Agustín Fernández Mallo quiere dejar claro que él no es apocalíptico, ni cree que el mundo se vaya a acabar nunca. Sí plantea en su obra El libro de todos los amores —que presenta este jueves a las 18:30 horas en el CAC de la mano de la Fundación Rafael Pérez Estrada, en Málaga— un final del amor tal y como lo conocemos, pero para fundar uno nuevo de la mano de una pareja de viaje en Venecia. "Toda sociedad ha ficcionado su propio apocalipsis, forma parte de la antropología humana soñar su propio fin", dice. En este caso, se trata más de un fin de era que de todo el planeta.
En una entrevista telefónica con EL ESPAÑOL de Málaga, el físico y escritor explica que su trasvase fundamental ha sido desde el campo científico al de la literatura y no al revés: usa la física como metáfora para hablar de sentimientos o hechos concretos. Así, con una aproximación heterogénea desde el ensayo, la novela y el liricismo, Fernández Mallo se acerca en esta obra al gran sentimiento universal.
La conversación comienza con una confesión del entrevistador: es su primera charla con alguien que aparece en los manuales de Literatura de Bachillerato.
¿La consciencia de estar en los libros de texto altera en algo tu literatura?
No creo. Si la altera, no es de forma consciente. Yo siempre veo eso como una película en la cual veo pasar gente, pero no me veo muy incluido nunca. Es un mecanismo de separación para poder seguir trabajando y evolucionando. Si te quedas anclado en que sales aquí o allá, está bien recrearse un poco, pero eso te impide evolucionar. Desde Proyecto Nocilla, que está traducido a nueve idiomas pero tiene ya quince años, a El libro de todos los amores, hay una evolución muy grande en muchas facetas, en formas de abordar la literatura, aunque siga siendo yo. Es una evolución que no podría haber ocurrido si me hubiera quedado pensando si salgo en los libros de texto o no.
En El libro de todos los amores, se van desgranando distintos tipos de amores o microamores. ¿Cuántos de ellos son vividos, cuántos observados o escuchados, cuántos leídos...? ¿O forman todos partes de un único gran amor?
Todos son parte del gran amor que es vivir intentando comprender el mundo. Se habla del amor en un sentido amplio en el libro, y eso solo puede partir de una mirada curiosa y un tanto ingenua en el buen sentido de la palabra, con una mirada oblicua para ver qué parte de empatía o de emoción puede haber en cualquier cosa que nos encontremos a lo largo del día con tal de saber mirarla de una determinada manera. Es una de las cosas que, entre otras muchas, el libro intenta decirnos. En realidad, estar enamorado —tanto de personas como de objetos o ideas— es un poco dejar que esa persona te meta en su cabeza y juegue contigo, y viceversa. Es un juego permitido, y eso forma parte importante del enamoramiento, porque forma parte de abrirte a alguien sin miedo y sin prejuicio. Yo creo que eso está en cada uno de los microamores que se plantean; aunque sea el amor que desprende el dinero, o una transacción bancaria, o el amor que desprende un pelo que te encuentras en el suelo de la habitación... Es un poco darle la vuelta al término "amor", pero también ampliarlo a todos los lugares.
¿Hubo vértigo a la hora de acercarse al gran sentimiento, irracional mayoritariamente y muchas veces inexplicable, mediante las palabras?
Existía. Hasta que no di con la manera de abordarlo: precisamente, haciendo ese microamores como un Pantone de colores, pero que clasifica los amores. Hasta que di con esto, no sabía ni cómo abordarlo. Sabía que quería hacerlo; pero, como es un tema tan universal y tan amplio, parece que, hagas lo que hagas, haces el ridículo, que no va a salir bien.
Luego fue cuando se cruzó la trama más novelística de los dos protagonistas que viajan a Venecia. Cuando ya tenía escritas bastantes de estas piezas medio ensayísticas, medio líricas, de los amores, apareció el tema de estas personas que llegan a Venecia y no saben que les están enviando señales de que existirá un fin del mundo y ellos son los elegidos para sobrevivir.
Hay en el texto varias analogías entre la ciudad y el amor. Escribes cómo un amor que se deja se convierte en una ciudad abandonada, y leyéndolo veía la asociación con esa ciudad llevada al límite por la turistificación y la decadencia civilizatoria que es Venecia. ¿Es una conexión intencional?
Con lo primero, estoy de acuerdo. Cuando planteo una pareja que se rompe como una ciudad abandonada que ya nadie volverá a pisar jamás y sin embargo existe y vaga solitaria, esa es una idea que me parece muy potente en el sentido metafórico y me parece muy impresionante pensar así: esa idea de que, en realidad, toda separación de una pareja es una especie de crimen o asesinato de algo que solo ellos habían construido y podían ver, que ya nadie más va a poder ver.
Eso sí que quizás tiene algo que ver con la idea de plantear Venecia como una ciudad que, en el libro, se va vaciando de amor, también de personas. De ahí, esas grandes bolsas de aire o de nada que aparecen en la ciudad, en las que las personas se meten y dejan de sentir o se quedan ciegos. Es una especie de metáfora de, vamos a decirlo así, que la falta de amor en el mundo está borrando los sentidos y las ciudades. La gente, cuando llega ahí, ya no puede sentir nada.
La segunda parte, del turismo, es cierto; pero yo no pensaba tanto en eso. Me interesaba plantear también cómo el capitalismo ha planteado nuevas formas de amor, que van mucho más allá, son diferentes o amplían la idea del amor clásico, cortés o romántico. El amor está muy mercantilizado hoy por hoy. Venecia me venía bien no tanto por el turismo, sino por algo histórico: es la ciudad en la que, de algún modo, se inventó el capitalismo. Es la primera ciudad donde se firmó un cheque bancario, en Venecia se inventó la reproducción en cadena para fabricar barcos para el comercio, y fue el primer gran estado comercial.
Una tercera razón es que Venecia es, por antonomasia, la ciudad del amor; pero yo quería darle una vuelta o verla desde otro lugar, no tanto una ciudad romantizada. Eso también era un reto para mí: plantear el fin del amor en una ciudad que por antonomasia es la ciudad del amor romántico en todas las películas. Tuvo que ver con eso.
Otra idea que creo que sobrevuela es la de la evolución de un amor tradicionalmente más rígido, o más estructurado si se quiere, por un amor contemporáneo más relativo, más poroso, quizás más complejo... Y ha habido últimamente mucha crítica a ese nuevo amor casi como una trampa del capital, que te crea una necesidad de encontrar muchas más opciones de consumo.
Eso está en el libro. No exactamente como una denuncia de nada, mi literatura no es de tesis sociológica de posicionamiento de denuncia. Descreo de ese tipo de literatura en general. Más bien, intento exponer una dinámica de las que veo; y qué duda cabe que una de las dinámicas que expone el libro es cómo el capitalismo ha conseguido entrar en las emociones a través de la mercatilización y, de algún modo, hacernos creer que vivimos en un tiempo del amor más libre que nunca... Cuando en realidad es el amor por lo menos más sujeto que nunca a los designios del mercado y la compraventa, a través de productos o plataformas de contacto. Se escoge como un producto de un supermercado y, por supuesto, el capitalismo extrae réditos. Si no, el capitalismo no nos lo daría gratis o aparentemente gratis. Y eso está ahí.
Pero también está otro tipo de cuestiones: cómo han aparecido amores que antes no estaban contemplados, como el así llamado hoy día poliamor... o cómo el poliamor a lo mejor no es más que una versión contemporánea de lo que en los años '60 o '70 se llamaba "amor libre". Hay toda una serie de cuestiones que también se plantean a través de las modas y los mercados.