Biznaga se ha convertido en la banda sonora de los jóvenes españoles. El grupo con raíces malagueñas ha hablado de problemas que les atraviesan por completo como la precariedad laboral, el difícil acceso a la vivienda o la falta de perspectivas económicas (y vitales). Sus letras aluden a todos aquellos que trabajan y producen más que viven, que no llegan a fin de mes y que no que puede independizarse. "Dime, ¿el futuro era esto?", se preguntan.
El conjunto anima a movilizarse colectivamente, recuperar espacios compartidos, salir a la calle y conquistar la noche en Bremen no existe (Montgrí, 2022), un cuarto disco más luminoso e igual de combativo planteado como respuesta a su último trabajo donde criticaban el ensimismamiento con las pantallas y con nosotros mismos. Un grito esperanzador en un sistema hostil con reminiscencias a The Cure, La Polla Records, REM y The Replacements.
En el álbum, el cuarteto apela a lo colectivo como vehículo de cambio incluso a nivel individual. "La unión hace la fuerza. No podemos hacer la guerra por nuestra cuenta", asegura Jorge Navarro, bajista y letrista de Biznaga, en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga donde habla del nuevo disco, "en las antípodas del anterior" a nivel musical con melodías mucho más luminosas.
"Entusiasmo queda, si no lo hubiéramos dejado. El proyecto sigue más vivo que nunca. Nos mueve el entusiasmo y las ganas de hacer cosas. Hubo momentos malos: sacamos un disco y llegó la pandemia. No rendirse en aquel momento fue importante", reconoce. El conjunto formado por Jorge, Álvaro García (voz y guitarra), Pablo Garnelo (guitarra) y Jorge Milky Ballarín (batería) cumple ahora una década desde su nacimiento en plena crisis.
En su anterior trabajo criticaban el ensimismamiento con las pantallas. En este animan a recuperar espacios compartidos, movilizarse colectivamente, salir a la calle.
Hemos percibido a posteriori que Bremen no existe es el reverso respuesta a Gran Pantalla. Aquel era un disco más analítico y frío, más de soledad y estar en interiores con tu propio dispositivo que relacionándote con los demás a través de eso. Bremen no existe apela a la calle, a los espacios públicos, en un momento donde eso precisamente era lo que nos faltaba. Estábamos hasta el gorro de estar encerrados. Es una respuesta lógica a esa necesidad. Este es un álbum más pasional.
¿Qué han aprendido de los bares y la calle?
Han sido los espacios donde hemos conocido a mucha gente interesante, e incluso a personas que han sido importantes en nuestras vidas en muchos sentidos. En los bares hemos expresado no sólo el goce y el placer, sino también la rabia y el dolor. Son sitios donde se puede encontrar un abanico de emociones bastante amplio, y donde podemos coincidir un grupo variopinto de personas, que al final enriquece la experiencia de los unos y los otros. La noche como tal es un espacio tiempo fundamental en el aprendizaje y desarrollo vital de cualquier joven. A nosotros nos ha dado mucho.
El disco hace alusión a la precariedad, la falta de perspectivas laborales y económica, el difícil acceso a la vivienda. ¿Los jóvenes españoles tienen futuro?
Buf... (Silencio). Acceder a una vivienda digna a un precio asequible en consonancia con los sueldos, que permita una emancipación de la juventud, cada vez se ve más complicado. Si hay pretensión de iniciar proyectos vitales o cualquier iniciativa se complica cada vez más. Lo de la vivienda me parece un tema bastante grave. Si no se me pone remedio de forma tajante la escalada sólo puede ir a más. Me refiero a que no se solucione simplemente con ayudas y se ejerza algún tipo de control. Si la cuestión de la vivienda no cambia difícilmente habrá un futuro que merezca la pena ser vivido. No podemos estar trabajando para ser pobres y no permitirnos vivir en nuestra propia casa en un país supuestamente desarrollado y con una democracia sana en cuestión...
¿Hay razones objetivas para quemar contenedores y salir a manifestarse?
Lo de quemar contenedores no es obligatorio. Desde luego hay razones por un tubo para salir a manifestarse: el escaso acceso a la vivienda; la precarización rampante que afecta cada vez más a más estratos de la población, no sólo a los jóvenes; la falta de perspectivas de futuro; el acceso a un trabajo digno con un sueldo digno que me permita llevar una vida digna. Cada vez está todo más caro y sin embargo los sueldos parecen no subir. Sin obviar el descontento que hay con la política oficial. Los titulares están copados por escándalos y corruptelas. Razones hay de sobra para el descontento y para manifestarlo en la calle.
En Madrid nos pertenece les lanzan un beef a Carolina Durante con eso de "no digas más 'joder, no sé' / están pasando cosas en la calle". ¿Falta conciencia de clase y un buen meneo sindical en el sector musical?
