En el bar La Apañá del malagueño barrio de El Palo, le llaman "alcalde". A Antonio Muñoz Romero, más conocido como Nono y artísticamente como N-One, se le puede encontrar improvisando en cualquier rincón del barrio, de día y de noche. Saluda a los viejos, charla con los músicos callejeros, abraza a unos y otros. Fue camarero, fue mozo de almacén, es educador social, y siempre ha sido rapero.
Este viernes toca en concierto en la Sala Trinchera junto con su colectivo, Notas de Sótano: "Para nosotros, que empezamos a rapear ahí abajo, La Trinchera es el Camp Nou. Estamos flipando. Es donde he visto a mis ídolos", explica en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga en la que repasa su trayectoria y propuesta musical.
En su canción Let me fly, afirma estar "harto de ver poetas mantelando mesas" y "artistas haciendo mezclas" en la obra. Él mismo ha estado trabajando en uno de los más célebres chiringuitos de El Palo desde los 17 años para intentar sufragarse su carrera musical, y efectivamente recuerda haber visto a un amigo poeta en la hostelería y otro músico en la construcción. El Palo, concede, tiene mucho talento pero no tantas oportunidades.
"Si no fuese por la música, yo creo que sería un ruina, una cabeza desbocada. La música siempre me ha dado un motivo", afirma N-One. Desde la primaria, su relación con el rap fue "muy pura" y, al escuchar a referentes como SFDK o Gordo Master, sintió que podía rimar él también: "Siempre he sido muy nervioso y hablador, muy hiperactivo. Rapear es una forma bonita y entretenida de expresarme que he entrenado casi sin saberlo, porque me lo pasaba bien".
Improvisa por todas partes; en el almacén, en el bar, en la calle. Considera que sus canciones son continuaciones de eso, "un freestyle escrito" en el que habla de lo que ve a diario, como esos artistas y amigos en la hostelería y la obra. Lee libros de filosofía y el periódico; disfruta especialmente el rap estadounidense de los años '80 y '90 y del legendario MC venezolano Canserbero. Pero no está ahí su principal inspiración.
"El Palo para mí es mi vida. Me cuesta ir al Centro, yo aquí soy más feliz que nada (...) Todo avanza y aquí siempre hay historias. Con el tiempo que tenemos, llevamos una vida de bares. Los bares son pura calle y ahí te enteras tú de todo lo que pasa", señala: "Si estuvieran todos los bares cerrados y una valla en el paseo marítimo, pues lo mismo El Palo no me inspiraría. Pero yo creo que siempre me va a inspirar".
De hecho, uno de los tres sencillos ya lanzados de su nuevo disco, Desencadenado, está dedicado a su barrio. La gente de la zona, "muy arraigada", se lo agradece e incluso se lo ha reconocido al verlo por la calle o en algún restaurante: "Me ha escrito mucha gente que ha llorado con el tema de El Palo y se lo sabe". Sus compañeros del chiringuito incluso le enviaron un vídeo todos juntos cantando el tema.
No obstante, su trabajo como educador social le lleva diariamente más allá de su barrio: "Yo trabajo día a día con niños de La Palmilla, de La Corta, de Los Asperones, y veo las realidades de allí". Él apuesta por contar "historias del día a día de una realidad social baja, de estar sin un duro y tener que trabajar quince horas para tener un plato de comida".
Sus inicios musicales fueron justamente un rap-conciencia muy reivindicativo al que ahora está sumando más "musicalidad", según lo define, que ha alcanzado tras una etapa vital en Barcelona: "Allí estaba desencadenado e hice de todo lo que se puede hacer. Me faltó recibir un tiro".
Rapeó en el metro, en los micros abiertos repartidos por la ciudad condal y hasta en la semana cultural de la cárcel. Fueron especialmente relevantes las sesiones de improvisación que formaba con músicos de todas partes del mundo que subía a la tarima: "Allí no conocí raperos. Conocí rockeros, gente que canta jazz, súper místico y espiritual. Yo iba con el freestyle, también con el acentillo, y era diferente".
Volvió en verano de 2022 y se puso manos a la obra a grabar todo lo que había escrito durante sus meses en la capital catalana. El resultado es Desencadenado, cuyo título homenajea tanto a la película de Quentin Tarantino como a su propio sentimiento de liberación en Barcelona. La publicación del álbum está programada para finales de la primavera y, para realizarlo, ha apostado por sonidos lo más orgánicos posibles; incluidas ritmos traperos, estribillos de reggae o un tema orquestal con una violinista y un pianista.
"Detrás del disco hay quince personas aparte de mí. Eso es bonito, estoy involucrando a mucha gente. Y yo vengo de rapear en la calle toda mi vida", defiende. Para él, con algunas miles de visitas en sus canciones en Youtube, está "en la mejor etapa" de su vida "con diferencia" respecto a la música.
"Yo soy muy cabeza loca. Solo veo el ahora. Con los medios que tenga, voy a hacer mi música porque me encanta, y que llegue a donde tenga que llegar. Solo tengo claro que no voy a parar de hacer música. Yo improviso y soy del Atleti, así que partido a partido", afirma Nono.
Tras dedicar su trabajo fin de máster al hip hop como forma de educación, pide más micros abiertos en Málaga y que no se multe al músico callejero, agradece a toda la gente que le apoya y expresa su deseo de cantar "en todos los lados que pueda, en la calle o en un escenario". Por lo pronto, la cita es este viernes en La Trinchera y a finales de la primavera con Desencadenado.
No parece poco para este excamarero adolescente —"Me he pegado dos años... Trabajaba trece horas al día y descansaba un día cada dos semanas. Era una barbaridad"— y ex mozo de almacén —"Con la espalda destrozada y un sueldo que no está muy ahí"— que va con su propia motillo repartiendo las decenas de camisetas de merchandising que ha vendido.
Tiene tatuado el código postal de El Palo, 29018, en el tríceps; y un ancla de la Virgen del Carmen, entre el que se entrelazan unos cascos y un micrófono, en el muslo. "El camino ha sido durísimo, pero me ha encantado", resume.