El deseo de hacer reír y de reírse ha llevado a cuatro artistas gaditanas a convertirse en el fenómeno teatral de los últimos años en España. Ana López Segovia, Rocío Segovia, Alejandra Lopez y Teresa Quintero son Las Niñas de Cádiz. La compañía recibió en 2020 el Premio Max a mejor espectáculo revelación por El viento es salvaje, una libérrima y loca recreación de los personajes clásicos Fedra y Medea.
La formación regresará triunfalmente al Festival de Teatro de Málaga este jueves: llevará de nuevo a escena su última y aplaudida obra en el Cervantes y le darán el premio Ángeles Rubio-Argüelles. "Venimos de donde venimos: el teatro, un ritual dionisiaco, y el Carnaval de Cádiz. Imagínate la mezcla", cuenta entre risas Ana López Segovia, directora de la compañía, a EL ESPAÑOL de Málaga.
El viento es salvaje se trata "una comedia donde la gente se va a jartar de reír; una tragedia atravesada por la carcajada; y una celebración de principio a fin (como los demás trabajos de la compañía)", resume su autora sobre la obra con acento gaditano donde despojan a Fedra y Medea de sus túnicas azafranadas, y las traen hasta la realidad de nuestros días.
La dramaturga recuerda también aquellos días en el Teatro Echegaray con su anterior proyecto, Chirigóticas. Luego ya con Las Niñas visitaron el espacio para interpretar su versión de Lysístrata y Cabaré a la gaditana, justo antes de dar la campanada en los Premios Max y hacer una gira por toda España. "Es lo más parecido a estar en casa", asegura la licenciada en Filología Hispánica durante la conversación.
Las niñas de Cádiz despidieron el Festival de Teatro de Málaga la edición pasada y vuelven otra vez a petición del público. ¿Cómo se sienten?
Para nosotras fue una sorpresa cuando nos dijeron que querían reponer el espectáculo en un espacio tan prestigioso como el Teatro Cervantes y que encima nos iban a dar un premio. Nos preguntamos: "¿Dónde está la cámara?". Estamos súper felices. La historia esta nuestra con Málaga, todas las cosas bonitas que nos está dando Málaga. Como nos cuida, nos quiere y nos mima. Es una ciudad hermana. Málaga es también una ciudad marinera y cosmopolita. Cada vez que venimos es gloria bendita.
Les entregarán el premio Ángeles Rubio-Argüelles. En esta ciudad recibieron el Max a mejor espectáculo revelación. ¿Cuál es el mejor regalo que le ha dado su profesión?
El público. Sé qué es un topicazo. Tenemos la inmensa suerte de trabajar porque somos una compañía reclamada por el público. Es súper fiel y le gusta vernos. Te programan cuando tu espectáculo es bueno, pero si además llenas el teatro, genial. Si estamos donde estamos y hemos sido que más ha trabajado en estos dos últimos años tan duros para la profesión es porque tenemos el favor del público. Es el premio más grande con diferencia.
Decía Chéjov que si quieres ser universal debes hablar de tu pueblo. Usted lo tiene clarísimo…
Sí, lo aprendí de los grandes clásicos y de referentes como Fernando Quiñones o Javier Ruibal. Gente que habla del mundo desde su aldea. Cuanto más específico y personal eres, es más fácil no caer en lugar comunes y llegar a todo el mundo. Si hablas en general al final siempre te vas a quedar en general en el sentido más peyorativo que te pueda decir. Si de pronto eres personal y hablas desde tu corazón, la gente se siente más identificada y tocada. A nosotras nos lo está demostrando nuestra trayectoria. Con este acento y con esta forma de hacer las cosas estamos trabajando en toda España. Te das cuenta de que hay ser personal para ser universal.
¿No le parece horroroso cuando nos piden hablar en español neutro? ¿No borra de golpe las raíces, lo que ancla a la identidad, de cada uno?
¿Lo popular no está reñido con lo universal, no?
Claro. La cultura popular es tan valiosa como la tradición culta. Cuando estudié en la facultad uno de las cosas que más entusiasmaron fue justamente la lírica popular de los siglos XIII, XIV y XV, y cómo había influido después en autores como Góngora, Quevedo, Cervantes, Lorca y Machado. Cuando un artista mantiene intactas sus raíces con la cultura popular de su entorno se enriquece. En esa mezcla quizá está el arte y las verdades de los seres humanos. No somos ratones de bibliotecas. También tenemos una herencia impregnada de todo lo que hemos vivido desde pequeños y la gente que hemos conocido.
¿Cuándo superaremos el dichoso debate de la alta y la baja cultura?
Eso nunca acabará. Hay mucha gente que se cuelga medallas con el tema de la alta cultura y que se siente especial. A poco que abras los ojos, ves que hay muchos artistas que han tomado como referencia la cultura popular y no sólo en España, sino también en todo el mundo. A colación de viento es salvaje, una revisión muy libre de los mitos de Fedra y Medea, me acuerdo de la película brasileña Orfeu negro. Habla del mito de Orfeo y Eurídice situándolo en las favelas de Río de Janeiro. Está basado en una obra de teatro de Vinícius de Moraes, un tipo súper culto que mezclaba el jazz con música brasileña. Hay gente que se empeña en no escucharlo y denostarlo. Nosotras hablamos del Carnaval de Cádiz. No sé cuánto va a durar esta lucha. Se trata de prejuicios y estos siempre van a acompañar al ser humano.
