Málaga

Machado definió a José Gutiérrez-Solana (Madrid, 1886-1945) como un "Goya , o lo que es igual, este antípoda de Goya". El artista "pinta con insana voluptuosidad lo vivo como lo muerto, lo muerto como lo vivo", aseguró el poeta sevillano. El Museo Carmen Thyssen de Málaga ha reunido por primera vez en España a Solana, Pancho Cossío y Francisco Bores en una soberbia exposición.

Negra es la noche muestra una España sombría, atrasada y sórdida, llena de antros y callejones lúgubres, mendigos y prostitutas. El público transitará los bajos fondos y el extrarradio madrileño a través de 34 grabados de la colección museográfica de la Universidad de Cantabria. "Reflejan un mundo hostil, oscuro, triste y decadente. Así veía el mundo Solana", explica Lourdes Moreno, directora artística del Thyssen, en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga. 

El mundo arrabalero de Madrid y su noche es captado con maestría por Solana. "Eso es lo que hemos querido explorar con la exposición. Pancho Cossío y Francisco de Bores tienen a Solana como referente. Las obras de estos dos últimos artistas evolucionan mucho (Cossío acabó siendo el pintor de la Falange y Bores trabó amistad con Matisse), pero comienzan por ahí", precisa Moreno.

El Thyssen expone seis piezas del creador y escritor madrileño. "A nivel formal es muy académico. Él no innovó en el mundo del grabado. Bores y Cossío sí", afirma. De Cossío se pueden ver ocho de las xilografías que en 1923 ilustraron el libro Hampa. Estampas de la mala vida de José del Río Pick. Bores, influenciado por el ultraísmo, traslada la visión de una España nocturna con "una línea muy aguda y agresiva, imponiendo más movimiento y modernidad que lo que hace Solana".

Este último es, según Moreno, "una rara avis en la España de ese momento" porque "está haciendo un costumbrismo sombrío cuando ya las vanguardias habían dinamitado; iconográficamente es una obra que procede del pasado, y es el más extremo". "Ellos pintan en un momento donde triunfa Juan Gris y María Blanchard, Picasso está haciendo cubismo y Duchamp presenta el urinario en la Armory Show. Ellos tres van a contracorriente", destaca.

Solana y Cela, unidos por la literatura

Camilo José Cela le llegó a dedicar su discurso de ingreso en la Real Academia Española cuando entró en 1957. "No es de extrañar. Su literatura tiene mucho que ver con Solana. Él también era escritor", hace hincapié Moreno. El prolífico autor lo describió como "un clásico en cuanto no admitió desmelenamientos de ninguna suerte de romanticismos, en cuanto procuró reflejar lo que veía con la mayor precisión, y la más exacta objetividad posibles".

"Esa actitud de Solana no fue moderna ni antigua sino matemática, dialéctica, y, desde luego, jamás caminadora por la senda florida e incierta de lo bello. Solana no admite idealizaciones y piensa que los ojos sirven para ver y no para adornar la imagen que se mira; los oídos, para oír tanto la melodía como el trueno; la boca, para gustar la miel y la guindilla", aseveró en su conferencia. 

El Carnaval

El pintor madrileño nació el 28 de enero de 1886 coincidiendo con un domingo de Carnaval, una fiesta ampliamente retratada en sus cuadros que le marcaría de por vida. "Estuvo vinculado a ella. Había una costumbre en la época de entrar en las casas disfrazados durante la festividad y atacar a sus inquilinos. A él le dio un ataque de pánico de pequeño. Le causó un trauma. Él vuelve constantemente a ese momento", relata la directora del Museo Thyssen.

-¿Qué papel ocupan las máscaras en su obra?

-Las utiliza muchísimo. No sólo para objetualizar a los personajes vivos, sino porque la máscara en él es hostil. Tiene un cierto punto ácido. Se trata de la dislocación del individuo, del individuo que ya no sabe qué es. Él jugaba a quitarle la vida a los personajes de sus cuadros. Es un objeto que tapa al ser humano. Oculta al ser humano que hay detrás. 

La vida de Solana estuvo atravesada por las desgracias a cada rato. "Él debió ser muy personaje como su familia. El padre se dedicaba a coleccionar objetos peculiares y extraños. No trabajó y vivía de las rentas. Tiene un hermano que vuelve de Estados Unidos con la cabeza perdida. Su madre también estaba mal. Parece que había algo congénito en la familia", cuenta. Así, uno de sus biógrafos le preguntó qué era para él la vida, el artista le contestó con verdadero aplomo: "¿La vida? Una puñetera mierda".

El pintor tuvo nueve hermanos, pero la mayoría acabó falleciendo. Ver con cinco años a hermana muerta metida en un ataúd no se le olvidaría nunca. El médico y ensayista Rof Carballo escribió al respecto: "Lo que Solana con complacencia pinta son, ante todo, cosas muertas, no "naturalezas muertas" como hacen otros pintores, sino cosas que aluden constantemente a la muerte; concretamente esqueletos de hombre o cosas abandonadas, rechazadas. Y, entre los esqueletos, a la propia muerte que es, no lo perdamos de vista, su primer modelo femenino".

