Una mirada al futuro con los ojos del presente. Así se podría resumir el encuentro que Málaga vivió con una parte del pasado que durante demasiado tiempo estuvo escondido entre las paredes del Sagrario. La ciudad volvió a contemplar en la calle una de las tallas más valiosas de la Semana Santa, el Santísimo Cristo de la Clemencia, después de 46 años. Ha pasado casi medio siglo y los tintes políticos que en su día existieron forman parte del ayer; la compasión y la misericordia rigen los designios de la nueva advocación, para deleite de todos.
Tras las dificultades que el Cabildo Catedral puso para que pudieran salir de la basílica de la Encarnación, la hermandad encontró cobijo en el Sagrado Corazón de Jesús. Mucho se podría escribir sobre los prolegómenos que constituyen el desacuerdo de la Cuaresma entre Palacio y la cofradía, pero todo ha quedado eclipsado por el propio peso de lo constatable. De lo tangible. De lo sentido en la tarde-noche del Sábado de Pasión.
Desde el templo jesuita partió el cortejo a las 18:45. La hermandad presentó una propuesta procesionista que venía a reencontrarse con lo que siempre debió ser. Sobre un catafalco de madera, con volutas, medallones y faroles en tonos dorados, el Cristo recorrió los primeros metros de Compañía ante la admiración de cientos de personas que dirigían sus miradas hacia las alturas.
Más de 1.500 orquídeas vanda en tonos amoratados (asociado tradicionalmente al martirio) exornaron el monte donde se erigía el Señor de la Clemencia. Como detalle, los espinos repartidos como símbolo del mal intentaban trepar sin éxito por la cruz, que acaba venciendo a la muerte. A destacar, el riquísimo patrimonio puesto en la calle, con unos faroles, ciriales y bordados de enorme calidad.
En el propio concepto quedan reminiscencias de la antigua Semana Santa, especialmente apreciable en los varales en flecha, aunque con detalles que consolidaban el conjunto como las faraonas o el aura de grandeza que se respiraba: el orgullo de los participantes era un hecho constatable; todos eran conscientes de que estaban escribiendo un nuevo capítulo en la historia de la ciudad.
A las ocho de la tarde, el trono tomaba la curva de Fernán González con Calderón de la Barca. De fondo, la marcha Esperanzas, interpretada por la banda de cornetas de la Archicofradía, marcaba el caminar del cortejo. El silencio quedó roto por los aplausos del público, que reconocieron la labor del equipo de capataces después de esquivar uno de los muchos cables que coronan el cielo de Málaga. Vendrían más. Se escuchó de nuevo la campana para que se pararan las andas y los golpes retumbaron entre los callejones de San Juan. El silencio. El silencio.
El itinerario procesional estuvo vertebrado en torno a un único fin: la Catedral. Llegó a la primera iglesia de la Diócesis pasadas las 21:30. La estampa del Cristo subiendo la rampa fue una certeza universal: la grandeza de los templos queda empequeñecida por la verdad de su interior. Tras salir por el patio de los Naranjos, discurrió por Larios, Liborio García y Nueva (entre otras calles) antes de adentrarse de nuevo en Compañía para recogerse poco antes del Domingo de Ramos.
Una vez que cruzó la reja que antecede al Sagrado Corazón, la ovación fue unánime. Abandonando la feligresía, dos músicos de Zamarrilla marchaban hablando sobre lo que acababan de ver. Debatían sobre qué término definía mejor lo vivido: "¡Ha sido apoteósico!" "Sí, pero sobre todo elegante" "Qué barbaridad. ¡He grabado hasta los toques de campana! ¡Ha sido maravilloso!". Todo ha quedado acogido por el recuerdo de un pueblo reconciliado consigo mismo.
Conflicto con la hostelería
Sobre la banda de cornetas y tambores de la Esperanza, poco más se puede añadir a lo ya sabido. Una orquesta de metales que interpretó una de las crucetas más exquisitas que se recuerdan, intercalando las piezas musicales con el tambor ronco y devolviendo a la realidad a todos los presentes. Sonaron obras como Ora pro nobis, Soledad de San Pablo, Y nunca perderte Esperanza.
Sin embargo, la formación tuvo que encontrarse con los problemas derivados de las terrazas en calle Strachan. En su cuenta de Twitter, escribían: "No sería mucho pedir que mientras pase un trono o una banda tocando los camareros pararan de cruzar junto a las formaciones y hasta cruzándose, con el riesgo que conlleva para los músicos". Emplazaban a Mahos, Ayuntamiento y Agrupación de Cofradías a que se tomaran las medidas necesarias para arreglar la situación.