Esta obra es un gran homenaje a Cádiz, a su viento, el levante, y al cuarteto de Carnaval. Decía Carlos Cano que "La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero". ¿Qué tiene de especial su tierra?
Todas las tierras son únicas. Cádiz tiene la influencia ultramarina de América. Era una ciudad abierta al mar y a la vez la ciudad más antigua de Occidente. Estamos hablando de 3.000 años de historia. Lorca la llamaba "la vieja tortuga fenicia". Es un espacio con una energía antigua y sabía. Y como antigua que es sabe que la única forma de sobrevivir en esta vida es a través del humor. No nos podemos tomar la vida en serio y ha pasado tanto por esta tierra... Nos decimos: "Venga, señores, vamos a reírnos, que no hay que tomarse nada en serio". Quizá ese sea el aporte filosófico más grande que puede dar Cádiz.
El humor está muy presente en sus espectáculos. ¿No deberíamos concebir la vida sin él, no?
A mí me gusta trabajar con un humor más transgresor y que nace desde dentro, relacionado con el dolor. El dolor del superviviente. Es la forma en la que a mí me gusta trabajar. En momentos de gran felicidad siempre hay un dolor, y en momentos de gran dolor siempre hay una carcajada de pronto. A mí esa mezcla me apasione y me fascina. Esa herencia de mi tierra donde hasta la tragedia más fuerte está llena de luz.
A pesar de todo, usted celebra la vida en cada obra.
¡Qué remedio me queda! Todos sabemos que todo está lleno de penas y más en estos tiempos. Siempre hay que tirar pa'lante y sacar la cabeza del agua y respirar y no hay mejor forma que riéndose. La risa es el acto más inteligente del ser humano. Se trata de quitarle hierro al asunto, tomar perspectiva y no tomarse demasiado en serio. Hay gente que paga por una terapia para escuchar esto. A mí me gusta celebrar la vida. Lo que mejor se nos da a nosotras es una fiesta, reírnos, pasarlo bien y cantar. Venimos de donde venimos: el teatro, una fiesta, un ritual dionisiaco, y el Carnaval de Cádiz. Imagínate la mezcla.
Precisamente en 1997 formó en Cádiz La Chirigota de las Niñas y se convirtió en una de las pioneras en la intervención de la mujer, como intérprete y autora, en el Carnaval de Cádiz. ¿Cómo sintió romper ese techo de cristal?
No éramos muy conscientes. Miras para atrás y si te das cuenta de algunas cosas. Éramos un grupo de mujeres muy especial porque formábamos parte de una compañía de teatro universitario. Ahí quien se apunta es un friki. Éramos una locas y unas frikis. Teníamos un deseo muy grande de salir a cantar en Carnaval. Nos lo pasábamos muy bien. Nosotras largábamos cada cosa porque nos hacía reír. Eso es una cosa muy de Cádiz. Ese deseo de hacer reír y de reírte que te hace hasta perder amistades. De esto que dices: "Se ha enfadado conmigo, pero es que lo tenía que decir porque está sembrao". Ese deseo tan fuerte a nosotras nos ha traído hasta aquí. Hay mucha rebeldía detrás. Lo más transgresor que puede hacer una mujer es divertirse. Es lo que más se nos ha negado a las mujeres siempre: divertirnos.
¿Alguna vez se ha sentido discriminada por ser mujer? ¿Y por ser madre?
Claro que sí. Hay que luchar contra muchas cosas. La sociedad donde vivimos sigue siendo patriarcal y machista. No sólo los hombres, las mujeres también. A veces te sorprendes a ti misma con pensamientos súper machistas o sexistas. Queda mucho camino. Afortunadamente estamos dando pasos de gigante. Hay una conciencia feminista cada vez más grande. No es difícil limpiar una huella impresa desde hace siglos. Vivimos en una sociedad patriarcal casi desde que el mundo es mundo. A mí me ha costado asumir que puedo escribir el texto íntegramente, o dirigir un espectáculo, roles tradicionalmente ocupados por hombres. El síndrome de la impostora. Es muy difícil arrancarlo.
¿Cuánto se aprende sobre la fuerza y el coraje leyendo sobre personajes femeninos en los clásicos?
Son tías que piensan, sienten y actúan. Son mujeres que actúan y hacen cosas, y eso es el germen del feminismo. No sólo se trata de tener un mundo interior, sino de ponerte a hacer cosas. Es lo que tenemos que hacer por encima de nuestros propios miedos. Lo importante es tener un deseo muy grande como las heroínas clásicas que las empuja hacia su destino.
En su obra también reflexionan sobre la suerte, sobre lo que decidimos hacer con ella y qué margen de decisión nos queda ante el destino. ¿Uno debe aprender a vivir sabiendo que casi nada de su vida lo controla?
Es curioso. Para mí nuestra última obra es una revisión de La vida es sueño de Calderón de la Barca donde hablamos del libre albedrío, de hasta qué punto somos dueños de nuestros actos. En El viento es salvaje lo que hay es un reto por parte de una de las protagonistas a un dios, al que le dice: "Qué mal haces las cosas; yo sé hacerlas mejor que tú". Estamos hablando de libre albedrío. Lo que sucede a continuación es todo lo que pasa desde el momento en que la protagonista decide cómo hacer las cosas. Todo un desafío.