En un momento del concierto, C.Tangana paró para echarse una copa y preguntarle qué le estaba pareciendo el espectáculo al camarero del restaurante de sobremesa que había montado en la tarima.
—En confianza, señor Álvarez: toyaco [en la cultura hip-hop, quien vive el movimiento solo como una moda]. Toyaquísimo.
—¿Qué dices? Si se lo han gozado —se defendió (Antón) Álvarez, en referencia al público.
—Parece Mayumana. ¿Qué es esto, con tantos músicos? ¿El Circo del Sol? —contraargumentó el camarero.
—Tú eres el típico hater que comenta en Youtube que molaba más cuando era Crema [su primer alias como rapero] —le respondió Tangana, que acaba de recrear la fiesta analógica y flamenca de su icónico Tiny Desk para delirio del Carpena— Ponte un tema y que valoren ellos si estaba más guapo lo de antes.
Y empezaron a sonar las notas electrónicas de Llorando en la limo.
En el Sin cantar ni afinar tour de C.Tangana, el espectáculo musical que se ha estrenado este sábado por la noche en Málaga, es difícil saber qué es lo nuevo y qué es lo viejo, qué es lo tradicional y qué es lo vanguardista.
El comienzo del concierto, una marcha de Semana Santa sobre la que C.Tangana empezaba sorprendiendo a los despistados con su Still rapping, fue la primera ocasión que tuvo el público de Málaga de preguntarse si no iba a ser que habíamos tenido el futuro siempre delante de las narices, en casa.
Una banda de música de en torno a dos decenas de personas, varias mesas con sus respectivos poscomensales y hasta un camarero formaron una escenografía teatral sobre la que las cámaras se movían sin fallo, con resultado al momento de superproducción. Los créditos iniciales y finales del concierto reforzaron esa sensación de espectáculo cerrado, casi teatro musical, una ambiciosa latin opera que eleva los clásicos hispanos a obra total.
Uno de los artífices de la cuidadísima función es Little Spain, la productora audiovisual responsable de los videoclips del álbum de El Madrileño, y su mano se nota en todo momento. En las gigantescas pantallas en 4K, echaban una película del concierto que parecía increíble estuviera grabándose en ese mismo momento. No sería extraño verla en una plataforma digital de contenido pronto.
Tras el fogonazo inicial de Still Rapping, Tangana se sentó por primera vez junto a un guitarrista para cantar Te olvidaste y, despues, CAMBIA!. Con traje de chaqueta marino, bufanda roja, gafas de sol y camiseta interior blanca de tirantes, el artista se movía entre tequilas, arriesgados planos cenitales realizados a la perfección y gritos del público que reforzaban la sensación de espectáculo de descanso de la Superbowl de 2 horas. De hito en hito, El Madrileño ofreció entretenimiento hasta al más sobreestimulado.
Rita Payés le acompañó trompeta en mano en Te Venero, como ya hiciera en los recientes Premios Goya, en un ambiente de orquesta latinoamericana que rompió Pucho con Yelo, sus clásicos saltitos a una pierna en directo y algunos "prrr", unas de sus pocas cesiones al hombre que hace no tanto fue. De repente, golpes de batería y el que debe ser uno de los mejores planos de presentación de estrella invitada de la historia del cine español para introducir a Omar Montes, El Canelita y La Culpa. El público se volvió loco y cantó a pulmón una canción que se había publicado hace apenas un par de días.
"Muy buenas noches, ¿qué os han parecido los entremeses?", dijo Tangana al terminar la canción, cuando ya tenía al público con la certeza de que había vivido algo histórico. Siguieron las bachatas Bobo y Ateo, un pequeño corte de pasodoble y Nominao. La fusión, heterogénea pero con el hilo común de la celebración en casa hispana, confirmaba el viaje conceptual que propone Álvarez.
Uno de los momentos más emocionantes de la noche fue la interpretación de la marcha cofrade El Amor; presidido el escenario por una corona de flores dedicada su compositor, el maestro gaditano Sergio Larrinaga -fallecido hace pocos meses a los 45 años-. Tras el homenaje de vientos, que tuvo una épica casi tarantiniana; la versión más house de Demasiadas mujeres. El público, que ya había comprendido de qué iba la cosa, cantó el Campanera de Joselito en cuanto el violín esbozó la melodía.
