Pepón Nieto (Marbella, 1967) se ha convertido en uno de los actores más exitosos de nuestro país. Lo ha conseguido a base de esfuerzo, constancia y dedicación. El artista malagueño conquistó los corazones de media España en Los hombres de Paco donde interpretó al subinspector Mariano Moreno. Antes ya había aparecido en series como Farmacia de guardia, Periodistas y La vida de Rita.
Cursó estudios de interpretación en la escuela de Arte Dramático de Málaga, en el Laboratorio de William Layton y en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Fue ya en los años 90 cuando empezó a desarrollar una fértil trayectoria en cine, televisión y teatro. Este último es el medio donde más cómodo y libre se siente al actuar. Este viernes protagonizará una versión del Anfitrión de Molière, adaptada y dirigida por Juan Carlos Rubio, en el Cervantes dentro del Festival de Teatro.
"Ir al teatro a que nos pongan un espejo delante siempre es bueno y oportuno", asegura en una charla por teléfono con EL ESPAÑOL de Málaga. Nieto llevará a escena este clásico junto a un electo espectacular formado entre otras por Toni Acosta y Fele Martínez, que darán forma a esta historia que se adapta a la realidad actual reescribiendo el papel de las mujeres y poniendo el acento en el efecto de las redes sociales en la manera de mostrarse al mundo.
En primer lugar, ¿qué tal estos dos años de crisis sanitaria?
Hemos hecho un montón de funciones y logramos estrenar en su momento Anfitrión. Han sido duros, la verdad. Ha habido algunas fechas que se han ido cayendo. Es lo que nos ha pasado a todas las compañías y en todas profesiones. Hemos tenido que adaptarnos a esta nueva normalidad.
Regresa al Teatro Cervantes para interpretar el Anfitrión de Molière de la mano de Juan Carlos Rubio. ¿Cómo recuerda aquel estreno en el primer verano de la pandemia en el Festival de Mérida?
Mérida impone muchísimo. Es un sueño para cualquier actor. Allí hacían teatro hace más de 2.000 años. La gente va con muchas ganas de pasárselo bien. Siento un antes y un después en mi carrera tras pisar ese teatro. Era la tercera vez que iba. Los nervios y el gusanillo cuando pisas esas piedras sigue siendo los mismos. El festival fue punta de lanza de la cultura en plena pandemia. Hablamos de una normalidad extraña con la mitad del aforo y la gente con sus mascarillas. La gente fue cívica.
En esta versión, la mujer asume un papel protagonista. ¿Es hora de que nos vayamos acostumbrando, no?
El gran acierto y la gran novedad en la versión de Juan Carlos Rubio es que le da un papel protagonista a la mujer. Tanto en el Anfitrión de Molière como en el de Plauto (el germen), las mujeres son meros peones en manos de los hombres y de los dioses, que hacían y deshacían a su antojo. Ellas se tenían que callar. Aquí, la mujer es motor de la acción, toma sus propias decisiones y es dueña de sí misma. Sin dejar de ser fiel al texto de Molière, Juan Carlos ha sabido darle la vuelta y darle el sitio que le correspondería a la mujer según los tiempos que corren.
¿Qué es para usted el feminismo?
Creo en la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los ámbitos. Es una cosa de cajón que no admite discusión. El feminismo defiende la igualdad plena de la mujer. La mujer debe tener los mismos espacios que el hombre, acceder a los mismos sitios y cobrar lo mismo. No debería haber un techo de cristal. Todavía queda mucho camino por recorrer. Me considero feminista por una cuestión de lógica. Nadie a estas alturas debería pensar que la mujer está menos capacitada que un hombre. El feminismo no debería ser una palabra tabú para nadie. El feminismo habla de la lucha por la igualdad. No caben matices. Eso de "yo no soy feminista ni machista" es absurdo. No tengo que tener pudor a la hora de decir que soy feminista porque creo que la mujer es igual que el hombre.
La obra también reflexiona sobre nuestra forma de ser dentro y fuera de las redes sociales. Usted las tiene. Al menos Twitter. ¿Son uno de los peores inventos de la humanidad o cree todo lo contrario?
Me da más miedo hablar de redes sociales que de feminismo (ríe). Son una forma de democratizar las opiniones. Muchas veces detrás de las opiniones hay odio. Algunos las utilizan para insultar a los demás. En mi caso, las uso para hablar de mi trabajo o si por ejemplo es el día del padre, felicito a mi padre. Tengo una relación muy normalita con las redes. Cuando he entrado en algún debate, la gente siempre anda buscando bronca y acabas vviviendo una situación indeseable. Prefiero hablar con mi gente y no dar mi opinión a los cuatro vientos. La gente tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. Tengo una relación de amor-odio con ellas.
¿Cómo se relaciona todo esto con la función?
