El frío y Juan Gómez Jurado (Madrid, 1977) han llegado a Málaga el mismo día. El primero de los fenómenos aparece por la Costa del Sol para traer el otoño. El segundo, para presentar Todo arde, su último libro. Un thriller en el que relata la historia de tres mujeres que lo han perdido todo. Hasta el miedo. Desprovistas de nada a lo que aferrarse, enfilan un camino hacia el abismo que las convierte en personas peligrosas, conscientes de que esos temores ya no son impedimento para cambiar un destino marcado por la tragedia.
La voz de Gómez Jurado hace pensar que uno está viviendo la grabación de Todopoderosos. Sin embargo, más allá del pódcast, este autor tiene a sus espaldas una mochila cargada con 2.500.000 de ejemplares. Concretamente los mismos que lleva vendidos. Cualquiera podría pensar que la fama pesa, pero durante la conversación con EL ESPAÑOL de Málaga no para de agradecer el cariño con el que los lectores le reciben en cada firma. Las gafas de sol no consiguen ocultar la ilusión que le mantiene joven.
El caos, la rabia, las carencias afectivas, los dilemas morales que marcan el día a días... En las obras de Juan hay sitio para todo. Desde la cultura pop hasta, como no, el humor. ¿Qué preferirá? ¿Un vegano o un francés?
Lleva siete semanas de gira. ¿Al final uno acaba sintiéndose un poco como un Rolling Stone de la literatura?
No, que va, que va. Es imposible la comparación. Lo que sí estoy es muy agradecido de poder estar con todos los lectores y, de alguna forma, devolver parte de la ilusión y alegría que me transmiten. Al final, te das cuenta de que toda la gente que viene a la firma de libros se va a su casa contenta, con algo que no es solo para ellos; también para un regalo de Navidad, un amigo invisible… Han estado esperando mucho rato para poder llevarse ese trocito de ilusión a casa. Mis padres me enseñaron que, cada vez que estás con una persona, estás con ella. No es un número, es un ser humano y así intento tratar a la gente. Sobre todo ahora que ellos no están; es una forma de mantener lo que me enseñaron.
En Todo arde se plantea un dilema de difícil respuesta ¿Hasta qué punto se puede hacer arder todo cuando hay hijos de por medio o un honor que salvar?
Es una visión muy inteligente. Hay algo de todo eso. Es el quid de la cuestión. Aura Reyes no deja de ser un chivo expiatorio a la que han acusado de un crimen que no ha cometido. Ella toma la decisión de enfrentarse a un dilema: aceptar un destino que otros le han impuesto o hacer algo al respecto. Escoge lo que ninguno nos atreveríamos a hacer. Lucha, da la cara y confía en que las cosas no son como nos dicen que tienen que ser.
Las tres protagonistas de su libro tienen una realidad socioeconómica muy diferente. Sin embargo, están unidas por un mismo hilo conductor: la tragedia. ¿Se trata de algo innato al ser humano?
Exactamente así. Cuando Eurípides, Sófocles… Cualquiera de los dramaturgos clásicos decían “este es tu destino, tienes que aceptarlo”, estaban mucho menos equipados para pelear. Es un equilibrio complejo entre la capacidad de decir que no vas a aceptar el destino que se te ha impuesto y unas fuerzas gigantescas contra las que te tienes que oponer si quieres mantener la honradez. O en el caso de Aura, algo tan sencillo como mantener la custodia de las niñas porque va a entrar en prisión. Con Mari Paz pasa realmente lo mismo; se había rendido.
El miedo está muy presente. Aura Reyes pasa de temer un impago de la hipoteca o unos resultados negativos de una mamografía a entrar en prisión por algo que no ha hecho.
El miedo, la rabia y el caos. Las tres emociones que tienen las tres protagonistas. La única manera de lidiar con emociones tan poderosas es a través del sentido del humor, muy presente en mis libros. Si nos centramos solo en el miedo…, ¿quién no tiene miedo hoy en día? Después de lo que hemos vivido como sociedad, de lo que sucede a nuestro alrededor… La persona que no tenga miedo, es una inconsciente.
Esa lucha contra el miedo se plantea en la contraportada en unos términos que pueden recordar a los versos de la Internacional (el miedo va a cambiar de bando...).