La segunda mitad del espectáculo comenzó con un recreación en directo del ya icónico Tiny Desk Concert, con su decena larga de acompañantes congregados en torno a una sobremesa, como si hubiera canciones que solo se pudieran cantar de esa forma. Tangana se sentó y el público se puso en pie porque sabía lo que se venía: Me maten, el No estamos lokos en voz de Juan Carmona, Mala malita mala sin La Húngara, y un Ingobernable épico. Pucho aprovechaba los coros para secarse el sudor y nunca lució más genuinamente feliz que viendo al joven público cantar al unísono por Ketama.
Otro momento álgido de la noche (y ya van...) fue la interpretación de Tangana y guitarra del clásico Aunque tú no lo sepas, escrito por Luis García Montero pero popularizado musicalmente por Enrique Urquijo. Consciente de lo improbable de la escena, Antón rió en cuanto terminó de cantar y se defendió: "No está mal, ¿no?" "¡Romántico!", le respondió un compañero de sobremesa.
Siguieron Los tontos, en la que el percusionista empezó a golpear la botella de anís en el momento justo que le enfocaba la cámara y en el que el Bizarre Love Triangle de New Order a palmas flamencas se confirmó como un buen regalo de la glocalización. Como todo era posible ya, la canción se fusionó con Alegría de vivir, y C.Tangana volvió a carcajear. La reinterpretación del Tiny Desk terminó con un brindis de los artistas, como no podía ser de otra manera.
"A ver cómo están de ritmo los flamencos", dijo entonces C.Tangana, que mató al padre en un momento. Con los acompañantes todavía dando palmas, Álvarez se subió a la misma mesa para rapear Tranquilísimo y bailar como regocijándose en pisar el mantel en torno al cual habían cantado con tanto mimo apenas unos minutos antes.
Tras la conversación con el barman y Llorando en la limo, hubo una aparición sorrentiniana de una mujer vestida de monja que se echó un trago y a la que Pucho le dio fuego, que sirvió para introducir la bossa nova Comerte entera. Tocaron entonces No estoy, alguna línea de Lobo hombre en París y Hong Kong.
La enésima cumbre llegó con Antes de morirme, canción de 2016 con su entonces pareja Rosalía. El artista la cantó con un Autotune ligero y con una modulación tan equilibrada que pocas veces se ha visto antes en directo en la complicada relación del trap con el directo en España.
C.Tangana se quitó finalmente la chaqueta para cantar Tú me dejaste de querer -introducida de nuevo por toques de tambor cofrade- y, cuando terminó, la ovación fue atronadora. Como el borracho que siempre toma otra después de la última, Antón se lanzó entonces a cantar el Suavemente de Elvis Crespo. Para ese momento, el camarero del espectáculo ya daba servilletazos al aire, haciendo roleplay de tu tío en un bautizo a las 4 de la madrugada.
Entró entonces el corte de vídeo de Pepe Blanco de Cuándo olvidaré ("La canción española es del pueblo, es racial, es de raza...") y la banda se colocó en disposición de tablao, con las palmas a toda velocidad. Tras el último guiño flamenco en el que Tangana solo acompañó -una de las virtudes del espectáculo es que deja cantar a quien tiene que cantar cuando tiene que cantar-, se quedaron él y la guitarra para volver a la premonición donde comenzó El Madrileño: Un veneno, que acabó con los vientos dándolo todo.
Los artistas terminaron brindando de nuevo cara al público, que no pidió otra canción más al igual que no se pide otra al final de un musical o una película.
Como otros ya hicieron antes que él, la trayectoria musical de Antón Álvarez, alias C.Tangana, se mueve por reencarnaciones. No hubo nada de Crema, el precoz talento del rap de En ruinas como en Roma; ni de Agorazein -es para siempre-, el grupo del primer C.Tangana; ni del Drake español de 10/15 que caricaturizaron Los Chikos del Maíz; ni del C.Tangana reggaetonero que reventó las listas de medio mundo con Mala mujer, Booty o Bien duro.
Anoche solo estaba El Madrileño; pero en él, de algún modo, estaban las canciones de nuestra vida.
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