Una de las grandes coreógrafas de nuestro país es María Pagés (Sevilla, 1963). La bailarina ha sido reconocida recientemente con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022, galardón que comparte con la cantaora Carmen Linares. La artista siente la danza como algo "innato" y basta con verla encima de un escenario para hacerse una idea de su monumental talento.
Pagés reflexiona sobre el otro como extensión del deseo y no como enemigo en su Paraíso de los negros, espectáculo cuyo estreno tendrá lugar este finde semana en Málaga. La sevillana, apoyada en los excepcionales textos del poeta Arbi El Harti e inspirada por Poeta en Nueva York de Lorca, profundizará en las fronteras y sus limitaciones y el principio lorquiano de libertad en el Teatro del Soho.
Es imposible no empezar la entrevista felicitándole por el Premio Princesa de Asturias de las Artes. ¡Enhorabuena!
Gracias. Son momentos muy intensos. El estreno de De Sheherazade coincidió con el premio y con el Centro Coreográfico a tope de trabajo. Hemos hecho muchas actividades y estamos de gira todo el verano. Ahora me he venido a Sevilla porque se ha caído mi madre. Son momentos muy complicados también. Hay de todo, hija (ríe). La vida...
¿Cuál ha sido el mayor regalo que le ha brindado esta profesión?
La oportunidad de poderme dedicar a lo que me gusta. Es un privilegio poder dedicarme a ello y desarrollarme como artista. A nivel personal, valoro muchísimo poder trabajar con mi pareja creativa y de vida (el poeta y dramaturgo Larbi El-Harti). Tenemos un proyecto común muy bonito. Son cosas maravillosas que te aportan muchísimo como ser humano. Me dedico a una de las profesiones más bellas del mundo, y no siempre se tienen oportunidades.
¿Cómo se hace para tener durante más de 30 años una compañía, montar espectáculos con 20 personas y no morir en el intento?
(Ríe). Es muy complicado, pero los artistas tenemos una grandísima experiencia en superar dificultades. Nos dedicamos a la danza flamenca. Son dos mundos donde hay mucha precariedad, dificultades y vocación. Entonces estamos acostumbrados a superar crisis. Eso te hace ser de una materia resistente. No hablo sólo por mí, sino por todos mis compañeros.
Presenta Paraíso de los negros en el Teatro del Soho. Es una obra sobre la perpetua búsqueda de felicidad. ¿Está disfrutando usted de su viaje?
Estoy aprendiendo a disfrutar. Se trata de un aprendizaje. He sido educada en la disciplina del esfuerzo donde el disfrute también está en eso. El disfrute no sólo está en no hacer nada y en el ocio, sino también en el esfuerzo y en las metas conseguidas. El disfrute es una cosa muy complicada de explicar. Ahora disfruto de esas pequeñas cosas como los momentos previos a que se levante el telón, las pausas cortas y la salud cuando se tiene. Son grandes y pequeñas cosas de las que tienes que aprender a disfrutar. Estoy en eso a pesar de que cumplo ya 59 años en una semana. En esta vida no se para de aprender.
Bueno, 59 años muy bien llevados. Quien llegara a su edad zapateando con esa velocidad.
(Ríe). El impulso de la vida es la motivación y la curiosidad. Creo que vivimos en un mundo donde se asocia lo joven a lo bueno, a lo positivo. Estamos inmersos en esta dinámica. El estar bien o tener entusiasmo por la vida no debería depender tanto de la edad. Con los años te cansas y todo se agota. Ahora estoy viendo a mi padre con 91 años. Está cansada. Su físico no responde, pero tiene una cabeza lúcida como pocas. Siempre está con esa cosa de "me voy a poner mejor". No depende de la edad, sino de la persona. Tenemos que dejar de asociar lo joven con el impulso.
Usted se va a morir con los zapatos de baile puestos...
