Málaga

Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) ha lucido siempre orgulloso su apellido: pertenece a una popular saga de cómicos con dos siglos de vida. El actor nacido durante una gira teatral lleva más de 60 años encima del escenario. Fuera de él también ha destacado haciendo televisión y cine (desde La caza de Carlos Saura a La comunidad de Álex de la Iglesia).

El artista con el Premio Feroz de Honor, la Espiga de la Seminci y la Biznaga Ciudad del Paraíso ha frecuentado teatros desde niño. "He vivido una vida muy normal. Me gustaba mucho el cine, el teatro y la música. Me encanta la música. Una cosa fundamental para la vida", cuenta durante una entrevista telefónica con EL ESPAÑOL de Málaga donde se muestra muy amable.

Después de entrar al servicio militar con 18 años, Gutiérrez tuvo claro que quería dedicarse a esta profesión porque pensaba que tenía actitudes y que servía para ello. A los jóvenes actores les recomienda que "vivan la vida que quieren y que si quieren interpretar, que lo hagan y no se corten un pelo". "Si le sale mal esto, ya le saldrá bien otras cosas. En este mundo siempre hay que intentar las cosas", defiende.

El intérprete se subirá a las tablas del Teatro Cervantes este lunes para representar a un Galdós enamorado de Emilia Pardo Bazán. La divertida comedia, obra de Alfonso Zurro y que llega ahora al Festival de Teatro, refleja la relación entre estos dos gigantes de la literatura española que quedó reflejada, y bastante bien detallada, en la correspondencia que se intercambiaron. 

En primer lugar, ¿qué tal le ha tratado el bicho estos dos años?

A mí bastante bien. Lo tuve al principio de la pandemia. Apenas tuvo fiebre un día. Me hicieron un análisis y tenía anticuerpos. No me puedo quejar. Tengo las tres dosis de la vacuna puesta. Todo en regla.

El sector de la cultura ha sido uno de los más perjudicados. ¿Siente que los políticos no toman en serio a los artistas en España?

Los políticos en general nunca nos han tomado en serio. Salvo alguna personalidad aislada por su formación y como persona, no como político. Lo más preocupante no es que no nos tomen en serio a nosotros, es que no tomen en serio la cultura. Vende mucho la cultura pero de boquilla. Se ponen en la foto y luego se olvidan de todo. 

¿Está harto de que se les cuelgue el sambenito de subvencionados?

Lo que es la corrupción en este tipo de operaciones teatrales, no tanto cinematográficas, existe poco. Por lo tanto, tampoco te prestan mucha atención. Para los políticos, esto es un juego, pero no es un negocio que da de comer a la gente.

Pisará las tablas del Teatro Cervantes para representar a un Galdós enamorado. ¿Cuántas veces se ha enamorado perdidamente en su vida? ¿Y cuántas le han roto el corazón?

No lo recuerdo. Son muchos años y la memoria falla. Unas cuantas, sí (ríe). El corazón parece que lo tengo bien. Los electrocardiogramas me lo han demostrado. Me lo han roto poco.

¿Qué sabe del amor y las relaciones que no sabía a los 15 años?

A los 15 años no se sabe nada. A los 20 tampoco. Se sabe del amor cuando se tienen muchos años. Lo del amor es diferente igual que las edades, supongo. Van pasando por distintas etapas. Lo único que puedo decir es que las distintas etapas han sido distintas siempre.

Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán no sólo se quieren, también se admiran a nivel creativo. ¿Le parece entrañable su relación? 

Sí. Conocía bastante la historia de cada una de ellos, tanto por separado como juntos. Ellos fueron amantes un tiempo. Esas correspondencias de las que hablamos en la obra, ese paquete de cartas, se las intercambiaban uno a otro y desde muy distintos lugares. Incluso estuvieron juntos de viaje en Alemania. No es ningún secreto que don Benito y doña Emilia tuvieron una ardiente pasión amorosa.

Ahora todo es instantáneo. Nos mandamos mensajes al WhatsApp. 

Yo utilizo un montón el correo electrónico para conversar. Mandar cartas es mucho más complicado ahora porque antes tenías estancos con mayor frecuencia que ahora donde comprabas sellos y tenías muchos buzones. Los buzones han desaparecido casi en su totalidad. Las buenas cartas, las que he dado a veces en mano en los últimos tiempos, se han escrito igual de cariñosamente que antes. 

El texto de Alfonso Zurro es una comedia divertida con mucha intriga. ¿Cómo lleva esta época donde impera lo políticamente correcto?

Me parece lamentable una sociedad así. No vamos a ninguna parte. Estamos dando importancia a unas cosas que no deberían tenerlas. Esta sociedad no tiene salida, tarde o temprano acabará destruyéndose.

