Málaga

José Antonio Marina (Toledo, 1939) es uno de los pensadores más notables de nuestro país. El filósofo es una de las voces más autorizadas a la hora de hablar del sistema educativo español. El reconocido escritor también ha investigado el efecto de la inteligencia artificial y las tecnologías en la inteligencia humana, y ha dedicado media vida a estudiar la psicología genética, la neurología y la lingüística.

El pedagogo explora en su último libro, Biografía de la inhumanidad, los mayores errores o crueldades de la historia, y por qué en su momento estas acciones fueron llevadas a cabo o se aceptaron como una especie de destino implacable. El prolífico autor hablará sobre él y otros temas de actualidad este sábado en el centro cultural La Malagueta, dentro del Festival de Filosofía, acompañado de José Carlos Ruiz.

En primer lugar, ¿qué tal estos dos años de pandemia?

Bien. La enfermedad no me ha afectado ni a mí ni a mi familia, y he tenido la suerte de poder tener lo que la gente ha echado más en falta: espacio. Mi casa es amplia y tengo un jardín. He sido un privilegiado.

¿No cree que estamos condenados a repetir nuestra historia? Al menos eso parece si uno observa el panorama internacional actual… ¿Es fruto de la incompetencia de nuestros políticos o de la inacción ciudadana?

El origen de ese libro está en una desesperante constatación: el mundo ha progresado, sea cual sea el aspecto que queramos medir: la longevidad, la mortalidad infantil, el hambre, la educación, etc. Sin embargo, periódicamente sufrimos colapsos éticos que nos hacen descender por el tobogán del horror. El siglo XX es un ejemplo claro de esta alternancia entre logros admirables y atrocidades. ¿Qué nos pasa? Somos humanitarios intermitentes. Somos una especie magnífica y terrible.

Una de las tesis de su último libro es que "la compasión tal vez sea la emoción más específicamente humana". ¿No le parece la mejor arma para competir en la arena política?

Creo que sí, pero nos hemos equivocado con ella. La hemos identificado con la prepotencia, el paternalismo, la limosna. Oigo con frecuencia decir: No quiero compasión, quiero justicia.  La compasión es el sentirse afectado por el sufrimiento de otra persona e intenta ayudarla. Desde los Neandertales hemos estado fomentando este sentimiento que es el inicio de nuestra moralidad. Primero nos compadecemos y luego intentamos garantizar esa compasión protegiéndola con derechos. La justicia transita por los caminos abiertos por la compasión. En Biografía de la Inhumanidad he mostrado que cuando aparece la crueldad, la atrocidad, la perversidad suma, como ocurrió en el régimen nazi, primero hubo una desaparición de la compasión. 

"Es importante subrayar el papel de la compasión, porque es un freno emocional a la violencia que cuando desaparece deja paso a la insensibilidad ante el dolor ajeno y a la crueldad", dice. ¿No le parece que tenemos la compasión atrofiada al tener acceso a tanta información a diario y tantos estímulos en las redes sociales?

La compasión aparece espontáneamente en los niños hacia los 30 meses, pero estamos detectando que se debilita a lo largo de todo el proceso educativo. Y eso no es bueno. Los medios de comunicación favorecen un "simulacro de compasión". Ante imágenes impactantes nos emocionamos, pero después de esas imágenes vienen otras, o unos anuncios de vacaciones o de automóviles, y lo otro se nos olvida. La compasión como sentimiento debe fortalecerse con una "ética de la compasión y de la ayuda". Ya no es un sentimiento, sino una obligación.

Ha dedicado un capítulo a la crueldad porque es un tema no demasiado estudiado. ¿Cómo se cura la crueldad?

Hay varios tipos de crueldad. Unas son patológicas y otras son educativas. Las sociedades han creado tres barreras contra la crueldad: La primera es emocional: la compasión y el respeto. La segunda es moral: las normas interiorizadas que nos obligan a respetar los derechos de los demás. La tercera es institucional: el derecho impide coactivamente los comportamientos crueles. El horror aparece cuando las tres barreras se desploman, cosa que sucedió en el régimen nazi, en el estalinista, y en las dictaduras de Mao Zedong o Pol Pot.

La pandemia ha hecho que tengamos menos contacto físico con la gente. ¿El contacto físico es esencial porque ponemos en práctica la comunicación y la empatía?