Lo de la retirada está decidido. No voy a seguir más de dos años con este tren de vida porque no puede ser. No puedo decir que sí a todo. Hay muchas oportunidades fuera del escenario, además de una vida que disfrutar y explorar. Esta intensidad que te aportan las giras y el modo frenético de afrontar producciones... Debemos seguir otro ritmo que acompañe a la edad. En esas estamos. Lo vivimos Larbi y yo como pareja y como proyecto de vida. Queremos dedicarnos al Centro Coreográfico a tiempo completo. Sabemos que podemos aportar mucho a la escena. Los proyectos creativos serán puntuales y medidos en función de nuestro tiempo y nuestro interés.
Hablando de disfrutar de la vida, su espectáculo habla de violencia y de cadenas. ¿Es el móvil el gran ejercicio de esclavitud de nuestro tiempo?
Por supuesto. El móvil acapara el tiempo y la dedicación de los seres humanos. Te permite descubrir cosas al momento, a un clic. Es algo fácil, que tienes a la mano. Sin embargo, hay muchísima dependencia. Estos días lo hablaba con una amiga. Su hija con 11 años no para con el móvil. Es un problema porque caemos en la pasividad y en la comodidad. Los seres humanos por naturaleza deben vivir las posibilidades de acción de otra manera. Hay una tendencia a la pasividad del cuerpo y de la mente, de que te lo den todo hecho, de quedarte parada. Es un enorme peligro. El móvil es un secuestro físico, mental y emocional. Es tremendo. Tenemos que intentar no caer en esa trampa. Es un peligro.
Para usted, el flamenco es un eco que une culturas, razas y religiones. ¿Qué opina de los discursos de ultraderecha en contra de los migrantes?
Estamos cerrando un ciclo y no sabemos a lo que nos llevará. Todos deberíamos asumir responsabilidades y actuar. La democracia está cansada. Los autoritarismos y los populismos están invadiendo y apoderándose de la sociedad española. Estamos viviendo un final de ciclo. No se puede asumir la democracia como una cosa ya dada que puede vivir por sí misma. Cuando no. Hay que cuidarla, alimentarla. La democracia es un actor de amor. La tienes que seguir cultivando. Lo dejas de tener cuando lo descuidas, no lo mimas o no estás alerta ante los peligros.
En mitad de todo este barullo hay muchas mujeres poderosas. Así lo deja claro en su último montaje.
Es una bomba. Este espectáculo habla de cómo somos las mujeres. No sólo somos femeninas, frágiles o estéticamente bellas. Somos mujeres fuertes con inseguridades y mucho empuje. No paramos de parir, de transmitir valores, de educar y de empujar este mundo.
¿El flamenco siempre estará en constante movimiento, rejuveneciéndose?
El flamenco es imparable y tremendamente contemporáneo. No para de evolucionar. Está en constante movimiento, sí. Es una suerte que sea mi modo de expresarme. Tiene infinitas posibilidades.
Esta música fue reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero el sector sigue regular. La cultura no se valora en este país.
Uno de los objetivos del Centro Coreográfico es agitar. Llegamos hasta donde llegamos. Sabemos cómo encontrar soluciones, pero no podemos hacerlo sin medios. Hay una necesidad clamorosa de recursos. Son necesarios y fundamentales. Sin ellos no salen las cosas. Tampoco hay una voluntad política decidida por parte de las instituciones de apoyar la cultura. Sin olvidar la precariedad. También falta educación y reconocimiento institucional. La cultura es parte inherente del ser humano. Es lo que nos define. Hay que cuidarla. Parece que la cultura es algo accesorio.
El rey Felipe VI, la reina Letizia y sus hijas fueron a ver su nuevo espectáculo. ¿Usted es más de república o monarquía?
Ahora hay que cuidar lo que tenemos. El ser humano va más allá de las cuestiones políticas. Este sistema que tenemos debemos cuidarlo. Conviene que estemos unidos para cuidar lo que tenemos, que en cierta manera es lo que hemos elegido en una sociedad democrática. Las grandes revoluciones se hacen cuando todos estamos unidos. Si queremos hacer la revolución debemos estar unidos. Y si no queremos también y cuidar lo que tenemos.
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