Anfitrión y Sosia (su criado) se han ido a la guerra. Cuando vuelven, sus mujeres los reciben como si los hubiera visto hace media hora. En ausencia de los dos, los dioses Júpiter y Mercurio se han hecho pasar por ellos para seducirlas. Ellos han usurpado su personalidad y su físico para obtener el favor de sus mujeres. Júpiter está profundamente enamorado de Almena, interpretado por Toni Acosta. Ahí empieza el lío. Cuando los personajes se encuentran con los dioses se gustan más en el reflejo de ellos que de sí mismos. Le encontramos un paralelismo con las redes sociales. Vamos llenando nuestra vida de filtros y fotografiamos lo mejor de nosotros mismos. Llega el verano y todos se hacen fotos con el mojito a pie de playa. Parece que te tiras toda la vida de vacaciones y que eres más feliz y más guapo de lo que eres. Esa cosa de gustarse más en una versión que tú inventas que de ti mismo es puro Anfitrión. Nos gusta mucho ser otras personas y nunca estamos contentos con nosotros mismos.
Anfitrión también habla del arquetipo del imitador, el doble. ¿Ha sufrido usted el síndrome del impostor?
Es muy propio en nuestra profesión. Cuando aplauden mucho tu trabajo, te sientes un poco impostor. Yo no padezco el síndrome del impostor. A mí las cosas me han costado mucho ganármelas. No tengo esa sensación. Recomiendo no atender mucho a los elogios ni tampoco a las críticas.
La obra nace con el sano propósito de entretener.
Las obras de teatro deben dejarte un poso, un paluego, para que luego tengas ahí un motivo de reflexión. Es decir, que te vayas a tomarte un vino con tus amigos, te pongas a hablar de la función y encuentres paralelismos con lo que nos pasa en la vida real. El teatro tiene la obligación de removerte, pero también divertir. Juan Carlos Rubio ha preparado una puesta en escena muy amable de ver donde se instala una sonrisa en el espectador. No es tanto una comedia de carcajada. Nosotros estamos muy contentos y nos lo pasamos muy bien.
Ha trabajado mucho en televisión y cine, pero donde más libre se siente es en el teatro. ¿Por qué?
Un actor no es otra cosa que alguien que cuenta una historia. Cuando haces cine o televisión tu trabajo siempre está en manos de un montaje final y se rueda a trozos. En el teatro, en cuanto se levanta el telón, eres tú el responsable de lo que pasa. Eres mucho más libre para ser. El teatro es la forma más natural de ser actor. Además, el público manda y va condicionando la función. No tienen ningún sentido contar una historia sin un público enfrente. Se genera una energía especial.
Es imposible no hablar de la secuela de la queridísima serie Los hombres de Paco. ¿Se siente afortunado?
Ha sido muy bonito y tengo grandes amigos en la serie. Hemos hecho 16 capítulos y creo que no se va a rodar ninguno más. Volver a encontrarnos con esos personajes, creados hace más de diez años y que estaban ahí en la mochila, ha sido una gran oportunidad. Muy pocas muy veces en la vida te ocurre esto. Ha sido gratificante toparte de nuevo con esos compañeros, ese lenguaje y esa forma de hacer. Mi carrera no hubiera sido la misma sin Los hombres de Paco. La gente además le tiene mucho cariño a la serie. Diez años después, sigue habiendo muchos seguidores. Ellos mismos pedían que volviéramos y han sido los responsables del regreso.
Muchos recuerdan su personaje en Periodistas. ¿Hoy día se haría un retrato tan amable de esta profesión?
Creo que no era amable. Se trataba de una serie muy pegada a la realidad. Era la primera serie centrada en el ámbito profesional. Se trataba de la vida de los personajes fuera y dentro de una redacción.
Me refiero a que hoy día se ven a directores de medios buscando bronca en debates televisivos, muy posicionados en una esquina ideológica o en otra.
Está todo muy polarizado políticamente y ha cambiado mucho este país. Hay una bronca continua. No hay una actitud crítica. La gente vota o pertenece a un partido, de izquierdas o derechas, como quien se hace socio en un equipo de fútbol o se une a una cofradía de Semana Santa. Viven la política como un acto de fe. Asistimos continuamente a ejemplos muy vergonzosos fuera y dentro del Congreso. "¿Esta gente es la que nos está representando?", me pregunto a diario. Es duro...
Prepara una nueva película, Mañana es hoy. En ella una familia viaja a un futuro, este presente, lleno de smartphones, selfis y música trap. ¿Preferiría volver a los plácidos 90 desconectados de internet y de móviles?
Quién sabe... Es muy curioso. Yo he vivido los años 70, 80 y 90. Tengo más años que un búho. No eres consciente de todo lo que hemos cambiado en 30 años. Leyendo el guion de Nacho Velilla uno se entera de que hay una familia que viaja 30 años hacia delante en el tiempo. Esta sociedad ha cambiado tantísimo desde los 90...