundario durante siglos".
A la pregunta de si se ha sentido excluida del mercado editorial por no vivir en Madrid o Barcelona, ella responde: "Me siento muy feliz de ser una escritora gallega que tiene la fortuna de publicar en castellano. No tengo ni idea de si mi presencia en el sistema literario español si viviese en Madrid o en Barcelona. Estoy absolutamente orgullosa de vivir en Galicia con sus particularidades y sus matices", celebra.
Eso sí, sostiene que el trabajo de los autores gallegos es triple. "No conseguí publicar en castellano hasta 2015. Mi primera novela la lancé en 2000. He tardado 15 años en ser traducida. Los editores españoles no leen en gallego, cuando una novela circula aquí ya es muy complicado que te la compren en castellano. Hay algo muy valioso en mi tierra: el idioma. La manera de protegerlo es escribir en gallego", defiende.
-Se ha convertido en un fenómeno editorial en gallego. ¿Cuál es la receta?
-Soy súper caótica escribiendo. No creo en los milagros, pero sí en el trabajo y sobre todo en el instinto. Soy una escritora muy instintiva. Me dejo guiar por aquello que me emociona. Cuando hay un tema que se me cruza, voy detrás y lo persigo. Es un proceso que dura muchos meses de encierro. Tengo el mejor trabajo del mundo.
La escritora colgó la toga después de estar tres años en un bufete de abogados. "Tan inverosímil es mi carrera como abogada como lo que viví cuando venía algún cliente con un caso disparatado. "No puedo aprovechar esto para escribir una novela porque nadie me la creería", me decía. Esa frase tan manida de que la realidad supera la ficción acredito que en el mundo jurídico esto es especialmente real", cuenta entre risas.
Costas aprovechó su breve carrera como abogada en Infamia donde la protagonista es una profesora de derecho penal. Además, tenía ganas de asomar la pata en el género negro. En este libro se centra en el caso de Marta del Castillo, que le pareció un "caso terrible, doloroso y desgarrador" que le marcó mucho. "Con el paso de los años he encontrado muchas lagunas en ese caso. No dejaba de preguntarme cómo vivían esos padres sin poder enterrar a su hija", recuerda.
El fenómeno de Escarlatina
Antes vivió las mieles del éxito con sus novelas infantiles y juveniles donde aborda temas como la muerte desde el humor. Es el caso de Escarlatina, la cocinera cadáver, que ya ha superado los 70.000 ejemplares vendidos y está traducida a numerosos idiomas como el coreano, el portugués y el persa, y próximamente se podrá disfrutar en checo.
"Ha sido muy emocionante todo el viaje que he hecho en esta literatura. Eran el tipo de historias que a mí me gustaban de pequeña. He descubierto que siguen siendo el tipo de historias que seducen a los niños de hoy día. Hay todavía tabú con el tema de la muerte y se puede hablar sobre él desde el humor", asegura.
En octubre del 2015 le cambió la vida "radicalmente" el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Un año antes se había hecho con el prestigioso Premio Merlín de Literatura Infantil. "A partir de entonces, empecé a ser traducida a muchos idiomas. Es un orgullo que desde el gallego, un idioma minorizado, conseguir ser traducida a otros idiomas", declara entusiasmada.
La autora se enamoró de la literatura siendo una niña. Autores como Gloria Fuertes, Hans Christian Andersen y los hermanos Grimm contribuyeron a que se convirtiera en una lectora voraz. Después cayó en sus manos Pippi Calzaslargas de Astrid Lindgren y libros de Philip Pullman y Neil Gaiman; y de escritores gallegos como Fina Casalderrey o Agustín Fernández Paz. A partir de ahí se consumó el flechazo, que décadas después sigue durando.