No nos augura nada bueno a los que vamos detrás, eh.

No os auguro nada bueno.

¿Los políticos españoles le han decepcionado en este tiempo?

Sí. Veníamos de una época política en la que se suponía, de una manera ficticia tal vez, que había unos líderes con algunas ideas claras a pesar de sus ambiciones personales. Hoy día nos encontramos con una nulidad de líderes políticos. Ni la derecha ni la izquierda tiene gente con talla política. Se venden a través de los medios y de las redes sociales, pero los políticos españoles son malísimos. Habría que decirles algo también a los jueces. Son una raza especial, prepotente y soberbia. Son funcionarios que viven a costa del dinero que producimos los demás. Eso sí se olvida. Ellos son funcionarios a sueldo del estado. Los jueves no sólo pertenecen a tiempos pasados, sino a los malos tiempos pasados. 

¿Recuerda aquello de que los políticos estaban cobrando dietas en pleno confinamiento? ¿Le cabreó?

Cobraban dietas y los funcionarios públicos han seguido cobrando. Y también todos los que tenían un puesto en la administración. Los enfermeros y los bomberos eran funcionarios que estaban haciendo honor a un nombre y a una dignidad profesional. Luego estaban los funcionarios de mesa, que estaban degradando y avergonzando a la profesión entera. 

¿Se esperaba el declive del rey emérito, que incluso ha tenido que huir a Emiratos Árabes Unidos y ha protagonizado varios escándalos?

Yo de este país ya me espero todo. Ha sido una decepción detrás de otra. Están jugando con fuego. Cuando en el 75 se llegó a un consenso político, todos pensamos que por fin la monarquía iba a tomar un sesgo político y no un sesgo corrupto lleno de intereses económicos. Ahí está. No se puede decir que una persona como el rey emérito lo ha hecho todo muy bien y luego ha robado 600 millones de euros. Y por eso hay que excursarlo. Hay que hacer las cosas bien hasta el final de tu vida. Este rey tiene ya su historia contada. Ojalá no fuera así. 

Lleva más de 60 años subiéndose a los escenarios. ¿Qué le ha enseñado el teatro a usted?

Me ha enseñado a vivir todos los días, a sentir muchas cosas con él y a ser mejor a ratos. También a ser peor en otros momentos. El teatro me ha enseñado a ser simplemente. Cuando una profesión te enseña a ser está muy bien. 

No sé si recordará cuando Lola Herrera interrumpió una función en Zaragoza por un móvil que no paraba de sonar. ¿Qué opina?

Eso no forma parte de la tecnología, forma parte de la falta de educación. Esa es mala educación y punto. El que hace eso es un maleducado. No he llegado a interrumpir la función, pero lo he sufrido en varias ocasiones. Había sitio donde había más o menos conciencia de la telefonía móvil y sonaba, y sobre todo al principio porque lo no lo ponían en silencio. Lo he sufrido alguna vez por desgracia (ríe). A propósito de la tecnología, habría que legislarse de otra manera porque Internet ha sido la gran ventana para que entren todos los canallas y también la buena gente. 

¿Ha oído hablar del metaverso? ¿Le atrae?

Se está creando una civilización irreal donde no existe la real. Eso es muy peligroso porque estás confundiendo la realidad con lo irreal. Si lo irreal vence a lo real se acaba la historia de la humanidad. Sólo la ficción puede ser real aceptando las reglas del juego. Si te sales de esas reglas y ves que el mundo que te rodea es igual que lo que estás viendo en una plataforma, estás cayendo en la peor de las trampas: en tu pérdida de identidad humana. Eso es tremendo. Te pueden manipular desde un alimento hasta la última cosa. Te puede hacer mucho daño. 

Hablando de identidad. Nació durante una gira teatral; y toda su familia se ha dedicado siempre al teatro y al cine. ¿Le ha pesado mucho el apellido o todo lo contrario, se ha sentido bendecido?

A ratos. En el 90% de los casos, he llevado orgulloso el apellido de unas grandes y maravillosas actrices, además de buenas personas. Ha sido un honor y un placer.

¿A qué le tiene más miedo: a la muerte o a la jubilación?

A la jubilación no le tengo ningún miedo. Le tengo miedo a cómo desaparecer. No tengo más remedio que desaparecer, pero lo que me preocupa es el cómo. El hecho de desaparecer no tiene vuelta de hoja. 

¿Le preocupa pasar a la posteridad?

No me importa relativamente. La posteridad tiene un tiempo de caducidad también. Pueden recordarte durante 20 o 30 años más, pero luego acabará cayendo un telón de olvido. Como cae sobre todos nosotros. 

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