Norman Bethune, testigo de La Desbandá: "Es la más terrible evacuación en tiempos modernos"
El médico canadiense y su ayudante, Hazen Sise, documentaron la masacre de la carretera de Málaga a Almería subidos en una vieja ambulancia. Pepitas de Calabaza reedita un libro donde narra el penoso periplo.
7 febrero, 2022 05:00Noticias relacionadas
La más grande y terrible evacuación de una ciudad en tiempos modernos o la procesión interminable. Así definió Norman Bethune (Gravenhurst, Canadá, 1890 - Tang County, Baoding, China, 1939) la masacre de la carretera de Málaga a Almería conocida popularmente como la Desbandá, uno de los capítulos más escalofriantes y crueles de la Guerra Civil ocurrido en las costas de Andalucía oriental.
El médico canadiense y su ayudante, Hazen Sise, documentaron a través de textos y fotografías lo sucedido subidos en una vieja ambulancia. A su paso se encontraron vivos y muertos en las cunetas de todas las edades, agotados tras días de extenuante caminata y estruendosos bombardeos. La editorial Pepitas de Calabaza acaba de reeditar el libro de Bethune donde narra el penoso periplo, de cuyo aniversario se cumplen justo este lunes 85 años. Se trata de un testimonio sobrecogedor, único y muy valioso.
En la primera parte de La desbandá. El crimen de la carretera de Málaga a Almería y otros escritos se aborda su reivindicación de una atención médica universal, en la que los enfermos no hayan de ser castigados por su capacidad adquisitiva. El texto es una consecuencia de su militancia en organismos que facilitaban el acceso a servicios médicos de parados y sintecho, y contiene en sí mismo el ideario que presidiría, con coherencia impecable, la vida entera de Bethune.
La segunda parte el brigadista narra los hechos que le tocó presenciar, durante la Guerra Civil española, en la carretera de Málaga a Almería (sin olvidar la costa granadina). La editorial con sede en Logroño incluye también un interesante apéndice de reflexiones, cartas y poemas que no aparecen en la edición canónica de The Wounds.
La traductora de los textos, Natalia Fernández Díaz, cuenta al principio del prólogo que muchos de los que han visitado Montreal seguramente se han topado con "una curiosa estatua de un caballero occidental ataviado con una holgada túnica y las consabidas chinelas". "Resulta ser un médico y no, como parece, un guerrero desarmado en alguna batalla que aún busca sus héroes póstumos", explica.
Se trata de Norman Bethune. La ciudad canadiense levantó un monumento modesto en su honor "a la medida de la dignidad de un hombre temerario que sin embargo se propuso en vida ser todo menos ejemplar [....] cuyo espíritu viajero provenía, sobre todo, de un afán de ser útil y una aplicación absoluta e irrevocable del sentido de la solidaridad", señala.
Voluntario en la Segunda Guerra Mundial
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el médico se alistó como voluntario. "Trabajó de camillero en Bélgica (por suerte la dura vida de los bosques canadienses lo había dotado de un físico imponente) evacuando heridos a los que prestaba primeros auxilios, gracias a su condición de casi licenciado en Medicina, antes de derivarlos a hospitales para atención más especializada", relata Fernández.
La traductora también incide en que era su propia leyenda antes de pisar tierras españolas. "Era sabido, o así nos lo relatan sus biógrafos canónicos (el propio Ted Allan o Roderick Stewart), que, en su papel de profesor de cirugía, se sentía más proclive a impartir sus cursos en los bares y ante unas cervezas, durante los fines de semana, que en el sombrío encerado, con sus pulcras pizarras y el público oyente allá arriba, distanciado, arrojado fuera del confortable rincón del diálogo", aclara.
Su llegada a España
Ya dentro del Partido Comunista, el médico decide que su destino es ayudar a los leales en la guerra civil española. "No se lo piensa y pone rumbo a Madrid. La Segunda parte de este libro corresponde a este período y narra un penoso periplo entre Málaga y Almería, repleto de fantasmas maltrechos que en algún momento fueron humanos y tuvieron esperanzas, antes de que las bombas, el hambre y la muerte los pusieran cara a cara con los límites", resume Fernández
La caída de Málaga a manos del ejército de Franco el 7 de febrero de 1937 provocó la huida a la desesperada de 300.000 españoles en un trayecto a pie por la costa donde miles de personas, entre ellos mujeres, niños y ancianos, perdieron la vida aniquilados desde tierra, mar y aire.