Dudo mucho que Aura Reyes fuera demasiado fan de la internacional, pero sí que tiene una revelación a lo largo del libro, que no quiero desvelar, pero tiene que ver con la posibilidad de aceptar el miedo como una realidad, como algo que puede sucederle a cualquiera. A todo el mundo se le puede acabar la plácida existencia que cree vivir en cualquier momento. Un leve vaivén del destino puede hacer cambiar las cosas.
En un momento crucial de la historia, ella pronuncia la frase "no puedo juzgarte ni voy a hacerlo”. Cuando alguien está en una situación de peligro, ¿ese sentimiento de bondad nace como algo natural o como una herramienta para conseguir lo que necesita?
En esa escena, hay un choque de trenes entre lo filosófico y lo práctico que tiene que ver con cómo he escrito este libro y cómo eran las circunstancias. Pese a que es un thriller, esta obra es algo diferente por la luminosidad permanente a lo largo de la historia. Lo que le sucede a nuestras protagonistas, posiblemente, sea de lo más terrible que le haya podido pasar a alguno de mis personajes en publicaciones anteriores. Sin embargo, hay una luz de optimismo y sentido de alegría y de vivir que a lo mejor no tenía en otros. ¿Por qué ha pasado así? No lo sé, simplemente me lo estaba pidiendo la historia.
¿Cuáles son esas circunstancias?
Las mismas que viviste tú. Una pandemia mundial, la guerra, la creciente presencia de las mentiras del desgobierno y la estupidez de las personas que se supone que tienen que representarnos… ¡Cómo no vamos a tener miedo! ¡Cómo no vamos a sentir pesimismo ante todo! Y sobre todo incertidumbre, el mayor de los pesos que uno puede tener encima del corazón. Eso también lo viven ellas, aunque sublimado a través de la ficción.
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En un momento de la historia, presentando a uno de los personajes, escribe: “Montó su propio restaurante vegano; no todo iba a ser perfecto”.
Claro.
¿Qué es peor, ser vegano o francés?
Ehhh… Probablemente, de las dos posibilidades, lo peor sea la suma de ambas.
Un francés vegano.
Un francés vegano.
¿Y un vegano afrancesado?
Me lo estás poniendo muy difícil… No, no. No me pongas una pistola en la cabeza.
Es capaz de combinar los axiomas clásicos de la tragedia griega y al mismo tiempo incluir versos de una canción de reggaeton: “Tú me dejaste caer, pero ella me levantó”. ¿Cómo hace para encajar esos elementos pop?
La cultura popular es imprescindible en mis historias, de la misma forma que mis pensamientos más profundos están jugando en la misma liga. Hay una cita de Nietzsche y de pronto, en muchos párrafos, te encuentras La Anábasis de Jenofonte y una cita de Quevedo.
¿El malo?
Según a quién le preguntes (ríe).
Era una broma. Yo también he bailado Quédate como si no hubiera un mañana.
Tiene que ver con eso. La percepción del mundo se construye desde una miríada de perspectivas distintas. El hecho de no negar la cultura popular es muy importante para mí. Cuando grabamos Todopoderosos, dedicamos un espacio a Shakespeare y otro a Batman. Y no pasa nada. Al final, el espíritu se construye basándonos en las relaciones que establecemos con los amigos que nos encontramos por el camino. ¿Por qué El regreso del caballero oscuro va a ser menos importante para mí que Hamlet o Mucho ruido y pocas nueces? Me niego a aceptar eso. Es la manera que tengo de ver el mundo. Si preguntas a Harold Bloom, que en paz descanse, probablemente te diría que no pueden estar a la misma altura. En mi cabeza, sí.
En Todo arde se aprecia un despliegue de diferentes formatos; incluso llega a recurrir a una especie de guion de cine para contar qué sucede. ¿Es una declaración de intenciones pensando en el futuro?
No, qué va. No tiene que ver. Es un recurso literario más. Si nos ponemos al frente de una de las obras capitales de la literatura occidental, como es Ulises de Joyce, vamos viendo que el viaje de Molly Bloom está fragmentado, recurriendo a todas las posibles técnicas literarias de las que disponía Joyce. Si tienes un diálogo, un monólogo interior, un narrador omnisciente, una primera persona, incluso creo recordar que hasta utiliza una segunda persona, sí es una necesidad de ruptura.