Sus influencias

Entre sus mayores influencias están Francisco de Goya, Leonardo Alenza, Eugenio Lucas e Ignacio Zuloaga. "Solana bebe muchísimo de Goya. Hay toda una trayectoria española de pintura oscura y de temática sobre la muerte y el mundo hostil. Así lo veía Solana, marcado por la muerte. Se recrea y ahonda en eso", explica la gestora cultural.

Su visión del arte, heredada de la Generación del 98 (Unamuno, Gómez de la Serna, que fue su primer biógrafo), es una visión "absolutamente antigua y decadente"; y "rompedora porque nadie estaba haciendo eso". "Retrata esa sociedad de la época oscura y decadente, la España atrasada del momento. Él juega a acentuarla. Sin olvidar que hay una simbiosis increíble entre su obra y su biografía", insiste la historiadora del arte.

Para Moreno, Solana es "una especie de síndrome de Asperger o alguien muy misógino". "Él decía que prefería a las sirvientas porque eran más listas y más discretas. Él no quería una relación seria, sino mujeres que él pudiera dominar. Él siempre estuvo soltero. Tenía una visión del mundo retrógrada. También lo es Zuloaga, Sorolla y Julio Romero de Torres. Aunque parezca sorprendente", reconoce.

"No lo debemos juzgar desde el punto de vista actual. Hablamos de los años 20 del siglo pasado. Decir que él era machista... La sociedad de la época lo era", insiste. El pintor retrata a las mujeres como objetos y maniquíes inanimados. "Él a la mujer la quería muerta en sus cuadros porque tenía una fuerte fijación con la muerte. No presenta a una mujer viva ni en su autorretato", aclara.

El artista representa a la perfección ese mundo en los márgenes llenos de chulos, prostitutas y gente paupérrima con los ojos desorbitados, oscuros, turbios y canallas. "Él ha visto toda la maldad del ser humano y la ha plasmado en sus cuadros", reitera Moreno mientras cita varias obras del autor como La tertulia del Café de Pombo en donde se reunían. "No tenía ventanas. Luego acabó siendo un prostíbulo. Es un cuadro fabuloso. Los protagonistas están detenidos en el tiempo. Son seres sin vida que han sido objetualizados. Está en el Reina Sofía", precisa.

Los autómatas donde plasma un grupo de ciudadanos de un pueblo. "Les quita la vida. Es como si le succionara la vitalidad y los representa como un friso de personajes muertos. No hay movimiento, están estáticos", detalla. 

Sus últimos días, cuenta Nacho Ruiz en el libro José Gutiérrez Solana. Contra la vanguardia, "son de enfermo enclaustrado en un hospital". "Le escribe a su amigo, el doctor Marañón, que excusa su asistencia. Su última exposición se celebró en la madrileña Galería Estilo. Ya está muy débil", recuerda.

Es una emocional despedida, Rafael Flórez, su tercer biógrafo escribe: "Su cuerpo es conducido por sus amigos desde el Sanatorio hasta su piso del Paseo de María Cristina, cuya barriada está viviendo el aquelarre de la inmediata verbena de San Juan que se celebra en el Paseo de Atocha. Solanesco cuadro todo ello que recibe el último retoque ambiental con el entierro en el que destaca la escena de un conserje galoneado portando un cojín con el reconocimiento oficial a título póstumo que significaba la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de aquel año".

Así lo cuenta Cela en un texto aparecido en el volumen de Ruiz: "Se nos fue bajo este mundo el día de San Juan de 1945, también domingo, mientras las amargas y repintadas máquinas de la verbena enmudecían de respeto -quítese usted el sombrero, que pasa un entierro- y de estupor -¡y también de ocurrencia!, ¡mire usted meter un cadáver en la verbena!- y de resignación -¿y por dónde quería usted que lo sacasen, tío sabelotodo, si murió en esa casa de ahí enfrente?". 

Entre las historias más truculentas, Moreno cita la de su perro Clavel: "Este ladraba a todo aquel que pasaba. Un chico que repartía prensa le metió el bastón por la puerta y le sacó un ojo". Además, coleccionaba objetos peculiares y muchas máscaras terroríficas. "Se dice que tenía un feto en formol, aunque eso nunca se demostró. E imagínate a su madre chillando enloquecida al fondo", relata Moreno. 

Sus cuadros y sus escasas pertenencias pasaron a manos de la criada de la casa. Al domingo siguiente de morir, la mujer lo llevó todo al rastro de Madrid y lo malvendió por cuatro perras. Aquel aficionado al toreo que llegó a saltar al ruedo, bebía mucho (decía que veía enanitos en su casa) y apenas tenía familia se asomó al abismo y vio algo en él que le llegó a repeler pero también atraer. Un abismo oscuro que ahora se descubre en el Museo Thyssen de Málaga hasta el 15 de septiembre.

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