Sí, pero el gran peligro no es la pandemia, sino la atracción por la comunicación a través de las pantallas, que ya era muy poderosa antes de la enfermedad. Las nuevas tecnologías están produciendo un tipo de sociabilidad muy intensa pero muy superficial. Hacen que confundamos "estar conectados" con "estar comunicándonos".

¿Qué opina del metaverso de Zuckerberg? ¿No piensa que negamos lo más básico del ser humano, que es el contacto físico, el conversar cara a cara, el salir ahí afuera?

Llevo mucho tiempo estudiando el efecto de la inteligencia artificial y de las tecnologías que la aplican, sobre la inteligencia humana. En el libro Proyecto Centauro hice una propuesta educativa para aprovechar las posibilidades y evitar los riesgos. Me temo que nadie se está tomando en serio este asunto. El mundo del futuro van a diseñarlo las compañías tecnológicas, que no están capacitadas para hacerlo.

Educación implantará una prueba de acceso extra para los aspirantes a profesores. Un examen de aptitudes en la universidad al estilo de Finlandia. ¿Cree que ahí es donde debemos poner el foco para mejorar nuestro sistema educativo?

La formación del profesorado es esencial. Pero la propuesta del Ministerio es de una superficialidad casi infantil. Estudie el tema cuando el Ministerio de Educación me pidió que elaborara un Libro Blanco de la profesión docente. Conozco muy bien las dificultades del tema. Por eso, el folletito que ha sacado el Ministerio me provoca más risa que crítica.

Usted ha criticado abiertamente a los que dicen que no hay que aprender las cosas de memoria. ¿Hay otra forma de entrenar la memoria que no sea esa?

La memoria es el órgano del aprendizaje. Pedir que no se aprendan las cosas de memoria es como pedir que no se juegue al tenis utilizando el sistema muscular. Hay tonterías que se hacen virales. Y esta es una de ellas.

Cada vez tenemos menos capacidad de atención y retención. ¿Cómo luchamos contra la tiranía de las pantallas?

Es muy difícil, pero necesario. Necesitamos, primero, explicar por qué la atención voluntaria es esencial para la inteligencia. Después comprometer a todos los agentes educativos, también a las memorias, para que colaboren a su fortalecimiento. La atención voluntaria, y lo que ahora llamamos "funciones ejecutivas", empiezan a desarrollarse en los primeros años y debemos enseñar a las madres y padres el papel educativo que deben jugar.

¿No le parece una barbaridad que una persona pueda tener título de bachiller con una asignatura suspensa y pueda pasar de curso con materias sin aprobar en Secundaria?

Sí. No veo ninguna razón que lo justifique.

¿No deberíamos enseñarles a los adolescentes a vivir con sus frustraciones, incluyendo suspender una asignatura?

Llevamos mucho tiempo advirtiendo que la tolerancia a la frustración forma parte de la formación para la vida. Estamos educando generaciones muy vulnerables. El cariño no significa blandenguería. Cuando una madre o un padre me dice "lo más importante es que mi hijo sea feliz", pienso que no sabe lo que dice. Está siguiendo el eslogan de una marca.

En una entrevista habló del efecto Google, que "significa que para qué voy a aprender si lo puedo encontrar". ¿El buscador se ha cargado la noción de sacrificio, aprendizaje y cultura de un plumazo?

No. Es el descrédito de la memoria quien ha favorecido el éxito de los buscadores. Comprendemos desde nuestra memoria personal. Pensar que en Google encontramos la solución a todo es una tontería. Cuando mis alumnos me dicen eso, les pido que busquen en Google las ecuaciones del campo electromagnético de Maxwell. Una vez que lo tienen en sus pantallas, les pregunto: "¿Y ahora qué hacéis con esas fórmulas?". ¿Las entendéis? Tengo un test personal para detectar el conocimiento educativo de una persona. Cuando me menciona la lista de los reyes godos, para criticar la memoria, le pongo un suspenso absoluto. Es mejor que se calle y estudie un poco cómo funciona la memoria.

Vivimos en la era de la literalidad. ¿De quién es la culpa de que no sepamos leer entre líneas?

Es algo más elemental. Es que no comprendemos lo que ponen las líneas. Vuelvo a lo mismo. Comprendemos un texto desde la memoria. 

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