El Real de la Feria de Málaga es estos días un trasiego constante de gente, un bullicio frenético que nadie sospecha cuando todavía los fuegos artificiales no han dado siquiera el inicio a la fiesta. Coches aparcados en todas las aceras. Obreros morenos sin camiseta llenos de pintura, yeso y sudor. Operarios que cargan carretillas hasta arriba de ladrillos, botellas de agua y toldos. Estrés, concentración y prisa por acabar. La Feria de Málaga abre en tres días.
La previa de los festejos es el tiempo que se dedica a preparar el recinto de Cortijo de Torres, donde se localiza el Real de la Feria de Agosto, antes de que la festividad arranque formalmente en la medianoche del viernes 16 de agosto.
Desde el mismo momento en que los fuegos, su ruido y su luz, se conviertan en protagonistas, Cortijo de Torres, casi baldío el resto del año (a excepción del rastro dominical) se transforma. Hasta ese momento, el espacio se convierte en una especie de pueblo con su propia cotidianidad, relaciones entre trabajadores e, incluso, lugares de distensión. Unas vidas totalmente interconectadas por unos farolillos todavía sin luz.
La preparación para que todo esté a punto normalmente requiere entre dos semanas y un mes de labor anticipada. Las casetas se limpian y se acondicionan tras un año en un estado casi de abandono, las atracciones se montan desde cero y los puestos de comida y dulces se preparan para sobrevivir a los difíciles días de feria. Una comunidad entera que sacrifica su tiempo en pos de que la semana de los festejos sea un espacio agradable para cualquier visitante que pase por aquí.
Obreros que preparan el ferial
En cualquiera de las cuatro anchas calles del recinto ferial se ven operarios que dan el callo sin parar para que todo esté listo. En la avenida principal dos pintores están arreglando una fachada y dando las últimas pinceladas al rojo mural que abre la caseta La Tajá. "A ver si pasa el camión de Red Bull y le cogemos una caja entera, vaya calor hace", comenta en voz alta uno de los obreros. Con chorreones de pintura y sudor cayéndoles por la frente, José y Gabriel, de Pinturas Sixto, afrontan la calurosa mañana de trabajo con algo de humor.
Estos dos malagueños llevan haciendo las previas de la Feria de forma intermitente durante 18 años. Antes, dicen, se dedicaban a pintar todos los espacios colindantes con el recinto como postes, bancos, muros y todo lo que requiriera, pero en la actualidad "ese trabajo se lo dan al Ayuntamiento y nosotros solo podemos dedicarnos a las casetas particulares", se queja José.
Los trabajadores que ponen el Real a punto aguantan la dura labor con el hándicap de que van con una fecha a contrarreloj y soportan el duro Sol de agosto. José y Gabriel llevan solo un par de semanas haciendo labores de acondicionamiento; sin embargo, hay personas que llevan aquí casi dos meses.
Un trabajador que no quiere dar su nombre, de Ximenez Group, empresa encargada del alumbrado del recinto ferial, se queja de las duras condiciones que soportan él y sus compañeros durante un montaje que les lleva más de un mes. "Levantarse por las mañanas y estar aquí todo el día con este calor es insoportable. No es un trabajo deseable, pero de algo hay que comer y por suerte o por desgracia aquí siempre hay mucho que hacer", comenta este jornalero anónimo.
Hostelería
En la hostelería la fatiga no es menor. Los puestos de comida rápida que se instalan en los extremos del ferial van haciendo rutas por las diferentes ciudades colindantes llevando su vida a cuestas. Aunque esta postura nómada no sea para cualquiera, algunos feriantes insisten en que "es algo a lo que te acostumbras". María José y Raquel, de la Hamburguesería El Lobo, admiten tener su propia comunidad dentro de las ferias a las que van. Todos se conocen y durante las dos semanas previas que llevan preparándose, su bloque de vecinos son sus compañeros feriantes de las caravanas.
Ambas llevan más de 30 años dedicadas a este negocio, pero este 2024 están sorprendidas de lo que han subido de golpe los precios de los productos. "Tú vas a cualquier almacén y ha subido todo un 7% mínimo. Nosotros que trabajamos mucho con las patatas, se han convertido ya casi en un bien de lujo", afirma, resignada, María José.
Estos movimientos migratorios estivales de los feriantes suponen el principal sustento de todo un año para muchas familias, pero además son un reactivador del tejido económico de proximidad de la ciudad. "Cada año que venimos nos dejamos un dineral solo en comprar las materias primas para nuestros negocios. Imagínate lo que supone eso para los almacenes y las tiendas de la zona que distribuyen estos productos", afirma Raquel.
Javier Martínez, empresario y propietario de la caseta El Callejón del Señorío, admite que preparar el establecimiento para que todo esté perfecto el día de salida es un verdadero agobio. "Llegas aquí un mes antes, cuando te dan la llave y te llevas las manos a la cabeza cuando ves como está todo de sucio y patas arriba".
La mayoría de las casetas se quedan como están al finalizar la Feria y no se ponen a punto hasta casi un año después. En pantalones cortos y "arremangado" como un currito más, Javier dice que los días previos al comienzo son los de más nervios. "Ya venimos por las mañanas y comemos aquí dentro y todo, no hay tiempo que perder", explica.
Asociaciones y peñas
La fatiga ya va haciendo mella en las caras de la gente y esto ni siquiera ha empezado. Esta erosiva tarea es solo el comienzo y la preparación a lo que será la verdadera batalla festiva. Un sustento vital para muchas familias que se dedican a esto y un aliciente económico que es esencial para la supervivencia de numerosas peñas y asociaciones.
Estas últimas, con numerosas casetas en el Real, tienen un talante distinto, porque la mayoría de quienes vienen a ponerlas a punto son socios que trabajan casi por amor a su agrupación. Verdaderos románticos de la tradición como Salvador, presidente de la Asociación de Vecinos 13 de Noviembre Los Prados, que pasan sus mañanas en las casetas comunales echando una mano en lo que pueden.
A un ritmo mucho más pausado, Salvador dice que llevan desde principios de julio preparando la caseta. "Te tiras dos meses trabajando para una semana que pasa rapidísima. Pero bueno, tenemos que sacar dinero de algún lado, la asociación tiene muchos gastos entre todas las actividades que hacemos y sacar a la virgen del barrio", comenta.
De una forma similar vive la Feria Rosa, socia de la peña El Rincón de la Calle Ancha desde hace más de 18 años. La veterana lleva un mes limpiando la caseta y a pesar de ello, afirma: "Nos queda lo más difícil que son los tres días previos". El calor que se pasa dentro y el no tener aire acondicionado mientras haces las labores de puesta a punto son lo que peor se lleva según comenta Rosa. Además, la subida de precio de todos los productos hará que "este año no podamos tener tanto margen para ganar algo de dinero".
A falta de tres días todo está dicho. Se dan las últimas manos de pintura, se empiezan a probar los equipos de música y se comprueba que las cortinas de lunares estén todo lo bien dobladas que se pueda. Sea cual sea la forma en la se prepare la gente para la Feria, ésta acaba suponiendo una verdadera maratón de la que hay intentar salir entero. Trabajadores, empresarios, gente que disfruta... Nadie se escapa de esta vorágine.
Málaga ya está preparada para uno de sus acontecimientos vitales del año. La electricidad estática que se siente antes de la tormenta ya va erizando los pelos de nuestros brazos. Todo está listo.
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