Yo veo esta historia contada desde todas las perspectivas posibles utilizando todas las técnicas de las que dispongo. Sin ningún tipo de afán de comparación, pero cuando veo que necesito contar una escena que se asemeje a un guion cinematográfico porque creo que no hay ninguna manera mejor de hacerlo, lo hago. La estructura, el formato, es una manera de vehicular el mensaje para que el lenguaje se convierta en el menor obstáculo.
Esto no es un guion de verdad, que es una herramienta. Está literaturizado hasta el extremo. De hecho, hay instrucciones a dirección que si cualquier director lo viera te diría: “No, esto no me lo puedes enseñar así porque el que decide cómo tiene que moverse la cámara soy yo".
Banqueros, señalamientos y escarnio público… Parece una España a caballo entre la de 2011 y la actual.
Me parece bien que lo veas así. No tengo muy claro lo que pretendía hacer, pero sí sé que soy hijo de mi tiempo. Cuando escribo, no poseo intención alguna. Me dejo llevar por lo que la historia está pidiendo en cada instante. Muchas veces, cuando me encuentro con vosotros o los lectores, es cuando veo cosas que antes no había visto. Es hermoso que te hayas dado cuenta de esto; no sé por qué lo hice así, pero sí te puedo decir que alguien que escribe está haciendo solo la mitad del trabajo. La otra parte, y ese es nuestro gran secreto, se está produciendo en la cabeza del lector. El acto cultural se cierra cuando se lee un libro.
Otra frase para enmarcar, en este caso un diálogo: "Ya le he dicho que puedes buscar un sustituto", comenta una de las protagonistas a una de las niñas, a lo que le responde: “Nadie puede sustituir a papá”.
Sí, es así. Tampoco es ningún secreto que tengo muchos huecos dentro de mi afectividad. Al final eso se acaba filtrando en las historias. Tengo una enorme simpatía por las personas que han perdido cosas y por aquellas que ni siquiera han llegado a conocer esos afectos que son tan importantes en la vida.
Su personaje dice que odia el lenguaje inclusivo. En parte, es también lo que usted hace con sus protagonistas. Huye de estereotipos y cada una alcanza trascendencia por sí misma.
Me gusta mucho que hayas visto eso.
¿Y usted cómo lo ve?
La respuesta es: me encanta que hayas visto el libro de esa forma. ¿Sabes? Me preguntan mucho que cómo lo hago para retratar tan bien a las mujeres, pero nunca me preguntan que cómo lo hago para retratar tan bien a los asesinos.
No será la primera vez que alguien le dice que se ha aficionado a leer por sus obras. ¿Son este tipo de obras las que han de marcar el camino para acercar la literatura a los que todavía no la han descubierto?
Cada vez que respondo afirmativamente, que es obviamente lo que pienso, recibo hate en redes sociales de manera salvaje. Siempre hay una persona que cree que porque leyó la Celestina con 12 años, o el Quijote con 14, también lo tiene que hacer el resto del mundo. La realidad funciona y transita por sus propios caminos. No todos los niños son iguales, pero las necesidades se parecen bastante. Como sociedad, siempre he creído que nuestro mayor reto era crear la mayor cantidad de adultos empáticos e inteligentes posibles.
Obviamente, siendo yo escritor, me parece que la forma de hacerlo es a través de la lectura. ¿Cuál es el camino para conseguir que los niños se enganchen a ella? Yo no lo sé, pero sí sé que sigue siendo una enorme alegría ver a un niño de nueve años con un libro de Amanda Black, porque veo que hay esperanza. Ves sus caritas ilusionadas cuando te cuentan lo que han sentido.
Pero ayer en Sevilla estuve con un señor que trabajaba en un empleo manual. Al darle la mano lo noté. Había tenido muchas menos oportunidades en la vida, pero por insistencia de la hija comenzó a leer en la pandemia; estaba muy aburrido y ella le dio Reina Roja. Se leyó ese libro, se leyó otros míos y luego de distintos autores. Me dio las gracias porque si no hubiera sido por los libros, no hubiera descubierto a los 52 que le gusta muchísimo leer. Solo puedo sentir agradecimiento.