Bethune relata en Apuntes sobre la guerra civil española algunas de sus vivencias como jefe de la Unidad Canadiense de Transfusiones de Sangre. "Los combates han sido duros hoy. El trueno de los cañones ha sonado prácticamente sin cesar, y ello me recordaba los disparos de obuses en el frente oeste de 1915. A los ataques se añaden los bombarderos fascistas, escoltados por sus aviones de caza", explica.
"Desde esos aviones se puede, bien es cierto, ver el cementerio de las Brigadas Internacionales, donde reposan los cuerpos de aquellos hombres que han venido a morir ayudando a España. Han dado sus vidas a la causa de la democracia española", asegura.
Estando ya en Almería observa como el pequeño puerto marítimo "había sido bombardeado por aire y bloqueado desde el mar; se podía palpar el hambre en las calles".
"De aquí a Málaga no había más que una carretera. Desde Almería seguía la recortada línea de la costa. Daba vueltas por empinadas curvas, se ladeaba a la derecha a través de grises acantilados, dejando el mar a la izquierda. [...] Caminaban lenta y pesadamente, agotados, con los pies rozando el duro asfalto, sus espaldas caídas como si las empujaran hacia delante, sus bocas colgando abiertas, la mirada en blanco, síntoma inconsciente del agotamiento absoluto", continúa.
Bethune llegó a ver "hombres tambaleándose bajo anchos sombreros, las mujeres tras sus huellas titubeando, con sus tradicionales capas oscuras de algodón, los niños llevando únicamente calzones o braguitas, sus cuerpos semidesnudos calientes bajo el sol" en pleno invierno.
Según el médico había personas de todas las edades, "pero sus rostros estaban demacrados con idéntica fatiga", apunta. "Corrían a manadas junto a nuestro camión, sin expresión: una chica joven, apenas de 16 años, a horcajadas sobre un burro, la cabeza reclinada sobre un niño de pecho; una abuela, su cara vieja semioculta en un chal, arrastrándose entre dos hombres; un patriarca, ajado hasta la piel y el hueso, los pies descalzos chorreando sangre en la calzada", explica.
Si eran de Málaga, cree, "llevaban andando por lo menos cinco días con sus cinco noches". "¿Era posible? Aquella señora anciana con úlceras abiertas en las piernas, ¿podía haber sobrevivido cinco días y cinco noches a cielo abierto? Y allí estaba, arrastrando su capa en el polvo, engullida por el paso del camión. Y los niños... de todas las edades, la mayoría descalzos... ¿Era posible asimismo que hubieran sobrevivido?", se pregunta en su texto.
La crónica
Una de las partes más interesantes del libro corresponde con la crónica del médico y las fotos de Sise, publicadas por primera vez por Ediciones Iberia en 1937 (en inglés y castellano). "No hallarán alimento en los pueblos, ni trenes, ni autobuses que los transporten. Han de caminar y a medida que caminen tropezarán y se tambalearán con los pies rasguñados y magullados a lo largo del camino pedregoso, blanco, mientras los fascistas los bombardean desde el aire y les disparan desde sus barcos en el mar", señala al inicio.
El brigadista pretende contar con sus propios ojos "esta marcha forzada, la más grande y terrible evacuación de una ciudad en tiempos modernos". El médico y su ayudante llegaron a Almería el 10 de febrero con un camión refrigerado de sangre recogida en Barcelona. "Nuestra intención era continuar hasta Málaga para practicar transfusiones de sangre a los heridos", cuenta. A su paso por la carretera, Bethune vio a muchos ancianos que "simplemente se rendían, se dejaban caer a un lado de la carretera a esperar la muerte".
"No contentos con bombardear y disparar a esta procesión de campesinos desarmados a lo largo de la larga ruta, en la tarde del día 12, cuando el puerto de Almería estaba atestado de refugiados, con su población multiplicada por dos, cuando 40.000 mil personas exhaustas habían llegado a lo que consideraban un refugio seguro, fuimos salvajemente bombardeados por la aviación fascista italiana y alemana", asegura al final de su estremecedor relato, ahora reeditado por Pepitas de Calabaza para que muchos puedan conocer lo sucedido en primera línea de guerra.