Siempre es positivo estar movilizado de alguna forma. Una de las maneras es meterse en un sindicato. Hablo de sindicatos de los de verdad, que peleen por los intereses de la clase obrera, y no de los oficiales. Recientemente hemos visto un ejemplo flagrante aquí en Madrid con UGT y un edificio que tenía. Es un convento de 1600 que gracias a una recalificación se lo venderá o alquilará a una empresa hotelera en el centro de Madrid en vez de convertirlo en algo que de verdad sea útil para sus afiliados o los trabajadores. Hay que tener cierta conciencia de clase y llevarla a la práctica. Nuestro gremio es precario porque se mueve en tierras de nadie donde la regulación es poca y se dan una serie de circunstancias alegales o ilegales. No te suelen dar de alta nunca, la cotización es mínima. Es un colectivo especialmente vulnerable. Nos nos haría mal unirnos a nivel sindical. Respondiéndote a la pregunta, no, no es un beef a Carolina Durante. Salió sin pensarlo. Después si nos dimos cuenta de que tenían una canción titulada Joder, no sé. Esta canción está en las antípodas de la nuestra. Nos gustaba el verso, quedaba bien y tampoco es que la expresión se la hayan inventado ellos. Hay muy buena relación con ellos y somos colegas.
En Filósofos intempestxs critican a muerte a esas personas que se creen virólogas o vulcanólogas por momentos. ¿Las redes sociales son una ciénaga llena de imbéciles?
(Ríe). Hay de todo. Las redes sociales son un altavoz las 24 horas, siete días a la semana, que permite que se manifieste tanto lo bueno como lo malo. Hay personas que tienen la necesidad de opinar de todo sin saber de nada. La mayoría sabemos de dos o tres cosas, pero no nos permitimos el lujo de opinar de todo. Si es tu muro, haz lo que te de la gana, pero puedes quedar en evidencia y como un absoluto ignorante sin bagaje ninguno. Entre el virus y lo del volcán, las redes sociales han sido un buen contenedor de basura.
Hablan claramente de las fallas de este sistema. ¿Cómo se lucha contra el capitalismo en el día a día?
Quizá no se trata de grandes gestos, sino de comportamientos cívicos y cotidianos, de no permitir ciertas dinámicas que tienen lugar o vienen impuestas por la manera en que funciona la estructura del sistema capitalista. Muchas veces nos encontramos que vivimos capitalizando nuestras emociones, nuestros comportamientos con los demás, a diario. Es importante combatirlo. Es un gran gesto político. Tiene que ver con empezar con uno mismo y con su entorno más cercano. Un gran gesto político puede ser incluso paralizarte ante una situación. También hablo de apoyos mutuos entre nosotros.
¿Habla de apostar por la tienda del barrio y no por lo macro o pedir Amazon, por ejemplo?
Sí. Son pequeños gestos que podemos hacer cualquiera. Amazon ya te lleva la compra del supermercado a casa. Cada vez tenemos tiempo para eso porque pasamos más tiempo trabajando, buscando curro o yendo de un sitio a otro (todo relacionado íntimamente con producir). Tenemos menos tiempo para hacer pequeñas comprar, ir al mercado, seleccionar el producto. De eso se aprovecha el sistema. Esperamos al sábado a hacer una mega compra en una gran superficie, o compras directamente en internet y te lo lleven a casa. Y si no que lo dejen en el bar de abajo. Quieres a los negocios del barrio y a los vecinos para que te recojan los paquetes. Somos personas y la relación que tenemos con nuestros semejantes debería ser otra.
El título y la portada de Bremen no existe está inspirado en un cuento de los hermanos Grimm. No se sabe si los protagonistas llegaron a Bremen. Creo que va con el mensaje de vuestro trabajo, algo más esperanzador que los demás. ¿Uno debe intentar disfrutar del camino a pesar de todo?
Sí. Ahí se encuentra una de las grandes moralejas de la fábula de los hermanos Grimm. En la portada aparece pasada por el tamiz de Los Trotamúsicos, aquella serie de los 90. Este cuento demuestra que al final es más importante el camino, que siempre es buen momento para recuperar el entusiasmo, y que la unión hace la fuerza. Estos animales huyen de su granja, de sus respectivos amos, y dejen de ser útiles. Acaban conociéndose y haciéndose fuertes en lo colectivo. Ese mensaje está ahí: la unión hace la fuerza. El cuento acaba y no sabemos si finalmente llegaron a su destino. Bremen se convertía en un símbolo de ese porvenir que se nos prometía o que se suponía que iba a llegar y no lo hizo. El cuento y sus personajes nos encajaba con las letras del disco. Tenía todo el sentido utilizarlos como iconos.
Hace 10 años, en mitad de una crisis, nacía Biznaga. ¿Qué queda de aquellos chavales?
Al vivir de crisis en crisis, los grupos nacen, viven y mueren en crisis. Eso nos preguntamos en una de las canciones del nuevo trabajo y echamos la vista atrás. Recordamos aquel Madrid, aquella España, con el movimiento 15M como protagonista. Fue un momento de precariedad laboral bastante grande, aunque había cierto afán de prosperar. Salíamos mucho, pero no nos gastábamos demasiado porque no había. Gracias al 15 M los jóvenes volvieron a hablar y a acercarse a la política, que hasta ese momento era una cosa denostada. Había una desmovilización muy grande. El 15M contribuyó a poner la política en la boca de la gente joven. ¿Qué ha quedado? ¿Quiénes son los adalides de la política ahora? Muchos vivimos una situación laboral incierta. Es una pregunta que lanzamos. No somos los mismos, si acaso un poco más viejos.